Treinta partidos de 45, más de 20 en 30, los siete últimos de la temporada. Con la apabuyante historia de dominio de los azules sobre los toros, lo más fácil era asegurar que el play off semifinal sería poco más que un trámite. Un formalismo, quizá un divertimento.
Muchos se apuraron a sacar la escoba y vender los cuernos de toro sin finiquitarlo. Otros hablaron de la casta. Algunos con razón. Pero este equipo de Camagüey no entiende ni de pronósticos ni de simpatías. El pitcheo agramontino como punta de lanza se sabía superior.
Anglada tenía preparada su estrategia para asaltar el boleto a la final. En cambio, Borroto hacía malabares en los partidos mientras exponía el show de jugar a ganar el boleto. Puro cuento. Él sabía que lo había tomado y lo guardaba en su bolsa desde que pidió a Lázaro Blanco de refuerzo aquella noche de clarividencia.
El resto fue puro trámite. Lázaro primero con la ayuda de medio staff, Cousín burlando la algarabía de cincuenta mil entusiastas en el santuario habanero. Luego trajeron las hostilidades hasta el Cándido González donde los esperaba Yariel Rodríguez para deshilar la melena del león ponche a ponche.
Siete en total fue la cosecha. Ni siquiera el jonrón 21 de Cepeda en postemporadas lo sacó del guión. Los rectazos siguieron llegando como si tirar más de 90 millas en Cuba fuera un acto tan sencillo como cotidiano. Así mismo continuaron aún cuando en la quinta entrada ligaron hits Alomá y Calderón para poner pizarra de dos carreras por cero favorable a lo azules.
El momento de los locales llegaría en la baja de esa misma entrada cuando descontaron una, inmerecida para un Brian Chi, quien hacía difícil el arte de batear para los locales, aún cuando muchos pensaron en el descansado Erlis Casanova como el hombre para este partido.
El de la fortuna lo fue también para los toros tomando el madero para arreglar la situación. No había lugar para la especulación. Había que ganar y tenía que ser esta misma noche. Así colocaron al joven Chapelli en segunda. Eso fue todo para Chi que salió ovacionado por el público rival.
Entonces Rey Vicente echó mano de su mejor arma para el relevo. Quizá un poco pronto a la altura del séptimo. Andy Amauri Rodríguez caía sobre el montículo con la esperanza de frenar la embestida mas no pudo evitar el empate primero y la de la ventaja luego. Eso lo comprometía a perder su segundo juego en línea después de una sola derrota durante toda la campaña.
No faltaron los intentos azules por recuperar el marcador. Pero cada uno tan estéril como el anterior. Y en el noveno no salió el joven supersónico que se anotaba la victoria a espera de lo que pudiera hacer su relevo en la lomita. Para ello el mentor agramontino tenía reservado a Lázaro Blanco.
La movida no dejó indiferente a nadie. Algunos aplaudieron la decisión y otros simplemente se cuestionaron, otra vez, el librito de Miguel. Aún así resurgió la amenaza y esta vez otro nombre propio se estampó en el libro de la hazaña. Alexander Ayala, felino, voló hacia la raya y atrapó un línea perdida de Wilfredo Aroche que amenazaba con picar en zona fear y enturbiar el panorama de la victoria local.
Con el mazazo cayó la noche para el conjunto capitalino que inclinó la cabeza ante la celebración de sus verdugos diciendo adiós a la 59 Serie Nacional de Béisbol. Otro Borroto llegado desde Ciego de Ávila escribió su firma en el pergamino del laurel y el olivo, el inmenso Yorbis turnó una excelente jugada en el campo corto con un par de indiscutibles en tres turnos y una remolcada.
En la historia quedó el esfuerzo de los Industriales que nunca estuvieron muertos. Camagüey abrió las puertas desde ya a la finalísima y lanzó su candidatura al campeonato amenazante a la espera de un rival que no conoce. Lo que viene se antoja espectacular. Esperamos que así sea.