Por Marvin Pérez
Ciego de Ávila, sin que nadie lo dude, ha sido en las últimas nueve temporadas el equipo de beisbol más consistente de Cuba. En ese lapso, los peloteros avileños lograron tres títulos, par de subcampeonatos, un tercer lugar, un cuarto y un quinto puesto, mientras que el resultado menos destacado fue el noveno escaño de la Serie Nacional 53. Una mezcla de jugadores jóvenes y veteranos han tenido los Tigres, de los cuales una buena parte ha integrado la selección nacional, en categorías inferiores o en la absoluta. Sin embargo, el conjunto más estable se quedó fuera de la segunda fase de la actual contienda.
Recuerden que la soga se la puso al cuello los Cazadores de Artemisa, selección que eliminó hace casi dos meses a las huestes de Roger Machado del campeonato, tras llevarse la serie de comodín entre ellos, que ofertaba la última plaza para la fase siguiente. Como era de esperar, en aquel entonces Ciego de Ávila fue el elenco que más refuerzos aportó, junto a Villa Clara, con seis.
Con toda esta movida que se armó en la presente temporada respecto a la autorización a jugar, una vez avanzado el campeonato, a Michel Enríquez, Yordanis Alarcón y José Pablo Cuesta, Roger Machado y su tropa, en caso de haber agarrado uno de los seis cupos, manejaron la opción de poder contar con un cerrador de lujo, algo de lo que adolecían, con la posible inclusión del lanzador supersónico Yennier Cano. Ante el fiasco de los avileños de no avanzar a la actual etapa, esa opción se disipó más rápido, desapareció por completo, aunque, con los pies puestos en la tierra, la tenía bien difícil para prosperar.
La historia de Cano y lo ocurrido con él, no es asunto desconocido. En 2015, cuando se anunció la preselección cubana, de la que saldría el equipo que viajaría por primera vez a la Liga Can-Am, resultó llamativa la noticia de que Cano había solicitado su baja de la pelota cubana. Jugada cantada. El cerrador intentaría lograr lo que han hecho en las Grandes Ligas en su mismo rol el holguinero Aroldis Chapman (Yankees de Nueva York) y el pinero Raisel Iglesias (Rojos de Cincinnati).
Pero, al parecer, a Cano las cosas no le salieron como esperaba en República Dominicana. De hecho, fuentes avileñas confirmaron que nunca estuvo en Dominicana y regresó a Cuba hace varios meses, proveniente de otro país a causa de irregularidades con los papeles, para encontrarse con la piedra esperada. La Comisión Nacional le cerró las puertas cuando él mismo mostró sus intenciones de volver a jugar pelota, una acción contraproducente con el gesto honrado del serpentinero, quien habló claro en su momento y no abandonó ni la selección nacional en un evento foráneo, ni la Serie Nacional a mitad de temporada. Su expediente es limpio como un océano, por ello, los jerarcas del beisbol cubano deberían darle vía expedita para la próxima Serie, como hicieron con varios casos similares al del avileño previo a la actual justa. Todo eso claro, en caso de que Cano decida permanecer en la isla.
Natural del municipio avileño de Bolivia, el serpentinero de 23 años y 1.91 metros de estatura, posee como principal carta de triunfo su velocidad: una recta sostenida por encima de las 92 millas y que con mayor entrenamiento puede superar las 95. Generalmente es un lanzador con dominio de la zona de strike, pero debe tener como prioridad el manejo de los lanzamientos rompientes, los cuales aplica, pero le falta perfección. Además, es innegable su osadía en momentos de puro nervio.
Debutó con los Tigres de Roger Machado en la campaña 53, en la que no tuvo decisión alguna y más bien su accionar fue como la popular frase de aquel poema: “pasarás por mi vida sin saber que pasaste”, al trabajar solo 5.1 capítulos. En la contienda siguiente logró coronarse campeón nacional y aportó a su novena 11 éxitos y cinco fracasos y seis partidos salvados. En su última campaña volvió a repetir la diadema en el béisbol cubano –su equipo derrotó en una final imborrable de siete encuentros a Pinar del Río- y tuvo balance de 8 sonrisas y un mísero descalabro, 12 juegos rescatados, le batearon para .174 y exhibió brillante promedio de carreras limpias de 0.91.
Acostumbrado a lanzar con el 99 del legendario vueltabajero Pedro Luis Lazo, su primer equipo Cuba fue el que intervino en el tope bilateral con una selección de Estados Unidos, efectuado en ese país del 1-8 de julio de 2015. Días después y bajo la guía de Machado, participó en los Juegos Panamericanos de Toronto 2015, en los que el conjunto antillano ancló en el tercer peldaño. Igualmente participó a fines de ese año en la primera edición del Premier 12 en suelo asiático y en febrero de 2016 viajó con la escuadra felina hacia República Dominicana para pugnar en la Serie del Caribe.