Durante décadas, los peloteros cubanos han vivido bajo una máxima implacable: si decides romper un contrato en el exterior bajo la Federación Cubana de Béisbol o abandonar una delegación internacional, prepárate para el destierro. Ocho años sin pisar tu país. Y algo aún más severo: la prohibición perpetua de volver a representar a Cuba en un terreno de juego.
Esa es la norma no escrita. No figura en gaceta alguna, no tiene resolución oficial, pero se cumple con una disciplina que ya quisieran muchos reglamentos formales. Y lo más preocupante: se ha convertido en una verdad aceptada, naturalizada por años de miedo, castigo y silencio institucional.
Pero esa estructura de castigo hoy enfrenta una grieta inesperada.
Yariel Rodríguez, lanzador de los Azulejos de Toronto y sin discusión uno de los mejores brazos cubanos del momento en MLB, ha declarado públicamente su deseo de representar a Cuba en el próximo Clásico Mundial de Béisbol. Un gesto que, más allá de lo deportivo, tiene una carga política que incomoda a más de uno.
Porque Yariel no es un caso cualquiera. Su historia incluye el rompimiento de un contrato en Japón bajo el paraguas de la FCB, una decisión que, según las reglas invisibles del sistema, lo haría automáticamente “inelegible” para cualquier equipo nacional. Pero no hay documento que lo diga. No hay circular. No hay ley. Solo hay castigo.
¿Qué significa el «SÍ» de Yariel Rodríguez?
Con su “sí quiero”, Yariel ha obligado al sistema a moverse. O al menos a pensar qué hacer. Porque si lo aceptan, no solo tendrían que incluirlo en el roster: también tendrían que admitir que ese muro de exclusión —defendido por años como una cuestión de “principios”— en realidad nunca tuvo sustento legal ni moral. Y entonces ya no hay mito que valga: solo queda expuesta la voluntad política de dividir, castigar y controlar.
Y no está solo. En las últimas semanas, más de una decena de jugadores formados dentro del sistema actual han manifestado públicamente su disposición de jugar por Cuba. Prospectos de Ligas Menores, talentos en desarrollo… que no tienen relación directa con el caso de Yariel. Pero su ejemplo sirve de catalizador: si la famosa “ley” desaparece, el universo de elegibles se ampliaría notablemente, y la selección nacional podría contar, por fin, con los mejores disponibles… si realmente eso es lo que buscan.
Lo irónico —o tal vez revelador— es que, según fuentes cercanas, dentro de la FCB hay sectores que desean eliminar esta norma tácita. Que entienden que mantener fuera del equipo a quienes están en su mejor momento profesional es dispararse en el pie. Pero ese cambio, como casi todo en Cuba, no depende del béisbol. Depende de otras esferas. Esas que siguen viendo al deporte como una herramienta de control, no de unión.
La selección del mánager nacional lo dejó claro. Entre los candidatos se manejó a Noelvis González, técnico con resultados en el exterior. Pero esa idea duró lo que dura un susurro. El propio presidente Miguel Díaz-Canel intervino y puso fin al debate: Germán Mesa. No por consenso, no por méritos recientes, sino por alineamiento.
Aceptar a Yariel —y a todos los que han dicho que quieren jugar— implicaría algo mucho más profundo que una simple convocatoria. Sería desmontar años de exclusión ideológica. Sería reconocer que el talento no entiende de fronteras ni de fidelidades forzadas. Y sería, también, el primer paso para construir una selección verdaderamente nacional, sin apellidos políticos.
Pero claro, para eso hace falta coraje institucional. Y si algo ha caracterizado al deporte cubano en manos del poder, es la docilidad. Si la FCB insiste en cerrar la puerta, no solo quedará en evidencia: también quedará sola. Y aunque algunos insistan en participar bajo ese mismo techo que los excluyó por años, no todos están dispuestos a validar un sistema que los negó, reprimió y usó como fichas de propaganda.
Yariel ha hablado. Y no con un post en redes ni con una entrevista cómoda. Lo ha dicho de frente, sabiendo lo que eso significa en su caso. Y sin buscarlo, ha puesto al sistema ante el desafío más grande que ha tenido en años.
Ahora le toca responder a quienes tanto han hablado de “unidad”, “reencuentro” y “representar al país con orgullo”.
La pelota está en sus manos. Pero el conteo ya tiene un strike cantado.

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4 comentarios
Mejor no hacerse ilusiones con Yariel,porque su caso,fue’ de «incumplimiento de deber contractual»y eso se penaliza,en cualquier sistema o pais.
El problema de Yariel en verdad es que incumplio’ contrato y legalmente,eso se tradujo en su momento,como «multa financiera» para la Federacion Cubana y sobre todo,la credibilidad perdida del pelotero,con sus empleadores primarios en la liga japonesa.
Esta noticia no me quita el optimismo,pues a pesar de todas las presiones extremistas,se’ de buena tinta,que hoy mas que ayer ,hay peloteros que no quieren sucumbir al miedo al linchamiento mediatico tradicional,que se practica contra todo aquel,cubano,destacado en alguna manifestacion,que desee,representar dignamente,a su lugar de origen y sus paisanos.Yariel seria una abuena adicion al Bullpen,pero con el o sin el,con mis paisanos de aqui y los de la Isla,apoyando al equipo de las cuatro letras.
No te preocupes,que al final,Yariel es Yariel y no ha sido parte de los «difamadores» del deporte cubano y en especial la pelota.Estoy seguo que si su interes es genuino,su lugar se ganara’.