POR JORGE EBRO
Por diferentes caminos y diversas experiencias, Yasiel Puig y Yuli Gurriel se encuentran frente a frente en la Serie Mundial. El Clásico de Octubre no gira exclusivamente alrededor de ellos, pero ambos son partes imprescindibles del triunfo de sus respectivos equipos.
Habría que remontarse a 1975 para encontrar a otros dos cubanos tan prominentes en una misma final, cuando Luis Tiant dominaba desde el montículo para Boston y Tany Pérez aterrorizaba a los bateadores de los Medias Rojas con La Gran Maquinaria de Cincinnati.
Otros cubanos brillaron en Series Mundiales, como José Canseco, Orlando Hernández y su hermano Liván, José Ariel Contreras, Aroldis Chapman, pero un par de este calibre juntos en la misma historia, no se veía en largo rato.
Cuesta trabajo creer que Puig acaba de completar su quinta temporada de Grandes Ligas. Con los altibajos propios de una Montaña Rusa, la historia del jardinero de los Dodgers bien vale una película de ese Hollywood tan cercano a Los Angeles.
Gurriel es un falso novato. Siempre tuvo madera de estrella y su experiencia en eventos internacionales le ha allanado el camino a esta campaña en la cual se ha establecido como un pelotero de nivel.
Puig fue apenas un rumor en la pelota cubana, un ave de paso fugaz. Una promesa de la cual se hablaba en los mejores términos y con las mayores preocupaciones. ¿A dónde habría llegado de haberse quedado en la isla? Lo cierto es que su trayectoria no sería la que es ahora, llena de claroscuros y con tantos capítulos por escribir.
Su escape de la isla fue manoseado por cuanta revista y diario le echó mano. Se habló de bandas organizadas, de fugas y cruces de fronteras, luego llegó el debut como un torrente desbordado, las indisciplinas, el viaje a las Menores, la refundación, el restablecimiento. De todo un poco.
A pesar de todo, la constante en Puig es el talento, esas herramientas que Dios le confió por algún motivo y que posiblemente ni el mismo sepa cuan profundas y poderosas son. Como dirían en cualquier barrio de su tierra: nació pelotero.
Gurriel nació pelotero y en familia de peloteros. Su padre era un ancla de la escuadra nacional cuando el chico contemplaba sus primeros juegos. No siempre el hijo de gato caza ratón, pero en este caso se trata de un jugador capaz de acabar con el safari entero, con armas largas.
Puig vive de los manierismos y los gestos, son su complemento, su carta de presentación. La última evidencia es esa lengua tan larga y excéntrica como la de los Rolling Stones. Ninguna de estas gracias, sin embargo, funciona si no hay una producción que la respalde. Solo el espaldarazo de los buenos números -batea para .414 en la postemporada- hace posible esos lengüetazos.
Por el contrario, Gurriel va por los terrenos de Grande Ligas sin hacer olas mediáticas. Pasea su calma y experiencia con la confianza de siempre. El mismo en Cuba que aquí, igual talento en el Clásico Mundial que en los playoffs. La estabilidad es la base del éxito que siempre le ha acompañado.
Claro está que la Serie Mundial no gira exclusivamente alrededor de ellos. No se trata de Gurriel contra Puig, sino de Astros vs. Dodgers. Pero resultará interesante ver cómo les va a ambos en el más grande escenario del béisbol. Dos ganadores: uno con su efervescencia al máximo y otro con el carácter invariable.
1 comentario
MUY BUENO!!!