Por Eric Núñez
GLENDALE, Arizona — Julio César Urías acababa completar su rutina diaria en la pretemporada cuando un reportero de un diario estadounidense se le acercó para pedirle una entrevista. Confundido, el zurdo mexicano de 19 años miró a su alrededor en busca de ayuda.
Después de varias vueltas en el camerino, los Dodgers encontraron a Jaime Jarrín, el ecuatoriano miembro del Salón de la Fama que transmite los juegos del equipo, para que se encargara de las tareas de traductor.
«La verdad que sí, es un poco incómodo», dijo Urías a The Associated Press sobre interactuar con la prensa anglosajona. «No te puedes expresar igual como lo haces con un latino».
Estas situaciones son habituales en los camerinos de las Grandes Ligas, y más durante los entrenamientos primaverales, donde jóvenes peloteros procedentes de Latinoamérica apenas están adaptándose a un entorno distinto en Estados Unidos. Y sufren con su incipiente inglés.
Con eso en mente, y por primera vez, el béisbol de Grandes Ligas conminó a sus 30 equipos a contratar a traductores que estarán dedicados a tiempo completo a sus jugadores latinoamericanos.
Hace mucho tiempo que los equipos empezaron a emplear a traductores particulares para sus importados de Japón y Corea del Sur. Pero muy rara vez tenían a alguien dentro de su personal para que sirviera con ese propósito para las docenas de jugadores procedentes principalmente de República Dominicana, Venezuela, Cuba, México y Puerto Rico. La solución fue improvisar con jugadores veteranos, coaches o alguien como Jarrín a la hora de lidiar con los pedidos de entrevistas.
Ya no será así.
Con los jefes de prensa o gerentes de los equipos como jefes, el empleador bilingüe deberá estar disponible durante todo el año para las entrevistas antes y después de los juegos, incluyendo las giras, de acuerdo con el memorándum que MLB (las siglas en inglés de Grandes Ligas) y el sindicato de peloteros envió a todos los equipos antes de la pretemporada. La iniciativa será subsidiada con el dinero que se grava a los equipos cuando se exceden del límite de los bonos que se ofrecen en las contrataciones fuera de Estados Unidos. El monto disponible para cada club para cubrir los nuevos puestos en 2016 será de 65.000 dólares.
«Me parece espectacular, un cambio que es bienvenido», dijo el jardinero de los Rockies Carlos González. «Yo estuve bendecido, porque aprendí rápido, al año, pero no es fácil para todo el mundo».
Rumbo a su novena campaña en las mayores, el toletero venezolano de 30 años fue uno de esos veteranos que usualmente tenía que salir al auxilio de sus compañeros a la hora de las entrevistas. Ha quedado eximido de esos deberes.
«¡Yo era el traductor de los Rockies!», bromeó González. «¡Y no me pagaban nada!».
Terry Ryan, el gerente general de los Mellizos de Minnesota, elogió la nueva iniciativa.
«Ese ha sido una de las cosas que más he lamentado: no aprendí el español. Eso está mal», dijo Ryan.
¿Cuán difícil es para un jugador latinoamericano lidiar con un idioma distinto?
Está el ejemplo de Yordano Ventura, el derecho de 24 años que ha lanzado en un par de juegos para los Reales de Kansas City en las últimas dos Series Mundiales.
Como abridor en la postemporada, Ventura tenía que comparecer ante las cámaras en ruedas de prensa transmitidas en vivo. El dominicano contaba con una gama cambiante de traductores, incluyendo al coach de receptores Pedro Grifol, el infielder Christian Colon y Jeremy Guthrie, un pitcher nacido en Roseburg, Oregon, y que aprendió español cuando pasó dos años en España como misionero mormón.
El nuevo programa de traductores prohíbe a los equipos contratar a coaches o los preparadores para llenar las plazas.
Ventura recordó su experiencia en el Juego de Futuras Estrellas de 2012 en Kansas City, muy similar a lo que Urías lidió en el camerino de los Dodgers en 2016.
«No había nadie que me ayudara hasta que salió un reportero», dijo Ventura. «Sabía unas cuantas palabras básicas, fue algo muy frustrante, complicado. Uno quiere responder de la mejor manera».
En contraste, los jugadores de Japón y otros países asiáticos suelen tener traductores particulares como parte de sus contratos. Cuando Ichiro Suzuki, Masahiro Tanaka e Hiroki Kuroda formaron parte de los Yankees de Nueva York en la campaña de 2014, los tres japoneses tenían un traductor para cada uno.
Pero los latinoamericanos, que en su inmensa mayoría firman su primer contrato como adolescentes en su país natal, tienen a las academias de béisbol como su único recurso para aprender inglés.
José Quintana, pitcher abridor de los Medias Blancas de Chicago, evocó sus aprietos con la barrera del idioma tras irse de Colombia a los 17 años de edad. Tomar clases al mismo tiempo que se trata de abrirse paso en la carrera como pelotero es un duro desafío.
«Sabía acaso lo básico que aprendí en el colegio. Llegar aquí fue difícil, no sabía pedir la comida», recordó el zurdo de 27 años su experiencia en las ligas menores. «Cuando pedía la comida y quería menos, me daban mucho más. Así que comía lo mismo para no tener que dar muchas instrucciones».
«Lo de los traductores es algo muy bueno que se está haciendo. En mi caso, al comenzar, nada más teníamos las clases y no era suficiente», añadió. «Fue un proceso de varios años para dominar el inglés. Ya concedo entrevistas en inglés, en algunas ocasiones puedo hacerlo yo mismo. Es bastante satisfactorio. Le he puesto empeño y sigo tratando mejorar».
Al ser contactos por AP sobre el avance de las contrataciones de los traductores, muchos clubes respondieron que aún se encontraban en el proceso de entrevistar a candidatos y que tenían previsto tener a alguien en la función antes del inicio de la campaña en abril. Equipos como los Yanquis, los Medias Blancas y los Medias Rojas de Boston ya tenían a alguien cumpliendo las tareas.
González cree que disponer del traductor todo el tiempo no debe ser excusa para no aprender inglés: «Ahora que no flojeen para estar dependiendo de ellos para siempre».
Para Urías, conceder entrevistas en inglés es un asunto de tenerse confianza de lo que uno es capaz.
«Este es mi cuarto año acá en Estados Unidos y he aprendido mucho», dijo Urías. «Ya con los compañeros, sí lo hablo y lo entiendo todo, pero con una entrevista no me atrevo todavía a darlas en inglés. Sé lo que tengo que responder, pero no me atrevo todavía».