Por: Juan A. Martínez de Osaba y Goenaga
Su mirada hacía presumir una clara inteligencia para conectar hacia cualquier ángulo del terreno. Se concentraba, después de pasar revista a la ubicación de los jugadores y entonces resolvía conectar entre ellos, a como diera lugar. Ha sido uno de los más inteligentes, a pesar del origen campesino. Le llamaron Guajiro. Y se sentía orgulloso.
Urbano González Basanta, nació el 25 de mayo de 1939, en la finca Aguirre, Catalina de Güines, La Habana. En su mejor momento exhibió 5’ 8 de estatura y alrededor de las 175 libras de peso. Como tantos otros, desde muchacho aprendió a tirar con la derecha y batear a la zurda, lo que le traería excelentes dividendos para su carrera. Su entrenador principal fue Regino González, el padre, quien mucho le ayudó para forjar una vista de águila, y le agradece.
Trabajábamos duro, por la mañana y por la tarde, pero después del almuerzo, en vez de reposar un rato, el viejo para complacerme, porque sabía cómo me gustaba la pelota, me tiraba unas bolas para que yo bateara (…) El viejo me tiraba como ochenta pelotas todos los días, y a todas tenía que darle en el centro. Creo que ahí está el secreto.[1]
Los datos calzan las palabras, pues en trece Serie Nacionales y 2 864 veces al bate, solo se ponchó en 67 ocasiones, con una frecuencia de 0,23. En el exterior no se quedó atrás: en 276 turnos, abanicó la brisa en 10 oportunidades (0,36). Sin lugar a dudas, ha sido un portento del contacto con la esférica.
Como decimos en buen cubano, le cogió la baja. El estelar industrialista, integrante durante casi una década de las selecciones nacionales, sucumbía ante aquellos ortodoxos lanzamientos. El propio Ciprián no se lo explica. Me ha comentado que Urbano llegó a tenerle miedo, que nunca lo quería en contra, ni siquiera en los entrenamientos, porque le perturbaba los entendimientos, la psiquis le trabajaba duro.
Cuando me invitaron, en el mes de abril de 2002, al Juego de las Estrellas, en la bella ciudad de Holguín, para presentar El Niño Linares, fuimos juntos en el ómnibus. Aproveché la ocasión y le espeté a boca de jarro una pregunta, cuya respuesta conocía, pero la quería oír en su propia voz:
–¿A quién le bateabas mejor?
–A Manuel Alarcón.
–¿Y quién te fue más difícil?
–Ciprián Padrón.
Lo mismo sucedía en la pelota profesional. Cuentan que Minnie Miñoso era un verdugo contra Camilo Pascual y caía rendido ante las ofertas de Orlando (El Guajiro) Peña. Al parecer, “cada cuello lleva su corbata…”, decía el abuelo Pancho. He ahí un asunto para la psicología beisbolera.
Urbano se había destacado con su natal Güines, en la Liga Nacional Amateur, adscripta a la Unión Atlética de Amateurs de Cuba (UAAC), donde se instaló como tercer bate, alternando entre segunda y tercera base. En el juego decisivo del torneo de 1959, frente al Artemisa que resultaría campeón, Urbano fue el mejor a la ofensiva por los derrotados, anotándose la única carrera impulsada. Compitió en la matancera Liga de Pedro Betancourt, en la Liga de Quivicán y La Salud, donde coincidió con Pedro Chávez, uno de sus mejores amigos en la vida y el terreno.
Según propia confesión en el citado libro de Leonardo Padura, p. 78: “Mi vida como pelotero empieza en el año 1956. Antes había jugado dos o tres años con la Conserva La Caridad, de Jaruco, pero ese año fui cargabates del equipo Unión de Catalina…” Allí, con mucho interés, aprendió a jugar la segunda almohadilla, al extremo de adueñarse de la posición, un año después.
Quiso abarcar el béisbol todo y un buen día se subió al box, donde en corto tiempo se lastimó el brazo. Prefería la tercera, porque se avenía mejor a su destreza. Es un hombre humilde, sencillo, que no ha olvidado los orígenes. Por eso también es un hombre sincero.
¿Quieres que te diga otro secreto?… Tuve la suerte de jugar siempre con excelentes torpederos, que cubrían su posición y la mitad de la mía. Eso me salvó como segunda base.[3]
En la primera Serie Nacional, inaugurada en enero de 1962, Urbano apareció con el traje de Occidentales, a las órdenes de Fermín Guerra, otrora receptor profesional. Y se coronó campeón. A partir de ahí obtendría muchos títulos con los Azules del Industriales.
Amigo de un imprescindible, Manuel (El Cobrero) Alarcón, se constituyó en su verdugo, al extremo de preferirlo sobre el box, contra el 90% de los demás jugadores. Tan bien se llevaban, que Alarcón trató de jugarle una mala pasada con tragos de más y al otro día le conectó de 4-3.
Algunos exigentes lo quisieron jonronero e impulsor de carreras, por aquello de desempeñarse en la antesala. No era ese su fuerte, solo conectó 18 en el país y 2 en el exterior. Eso sí, de las 377 que impulsó intra y extrafronteras, una buena parte resultaron decisivas, porque tenía el don de traer al hombre en posición anotadora.
Se desenvolvió con la fuerza de un miura en el terreno y todo un caballero fuera del mismo. Conserva recuerdos imborrables, como sus batazos al Cobrero, a Modesto Verdura y aquella ocasión, en los Panamericanos de Brasil, donde respondió con un importante doble a petición de José Llanusa, entonces Presidente del Inder, en un partido decisivo. Sin embargo, tiene fijo en su memoria otra ocasión donde se entregó sin límites:
Estaba lesionado de la pierna derecha y en el banco mismo me quitaron el yeso para que bateara contra Alarcón. Mi función era poner la bola en juego, aunque yo fuera out. Pero resulta que di hit por encima de segunda y se me olvidó la pierna y salí corriendo para primera. Bueno, hubo que enyesarme otra vez y antes que terminara el juego tuve que salir al terreno a saludar al público.[4]
Los directores lo querían, por la entrega al terreno, la disciplina y su versatilidad. Comenzó como camarero, pero cuando apareció el legendario Félix Isasi, continuó en la alineación como antesalista. Es que Urbano está entre los mejores comodines después de 1962. Era eficiente en ambas posiciones, no un extraclase, pero resolvía las situaciones. Además, su papel a la ofensiva fue determinante.
Urbano González Basanta constituye un ícono, no solo del béisbol capitalino; de la patria toda. Su número 19 debía retirarse de los Azules.
Veamos algunos de sus números:
Series Nacionales (13):
[1] Leonardo Padura Fuentes: El alma en el terreno. Estrellas del Béisbol. Ediciones Extramuros, La Habana, 2014, pp. 76-77.
[2] Tomado de EcuRed: Enciclopedia Cubana. Ficha de Urbano González.
[3] Leonardo Padura: Ob. Cit., p. 78.