
Hace un par de días un colega me preguntaba sobre el origen de la palabra “resultadista”. La Real Academia Española no reconoce todavía el término, a pesar de su amplia utilización en materiales periodísticos sobre el fútbol, publicados en diversos medios ibéricos, justamente desde donde se ejerce cierta presión para incluir el vocablo.
Al margen de esto, los periodistas españoles y buena parte de la afición se refiere al “resultadismo” como una táctica conservadora en la cual prevalece el deseo de ganar. Al respecto, el futbolista argentino Santiago Solari, ya retirado, expresó en su columna del diario El País que “un resultadista sería, así, el que está tan pendiente de los resultados que se despreocupa del resto”.
En medio del reciente Tope beisbolero entre Cuba y Estados Unidos, comentaba con el manager Roger Machado que era una oportunidad ideal para darles juego a las figuras más nuevas, y de paso, refrescar a aquellos que no han descansado en 11 meses. No obstante, el timonel avileño me señaló que había que “tratar de ganar, asegurar la serie”, como si nos fuera la vida en ello.
Esta es claramente una apuesta resultadista, aplicando las definiciones antes mencionadas, y creo que no sería justo culpar a Machado de la estrategia, porque detrás de su figura hay toda una Dirección Nacional que debe establecer sus prioridades antes de cada confrontación, y claramente en dicha cúpula se optó por ganar a toda costa frente a Estados Unidos, no importaba nada más.
Solo así se puede explicar la permanente utilización de Liván Moinelo y Miguel Lahera en la lomita, la nueva decena de turnos de Yosvani Alarcón y Yorbis Borroto, y las escasas oportunidades para Ariel Martínez, Yolbert Sánchez, Eduardo Blanco, Norel González, Frank Luis Medina, Yoen Socarrás o Héctor Ponce, todos jóvenes con mucho margen de crecimiento.
Si evaluamos únicamente los desenlaces del Tope Cuba-Estados Unidos desde su reinauguración en el 2012, los norteños nos superan, con 13 triunfos y 12 descalabros en cinco ediciones. Hace cuatro años, en La Habana, vencimos 3-2, después nos barrieron en suelo estadounidense, devolvimos la escoba en nuestro país en el 2014, y luego hemos sucumbido 2-3 en los dos últimos choques.
En cada una de esas experiencias previas hemos presentado lo mejor de nuestro béisbol, hemos reservado a muy pocas de las figuras disponibles (sin contar los peloteros contratados), y pese a esto, vamos perdiendo. Es decir, el apego al resultadismo, o lo que es igual, el triunfalismo, no ha rendido frutos.
Durante la última experiencia, los propios directivos del plantel me expresaron que los peloteros estaban agotados, y no dudo un ápice de dicho comentario. Pero, si Alarcón, Borroto o Moinelo, estaban cansados, ¿no hubiera sido una decisión inteligente mandarlos a su casa y dejarlos reposar después de meses acumulando entradas? Pues sí, sabia solución, por la cual nadie se molestaría, sin embargo, tomamos el otro camino, tratando de ganar todo lo que nos venga encima.
Con este sabor amargo se cerró un ciclo, que incluyó una etapa importante de confrontación en la Liga Can-Am y el posterior duelo con los norteños. Sobre ambos periplos, Machado expresó a Granma beneplácito por tener a sus órdenes jugadores sin tanto nombre, pero muy entregados a la causa, y a su vez aseguró que nuestra Serie Nacional carece de muchos pequeños detalles que siempre nos golpean en la arena internacional.
“Ha sido una fase de aprendizaje. No nos hemos enfrentado al mejor béisbol del mundo, pero sí a jugadores con herramientas y carretera, incluso estos universitarios, que acumulan muchos partidos con tan corta edad. Nos medimos a otro pitcheo, siempre por encima de las 90 millas, con variantes adicionales, un cambio de velocidad perfecto, armas que en Cuba se han perdido casi por completo. Si no vemos ese tipo de lanzadores con frecuencia, se vuelve muy difícil conectarles”, precisó Machado.
Apuntes para tener en mente, pues son el reflejo de que los males nos persiguen desde dentro, y si no somos capaces de solucionarlos aquí, se volverá cada vez más complicado triunfar fuera. Eso solo será posible con el desarrollo de los mejores prospectos, a quienes debemos darles toda la confianza, sin temor a tropezar en el camino, porque unas cuantas victorias en el presente no borrarán los múltiples descalabros de la última década.