Hace ya unos años, me encontraba presenciando un certamen internacional de béisbol que se desarrollaba en la provincia de Sancti Spíritus, y tratando de conversar —en mi pésimo inglés— con un entrenador estadounidense, este me señaló a un jugador en el campo diciéndome que era dueño de un good horse.
Mis limitaciones con el idioma de mi interlocutor me llevaron a traducir literalmente la frase. Si aquel preparador quería decir que el muchacho tenía un «buen caballo», entonces yo no entendía nada.
Afortunadamente para mí, se sumó al intercambio un colega con amplios conocimientos de la lengua de Shakespeare, y me comentó que muchos angloparlantes utilizan esa frase idiomática para señalar que el jugador en cuestión posee una gran potencia en su brazo. De cierta forma, sería lo mismo que cuando, en temas beisboleros, decimos que alguien es el «tercer palillo» cuando es el tercero en el line up, o cuando exclamamos que «la tiró pa’l maíz» después de un mal tiro.
Pero este texto no es sobre la utilización de las frases idiomáticas, sino acerca de los jardineros que actualmente juegan en nuestro béisbol, y tienen la suficiente capacidad para destacarse por la fortaleza de sus brazos.
A lo largo de las series nacionales hemos visto formidables «escopetas» como la de Tomás Valido (padre), Armando Capiró, Luis Giraldo Casanova o Eddy Rojas, por solo mencionar algunos y no hacer tan extensa la lista. Sin embargo, otros que por años estuvieron en el equipo Cuba nunca sobresalieron por esta condición.
En la actualidad, con la avanzada tecnología integrada a las pistolas para medir la velocidad, se pudiera conocer con exactitud cuáles son los jardineros que exhiben los brazos más poderosos. No obstante, se utiliza como referente estadístico para valorar este importante atributo la cantidad de asistencias realizadas por temporada, porque estas se anotan cada vez que los patrulleros sacan outs a quienes intentan alcanzarles una base más.
Una de las cosas más difíciles de medir en las estadísticas tradicionales y en la hoy tan discutida sabermetría, es la efectividad total de los jugadores a la defensa. Entre las fórmulas más modernas que se utilizan está el UZR (Ultimate Zone Rating o carreras ahorradas a la defensiva), y para ello se necesita de la alta tecnología. Y no solo eso, sino también de un profundo análisis para entender su total significado, algo que —lo confieso— es bastante complicado.
Pongamos un ejemplo tomado de una revista dedicada a la sabermetría: «Digamos que un batazo que pica a medio metro de la pared por el jardín central y tarda 4,2 segundos en caer, representa 0,7 carreras (ese batazo suele ser un doble, y digamos que un doble equivale a 0,7 carreras, por poner un ejemplo). A ese batazo le suelen llegar solo el diez por ciento de los jardineros. Entonces, en caso de que el jardinero haga ese out, tendrá en su cuenta de UZR +0,63, equivalente al 90 por ciento (jardineros que no le llegan) de 0,7 (valor del batazo). De no llegarle, tendrá -0,07 (el diez por ciento de 0,7)».
Si no lo entendió, no se preocupe demasiado. Hasta para quienes trabajamos a diario con las estadísticas, estos «numeritos» se nos hacen difíciles.
Por otra parte, y aunque es la vía más socorrida, las asistencias anotadas a los jardineros tienden a medir de una forma algo relativa la efectividad, porque se arriesga con mayor frecuencia para alcanzar una base cuando se conoce que el fildeador no es dueño de un potente disparo, y los coachs son muy cuidadosos en esos detalles.
Para el presente trabajo pudiera utilizarse como guía el promedio de asistencia por juego, porque con esta estructura todos los equipos no juegan la misma cantidad de veces en una misma temporada, pero analizándolo bien, la diferencia no es tan significativa en este aspecto.
Entonces, hagamos algo un poco más sencillo. Le proponemos un listado con los jardineros que más asistencias han realizado durante las últimas tres series nacionales (ediciones 53, 54 y fase clasificatoria de la 55). ¿Alguien duda que alguno de estos muchachos no tenga un «buen caballo»?