Cuba ya tiene mánager. Y claro, no podía ser otro: Germán Mesa, designado por el mismísimo Miguel Díaz-Canel. Porque si algo le faltaba al béisbol cubano en su triste caída era precisamente eso: que el gobierno ponga al frente del equipo nacional a alguien que no quiere ni la afición, ni los peloteros, ni la historia.
La conferencia de prensa fue una burla con todas sus letras. Un acto más de control, vacío de contenido y cargado de ese protocolo hueco al que nos tiene acostumbrado el aparato estatal cubano. Nadie preguntó lo evidente: ¿por qué Germán? ¿Qué lo hace diferente esta vez, luego de ser parte de un cuerpo técnico que ya fracasó? ¿Quién lo eligió realmente si ni siquiera era la opción de la Federación Cubana de Béisbol?
Las respuestas, por supuesto, no llegaron. Germán solo alcanzó a dar las gracias a quienes “confiaron” en él, aunque todos sabemos que no fue precisamente la afición. En una encuesta publicada por Pelota Cubana USA, con más de mil participantes, un contundente 85% dejó claro que Mesa no era la mejor opción para liderar al equipo Cuba rumbo al Clásico Mundial 2026.
Pero, ¿a quién le importa la opinión del pueblo en una dictadura?
Lo cierto es que Mesa, recordado por sus fildeos espectaculares en el campo corto, ahora llega como el técnico de un equipo que se juega su última carta en la élite internacional. Si Cuba termina última en su grupo del Clásico, tendrá que pasar por un torneo clasificatorio de pesadilla. Y no nos engañemos: con la estructura actual, sin acceso real a los mejores talentos en MLB, ese boleto será tan probable como ver una Serie Nacional con estadios llenos y bates de madera decentes.
Lo que sucede con esta designación es mucho más profundo. No se trata solo de que Germán Mesa no sea el técnico idóneo —que no lo es, y basta con hablar con tres peloteros que hayan jugado bajo su mando para saberlo—, sino de que esta es la confirmación definitiva de que la Federación Cubana de Béisbol no existe como ente autónomo. Es una oficina vacía, decorativa. El verdadero dueño del béisbol en la isla sigue siendo el Partido Comunista, y su máxima expresión en estos días es Díaz-Canel, que entre apagones y discursos vacíos, ahora también juega a ser manager desde el Palacio de la Revolución.
¿Y qué se puede esperar de un gobierno que no sabe gestionar ni el pan en la bodega? El béisbol, como la salud, la educación o el transporte, se ha convertido en un rehén más del sistema. No hay proyecto, no hay visión, y mucho menos hay intención de cambio. Mientras los países de la región evolucionan, crean estructuras profesionales y suman talento internacional, Cuba sigue apostando por las mismas caras, los mismos discursos y los mismos fracasos.
Aquí las primeras declaraciones de Germán Mesa tras ser anunciado como director de la selección cubana para el VI Clásico Mundial de #Beibol y los otros principales eventos hasta el 2028.#BeisbolCubano pic.twitter.com/FVK9eoE9ZT
— JIT Deporte Cubano (@jit_digital) June 19, 2025
Germán Mesa fue calificado como un “pequeño dictador” por Maicel Díaz, tratado de “prepotente” por Eliu Torres, e ignorado por decenas de jugadores que hoy triunfan en el exterior. Su estilo autoritario, su lealtad al régimen y su historial de fricciones con peloteros son conocidos por todos.
Esta decisión no es solo un error deportivo. Es un acto político. Uno más.
¿Cambiará el béisbol cubano?
Y así, en medio de esta tragedia con sabor a chiste cruel, queda claro que el béisbol cubano no va a cambiar con mánagers impuestos ni conferencias vacías. El problema no está en el dugout. Está en el sistema. Y mientras ese sistema siga secuestrando el futuro del país y de sus peloteros, no habrá manager, ni talento, ni milagro que devuelva a Cuba a la cima.
Lo de Germán Mesa es solo el síntoma más reciente de un cáncer que ya hizo metástasis.
Y el Clásico Mundial, para desgracia nuestra, será solo la próxima quimioterapia fallida.

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