Por Joel García León
Las Tunas venció par de veces a Industriales con un juego agresivo en las bases. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda.
El ascenso de Las Tunas al primer lugar en la tabla de posiciones, dos barridas consecutivas a Pinar del Río, un repunte esperado de los monarcas vigentes con siete triunfos en ocho salidas, el mal paso de Industriales en las primeras tres subseries de la segunda fase, así como una corajuda actuación de Artemisa, permiten hablar de una fiebre beisbolera deseada y colorida.
Los muchachos de Pablo Civil salieron este domingo del estadio Latinoamericano con la frente alta, pues no solo ganaron la serie particular —nocao sabatino incluido—, sino que hundieron mucho más la autoestima de los anfitriones, de pobre bateo (247) y peor pitcheo (6,03 pcl) en los últimos nueve encuentros.
Ahora los leñadores regresan a su cuartel general para recibir a unos aguerridos artemiseños, que deberán mejorar su defensa (15 errores) si quieren involucrarse en la lucha por el cuarteto de semifinalistas, en tanto en ese propio duelo Danel Castro pondrá una nota más feliz a sus parciales, pues es cuestión de tiempo el arribo a la cifra de dos mil hits en nuestras series nacionales.
Cabizbajo y presto a revertir el desastre que va resultando su bateo (214), su fildeo (17 errores) y su pitcheo (5,53 pcl) anda por estos días el pinareño Pedro Luis Lazo. El regreso al Capitán San Luis para chocar con los actuales campeones de Granma no garantiza por derecho que habrá un cambio de rostro, al margen de que los vueltabajeros de seguro volverán a repletar el estadio.
Y si entendemos fiebre beisbolera como esa pasión de partidos cerrados, miles de aficionados en los estadios, tertulias y discusiones en cada esquina sobre el deporte nacional, así como un renacer de los batazos y los fildeos en calles y parques, lo más inteligente es aprovechar el momento para nuevas ideas y un debate más certero sobre el futuro de nuestro principal espectáculo.
Sería imposible obviar en este comentario, que haber presenciado por nuestra televisión la final de la Major League Baseball (MLB), con triunfo inédito para los Astros de Houston y destaque de Yulieski Gurriel, nacido en tierras espirituanas, también generó interrogantes y emociones a más de uno en días recientes.
Menos mediático quizás, pero de notable impacto fue igualmente el triunfo de Alfredo Despaigne y Liván Moinello en la final de la Liga Profesional de Japón como integrantes del equipo Halcones de Softbank. Ambos aportaron rendimientos imprescindibles para levantar ese cetro, en especial el granmense con 35 jonrones y 103 remolcadas.
El eslabón común en la fiebre beisbolera que despierta la pelota de casa y la que vemos o nos llega desde el exterior es que evidencia la formación, el talento y la calidad que todos esos jugadores (los mencionados y otros más) lograron en nuestros clásicos, con virtudes y defectos, sin millonarias sumas de dinero, pero con muchos aplausos y reconocimientos que ellos jamás olvidan y hasta desean volver a vivir, según sus propias declaraciones.
Las relaciones entre Cuba y la MLB sigue pasando por el respeto a negociar sin imposiciones y darnos el espacio ganado, tal y como lo hacemos hoy con Japón, Canadá, Italia y otras naciones. Solo así podremos sentir más orgullo por un cubano que gane su anillo de oro y se cubra con su bandera.
La pasión por la pelota más legítima es la que nos involucra a todos y sigue haciendo de esta nación un coloso de peloteros para mostrar al mundo con humildad y entrega. Los de ayer y los de hoy.