La caída libre del béisbol cubano ha vuelto a ser noticia, esta vez con el vergonzoso desempeño de los Cocodrilos de Matanzas en la Barcelona Baseball Cup. Con apenas una victoria y dos derrotas, el equipo matancero se despidió prematuramente del torneo, evidenciando el deterioro del deporte que una vez fue el orgullo de la isla y que hoy refleja la crisis profunda de una sociedad asfixiada por un sistema que ha destruido no solo sus instituciones, sino también su identidad y espíritu competitivo.
Este fracaso no es un hecho aislado. Es el resultado de un cúmulo de problemas estructurales y una alarmante falta de profesionalismo. Yordanis Samón, uno de los peloteros con más experiencia y trayectoria dentro de este conjunto, no tardó en hacer públicas las razones del bochorno: «¿Tú sabes por qué hicimos un papelazo? Porque no sabes que este equipo no ha entrenado, llevamos más de 12 días sin tocar un bate porque no había visa. En este equipo faltan casi todos los integrantes. Yo no juego pelota desde el 20 de junio. Es una falta de respeto».
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Las palabras de Samón, quien ha sido testigo del declive del béisbol cubano a lo largo de los años, reflejan el abandono y la desorganización que hoy imperan en la gestión del deporte en Cuba. Los Cocodrilos viajaron a Barcelona sin entrenar, sin un equipo completo y, lo que es más alarmante, sin bates. Según varias fuentes consultadas por Pelota Cubana, el equipo tuvo que pedir bates prestados para poder competir. ¿Cómo puede explicarse tal improvisación en una competencia internacional? La respuesta es simple: el jugador cubano, al igual que el resto de los ciudadanos en la isla, se ha visto obligado a sobrevivir en lugar de dedicarse plenamente a su profesión.
El sistema de gobierno cubano ha forzado a sus ciudadanos, incluidos sus deportistas, a una lucha constante por la supervivencia. Hoy en día, el pelotero cubano, en lugar de enfocarse en mejorar su rendimiento, está más preocupado por lo que puede llevar de vuelta a su casa en su regreso. Y es que, según las mismas fuentes, la razón por la que muchos jugadores no llevaron bates es porque «si cargan con bates, el peso que pueden traer en es mucho menor». Este dato revela una realidad aún más cruda: los jugadores, lejos de prepararse para competir, se ven obligados a priorizar lo que podrán adquirir en el extranjero para mejorar sus condiciones de vida en la isla.
Matanzas se despide de la Barcelona Baseball Cup con derrota ante Cataluña
Lo que antes era una pasión y una profesión digna, hoy es un reflejo del colapso social y económico que ha alcanzado a todas las esferas de la vida cubana. Los jugadores no solo están desmotivados, sino que, en muchos casos, han perdido la confianza en un sistema que no les ofrece las herramientas necesarias para destacar. El béisbol cubano, antaño una de las potencias del deporte mundial, ha perdido terreno en la arena internacional. Mientras otras naciones han modernizado y profesionalizado sus ligas, Cuba se ha quedado atrapada en la improvisación y la precariedad.
Matanzas es más de lo mismo
La realidad del béisbol cubano en eventos internacionales, como la Barcelona Baseball Cup, es solo un síntoma de un problema más profundo. El deporte que durante décadas fue motivo de orgullo nacional se ha convertido en una triste metáfora de un país que lucha por mantenerse a flote, donde el talento y la dedicación no son suficientes frente a las limitaciones impuestas por un sistema fallido.
Los equipos cubanos viajan sin bates, sin entrenamientos y sin la mentalidad ganadora que una vez los caracterizó. Y mientras esta crisis persiste, el béisbol cubano sigue perdiendo el respeto y la relevancia que alguna vez tuvo en el ámbito internacional. La falta de profesionalismo no es culpa de los jugadores; es el reflejo de un sistema que ha priorizado la supervivencia sobre el desarrollo y que ha abandonado a sus deportistas a su suerte, destruyendo no solo el béisbol, sino la esperanza de una nación entera.