Por: Boris Luis Cabrera Acosta
El magnífico arranque de los equipos de Industriales, Villa Clara y Artemisa en esta serie nacional número 58, barriendo en tres partidos a sus oponentes, unido a las dos victorias de las avispas santiagueras versus el bicampeón nacional de Granma, aunque prematuro, saca a la luz un tema bien caliente, polémico, y muchas veces incomprendido para la mayoría de los aficionados a este deporte: La importancia de un buen director.
Muchas veces, el trabajo silencioso de estos hombres pasa inadvertido o no se le da importancia real que merece, más aun cuando están al frente de grandes conjuntos que aparentemente “se manejan solos”.
Lo cierto es que el béisbol es un deporte muy complejo, lleno de factores subjetivos, donde el factor psicológico juega un papel definitorio a la hora de alcanzar victorias o campeonatos, y el trabajo muchas veces anónimos de estos hombres pasa inadvertido, cuando los grandes protagonistas del juego se roban los titulares de prensa con oportunas conexiones o trabajos efectivos desde la lomita de lanzar.
Un buen director es el encargado de maquillar un equipo, mantenerlo saludable física y mentalmente, para soltarlo a la pasarela donde mostrará su talento y sus habilidades.
Grandes directores en la historia de nuestros campeonatos domésticos y en torneos internacionales como Jorge Fuentes, Alfonso Urquiola, Ramon Carneado o Jose Miguel Pineda, por solo mencionar unos nombres, han sido ganadores y han podido mantener una estabilidad en su trabajo durante varias temporadas, y no precisamente por tener bajo su mando a conjuntos invencibles.
La capacidad de unir a grupos de atletas con características diferentes, de motivarlos y de sacarles lo mejor de cada uno de ellos; el conocimiento del juego, la intuicion, la preocupación por sus problemas personales, unido a la vocación de líder, a la inteligencia personal, a la justicia y al carácter, hacen de un director un ente imprescindible para lograr victorias, sobre todo en momentos del juego cargados de mucha tensión.
Es por eso que, mucho más allá de equipos poderosos en las nóminas y de profundos análisis de ofensivas y cuerpo de lanzadores (que son muy válidos), hay que dejar un espacio para los directores de equipos.
El regreso de Rey Vicente Anglada, ya probado en duras batallas, el debut de Eduardo Paret, a pesar de no haber dirigido nunca en otras categorías, la constancia en el trabajo de Dany Valdespino, aunque no cuente con un equipo que impresiona, y la designación, para suerte de los santiagueros, de Eriberto Rosales, bicampeón con los muchachos del sub 23, pondrán sobre sus equipos etiquetas positivas que lo moverán, al menos, bien arriba en la tabla de posiciones en esta campaña, de eso no me cabe la menor duda. Nos vemos en el estadio.