Por: Osvaldo Rojas Garay
Desde 1956 se entrega al mejor lanzador de las Grandes Ligas el premio Cy Young, destacado serpentinero que archivó 511 victorias a su paso por la Gran Carpa.
Don Newcombe de los Dodgers de Brooklyn fue el primero en obtenerlo, tras ostentar saldo de 27-7 y un promedio de efectividad de 3.06.
A partir de 1967 se determinó conceder el lauro al mejor de cada liga. Así, en 1969, el zurdo santaclareño Miguel Ángel (Mike) Cuéllar Santana nacido el 8 de mayo de 1937 y fallecido el viernes 2 de abril de 2010, fue el primer cubano y latinoamericano en alcanzarlo.
Cuéllar rindió una excelente faena con los Orioles de Baltimore de la Liga Americana, con los cuales consiguió 23 triunfos y 11 reveses, además de exhibir 2.38 promedio de efectividad.
Ganador de 185 juegos y perdedor en 130 oportunidades en sus 15 campañas en ese béisbol, el pilongo compartió el premio con Denny McLain, quien con los Tigres de Detroit mostró balance de 24-9 y 2.80 promedio de carreras limpias.
Ningún tirador criollo ha podido igualar la hazaña de Cuéllar, aunque otros seis monticulistas latinoamericanos lo han acariciado, sobresaliendo el dominicano Pedro Martínez, quien se adueñó de tal distinción en tres oportunidades.
El zurdo venezolano Johan Santana, quien trabajó frente a Cuba en el Clásico Mundial de Béisbol, en el 2006, lo conquistó un par de veces: 2004 y 2006. Bartolo Colón, también con actuación frente a los cubanos en el Clásico-2006, lo alcanzó en el 2005.
En una ocasión al igual que el dominicano Colón se lo agenciaron el mexicano Fernando Valenzuela en 1981; el boricua Willie Hernández en 1984 y el Félix Hernández, con los Marineros de Seatle en 2010.
Durante una visita que realizó a nuestro país en la primera mitad de la década del 90 tuve el honor de dialogar con el estelar lanzador zurdo. Su medio hermano Ovidio Contreras, practicante de varias disciplinas deportivas, me puso al tanto de la presencia de Cuéllar en Santa Clara.
Fui a la casa que me había indicado cerca del conjunto escultórico Ernesto Guevara, pero ya no estaba allí, entonces me dieron otra dirección y resulta imposible describir la emoción que sentí cuando vi ante mí a aquel legendario serpentinero conversando con la dueña del hogar.
Me parecía increíble que aquello estuviera sucediendo. Le comenté mi intención de entrevistarlo. Me dijo que no podía en ese momento pero que en horas de la tarde iría al estadio «Sandino» a presenciar un encuentro entre Villa Clara y Santiago de Cuba correspondiente a la temporada 1993-1994.
«Pero allí entre tantas personas será muy difícil, además puede que algún otro periodista se me adelante», le confesé y él me contestó: «despreocúpese que yo lo atenderé».
Cuéllar cumplió la promesa. En medio de un gran grupo de aficionados logré entrevistarlo. Me comentó que conocía poco de los peloteros amateurs cubanos, que recordaba a Juan Carlos Oliva, hermano de Tony Oliva, estrella en las Grandes Ligas y conversamos sobre Rafael Palmeiro y José Canseco, dos peloteros de moda de aquel momento.
Lo invité a tomar café y en la despedida le dije: «Gracias por todo Mike, pues no todos los días uno encuentra un premio Cy Young en el camino» y me respondió en tono de broma: «No, las gracias a ti por el cafecito».
Me escribió en la portada de un folleto beisbolero su dirección y número de teléfono. Nunca más nos comunicamos, pero todavía guardo esos instantes como uno de los más emocionantes en mi carrera periodística porque Mike Cuéllar, de quien se cumplen, el próximo lunes, ocho años de su desaparición física no fue un lanzador cualquiera.