Por Jorge Ebro
El domingo no pudo traer más dolor a la pelota cubana. Jesús Guerra y Romelio Martínez se marcharon de esta tierra, pero dejaron atrás el recuerdo imborrable de trayectorias bien asentadas en dos generaciones inolvidables del béisbol de la isla, ese que no se sabe cuándo volveremos a ver.
De Guerra recuerdo algunos duelos con Braudilio Vinent; Pinar del Río y Santiago de Cuba; Occidente y Oriente, formando parte de una rotación que infundía temor y era respetada en todo el país, como no posee hoy y tal vez desde hacer rato ninguna otra provincia.
Nacido en Punta de la Sierra, en Guane, Guerra finalizó con balance de 114-84 y un promedio de carreras limpias de 2.36 en una época donde abundaban los buenos bateadores.
Poseía un excelente control y durante un tiempo fue habitual en las escuadras nacionales. A pesar de sus aires bélicos, el nombre de Guerra -completó 117 juegos- era sinónimo de seguridad, así como aquellos equipos de Vueltabajo de los 70 y los 80 seguros candidatos a disputar el trono en Series Nacionales y Selectivas.
Con 33 lechadas en su cuenta, murió a los 69 años, pero su historia quedará en la memoria colectiva de su gente, así como la de Martínez, el fornido jardinero de los clubes de la Habana que golfeaba las bolas con una fuerza tremenda.
Algo que se debatirá siempre de Martínez es si debió integrar más equipos nacionales, porque su producción lo avalaba, aunque en aquella década de los 90 había guardabosques distinguidísimos que muchas veces repetían en el Cuba por inercia y designio.
El propietario de la mejor frecuencia de cuadrangulares en la isla, finalizó con 370 palos de vuelta entera para terminar cuarto en la lista de los mejores en la pelota cubana junto con el Gigante del Escambray, Antonio Muñoz.
Quién sabe si de haber jugado más de 15 Series Nacionales y 14 Selectivas a dónde habría llegado la cifra definitiva de jonrones, porque entre 1997 y 98 se fue a jugar a Nicaragua y Colombia en busca de una mejora económica para su familia.
Martínez formó parte de un grupo muy bueno de jugadores de la antigua provincia La Habana que parecía eso que llaman «un carro de leña», pero que le faltó el impulso final para dominar y conquistar títulos.
Solo una vez, en los Panamericanos de 1991 y un tope contra Estados Unidos, Martínez fue llevado al equipo grande. Quizá mereció mucho más, pero en Bejucal, su patria chica, es una leyenda y algún día deberían levantarle una estatua.
Partió demasiado joven, a los 52 años, pero seguro que en el cielo ya Guerra estará esperándolo en un bullpen para ver si puede dominar al «gordito».
1 comentario
Excelente despedida de duelo. Tal vez si lo hubieras hecho una alocución igualmente magistral. Que decir de estos dos grandes que fueron de máxima confianza del mismo mánager, el también lamentablemente fallecido Jose Miguel Pineda. Disfrute mucho las victoria de Guerra y los hr de Romelio. Gracias amigo por este escrito. Dios los tenga en la Gloria, que bien se lo merecen. Guane y Bejucal , pero mas que eso, toda Cuba está de luto.