Autor:Norland Rosendo
Aunque mucho se ha hablado (y escrito también), sigue la polémica sobre la serie especial de preparación de béisbol previa a Barranquilla. No pocos son los comentarios recibidos en nuestra redacción de lectores preocupados por el resultado de esa competencia, que, ya se sabe, tendrá más de entrenamiento que de espectáculo.
Sin embargo, esperemos que los taquilleros de los estadios donde se juegue no bostecen tanto como sucedió en el Latino y el Victoria de Girón durante la cuadrangular con los dos equipos mexicanos. Pero eso, a estas alturas, no es lo más importante. Ni siquiera si debió ser un torneo oficial. Dejemos ese debate para otro momento.
En otros tiempos no había que preocuparse tanto con los Juegos Centroamericanos y del Caribe. Era, en buen cubano, pan comido. Ahora no es así y la Comisión Nacional de Béisbol ha diseñado su estrategia para preservar uno de los poquitísimos cetros que le quedan vigentes en circuitos foráneos.
La controversia está en si es riesgoso o no jugar tanto. Algunos peloteros no han tenido descanso desde el pasado torneo sub-23 y otro grupo terminó la serie nacional, se ha montado dos veces en el avión este año y después estuvo también en el tope amistoso con los dos clubes aztecas, y ahora seguirá dentro del terreno de pelota.
Este redactor consultó a varios expertos, entre ellos a Franger Reynaldo, y todos concuerdan en que lo importante es ver esta preparación como parte del ciclo olímpico y no con los ojos puestos solo en Barranquilla. Ahí hay una clave. La estrategia, cuanto más abarcadora, mejores dividendos rendirá.
Tanto tiempo dentro del campo, viajando, expuestos a un clima agresivo y lejos de la familia, puede contribuir a un estado de fatiga extrema, sicológica, que no tiene por qué convertirse siempre en fatiga muscular. Los directivos deben manejar con mucho cuidado ese aspecto, sobre todo con las principales figuras, aquellas que más posibilidades tienen de integrar el equipo Cuba.
Hay otro elemento que esgrimen tanto los defensores como los escépticos, pero sin ponerlo debidamente en contexto. El sistema de preparación de las preselecciones nacionales en la mayoría de los países, incluido Estados Unidos, se basa casi exclusivamente en jugar y jugar, pues no saben de antemano con qué peloteros podrán contar, lo que depende de sus clubes y otras mediaciones, casi siempre financieras.
Los atletas se van sumando poco a poco al concentrado, que por las razones anteriores suele ser breve, y como los técnicos no disponen del tiempo deseado para los entrenamientos como equipo, optan por el juego como criterio principal de selección.
Lo que para otros es una debilidad, para Cuba resulta una fortaleza. Aquí sí se puede reunir una preselección grande, de más de 70 peloteros, lo que debe ser aprovechado para ensayar jugadas, rectificar deficiencias, entrenar tácticamente y lograr, al final, el crecimiento integral de los atletas, y no solo la puesta en forma para la cita de Barranquilla. Dentro de esa estrategia, jugar puede ser útil, pero hay muchas más opciones, y esta serie ofrece oportunidades para ello.
Confiemos en Carlos Martí y su grupo asesor, los que están y los que él puede consultar, para que estos meses de preparación sirvan para algo más que una medalla de oro en un evento a donde no van los mejores peloteros de los demás países clasificados.