El béisbol cubano ha tocado fondo tantas veces que ya resulta imposible determinar cuál ha sido el golpe más duro. El último episodio de este derrumbe interminable es la invitación a los jugadores cubanos residentes en el exterior para participar en la llamada Liga Élite del Béisbol Cubano (LEBC), un torneo que solo conserva lo “élite” en el nombre.
Durante décadas, la narrativa oficial del régimen fue demonizar a los peloteros que abandonaban la isla en busca de mejores oportunidades. Se les llamó traidores, se les prohibió regresar durante ocho años y, en algunos casos, hasta se les eliminaba de la historia del béisbol cubano. Fidel Castro, lo dejó claro en su reflexión de 2008 titulada «El equipo olímpico de pelota», cuando escribió:
«…No permitamos jamás que los traidores visiten después el país para exhibir los lujos obtenidos con la infamia. Culpémonos también a nosotros mismos.»
Pero la historia ha demostrado que, si algo caracteriza al gobierno cubano, es su habilidad para contradecirse cuando la necesidad aprieta. Ya no son solo las remesas, las recargas telefónicas, los paquetes de medicinas o los contenedores de comida que llegan desde Miami los que sostienen a la isla. Ahora también necesitan de ese material humano al que hasta ayer acusaban de venderse al enemigo.
La realidad es simple: el béisbol cubano es un hazmerreír. La Liga Élite, lejos de ser un escaparate de calidad, es un torneo improvisado, con peloteros sin motivación y estadios vacíos. Las transmisiones de los juegos son un desfile de graderíos desiertos, de jonrones que se celebran sin público y de un nivel que está muy lejos del esplendor de la Serie Nacional en sus mejores tiempos.
Osvaldo Vázquez: “3500 pesos no me da para mantener mi familia”
Los salarios de Cuba
A esto se suma el hecho de que hasta los jugadores que aún están en la isla han empezado a pedir la baja del béisbol cubano por los sueldos miserables que reciben. Peloteros como Osvaldo Vázquez, de Ciego de Ávila, decidieron abandonar el deporte porque con el salario que le ofrecían no podía sostenerse ni él ni su familia. No es un caso aislado. La falta de incentivos económicos, la pésima alimentación, el deterioro de los alojamientos y las pésimas condiciones de los estadios han empujado a muchos peloteros a dejar el béisbol o a buscar una salida del país.
La Federación Cubana de Béisbol (FCB) busca desesperadamente maquillar el desastre y apuesta ahora por los mismos jugadores que antes castigó. Pero, ¿quién va a querer sumarse a ese circo? Los peloteros cubanos en el exterior tienen opciones mucho más lucrativas y competitivas en ligas de todo el mundo. Pretender que regresen a una estructura obsoleta, sin incentivos económicos reales, con pésima infraestructura y en un país sumido en la crisis más profunda de su historia, es un acto de desesperación.
La ironía es brutal: los mismos que fueron perseguidos, insultados y olvidados por la FCB, hoy son llamados a «salvar» el torneo. Mientras el béisbol en la isla se derrumba, la FCB sigue intentando apagar el fuego con gasolina. Como en tantas otras áreas de la sociedad cubana, el discurso del gobierno ha quedado en evidencia. Lo que ayer fue un crimen, hoy es una necesidad.
Cuba necesita de Miami hasta para jugar pelota.