POR JORGE NAVARRO
Una fina y pertinaz llovizna acariciaba las sombras de aquella madrugada del cuatro de diciembre del año 2000, cuando la muerte se paseaba por el Reparto Saratoga en la ciudad de Camagüey.
Un automóvil se acercaba hacia uno de los pasos a nivel del ferrocarril, sin percatarse el conductor del vehículo la cercanía de una locomotora que se impactó violentamente contra el pequeño carro.
Entre los ocupantes del coche colisionado estaban el santiaguero Rey Issac Vaillant – quien salió lesionado pero con vida – y el avileño Miguel Caldés Luis, este último joven pelotero de 30 años de edad, e integrante de los equipos agramontinos y de la selección nacional, quien falleció en el accidente.
Caldés nació el 27 de septiembre de 1970 en el municipio Bolivia, en la provincia de Ciego de Ávila, el béisbol era para él como un idioma materno, pues desde que abrió los ojos al mundo, este deporte era algo natural en la familia.
Su padre de igual nombre, sus hermanos y su tío el estelar tercera base Vicente Díaz, practicaban con mucha calidad esa disciplina, y como este último contaba Miguel con mucha fuerza en su brazo de lanzar, además de poder ofensivo.
Muy pequeño llegó a la Escuela de Iniciación Deportiva Escolar, (EIDE), “Cerro Pelado” de Camagüey y por su talento innato integró los equipos a los Juegos Escolares y posteriormente el equipo Cuba en la categoría juvenil en el Mundial de1988 en Australia.
Luego debutaría en las Series Nacionales y muy pronto se adueño de la tercera almohadilla y los jardines del conjunto camagüeyano en las cuales estuvo en 14 temporadas en los que promedió ofensivamente para .289, con 386 extrabases, de ellos 176 jonrones y 683 carreras impulsadas, en 1 124 desafíos efectuados.
En su trayectoria dentro de los diamantes cubanos fue líder en jonrones conectados con 20 en la XXXIV Serie Nacional de Béisbol y en bases por bolas intencionales recibidas con 13 en la XXXVII.
Asistió a las Copas Intercontinentales con la selección cubana en 1995 y 1997 y su consagración internacional llegaría en 1996 cuando intervino en los Juegos Olímpicos de Atlanta, donde la Mayor de las Antillas conquistó la medalla de oro, en el partido final conectó un importante cuadrangular contra Japón cuando el juego marcaba empate entre las dos novenas, esa fue precisamente una de sus características la oportunidad a la hora de producir carreras.
Joven sencillo, la repentina y absurda muerte de Miguel Caldés tuvo honda repercusión en la población, el sepelio constituyó una de las mayores muestra de duelo popular vistas en esta urbe principeña, miles de personas desfilaron ante el féretro y muchas más lo acompañaron hasta el cementerio de la capital agramontina donde descansan sus restos y a cuyo lugar cada año acuden familiares, amigos, compañeros y el pueblo a rendir perenne homenaje a quien a la hora de partir hacía la eternidad, le quedaban mucho béisbol por disfrutar.