Foto por Yuhki Ohboshi
Por Jorge Ebro
Como un general que debe dislocar divisiones diez madas de una posición a otra en medio de un riesgo enorme, Carlos Martí se ha visto obligado a mover piezas para no caer por segunda vez en fila ante los samurais del Lejano Oriente. Una segunda derrota en esta llave del Clásico Mundial equivaldría a empacar maletas y volver a La Habana.
Aunque no se trata de vestir a un santo para desvestir a otro, al manager cubano no le queda otro remedio que bajar el listón de su defensa en busca de un ataque que no está carburando en momentos decisivos, como lo demuestran los cinco imparables contra Israel. Martí ha buceado en lo más recóndito de su no tan profundo roster y esto fue lo que se encontró.
Todo parece indicar que Frank Camilo Morejón cederá su puesto detrás del plato a Yosvani Alarcón. No es que la defensa sufra mucho, pero el receptor de los Industriales -y luego Granma- resulta el mejor con mascota en mano, aunque se informa que padece de molestias.
Yurisbel Gracial, un bateador imponente con dudosas credenciales en el fildeo y el tiro a las bases, pasaría a la intermedia en sustitución de un Carlos Benítez que de manera ilógica se había mantenido en la alineación. Evidentemente, Martí fue todo lo leal que pudo con su camarero provincial, pero su presencia no daba para más.
Por Gracial entraría en la esquina caliente Jefferson Delgado, mientras que William Saavedra sería bajado al sexto puesto para darle entrada a Alarcón, quien pudiera proteger mejor al único slugger legítimo del equipo: Alfredo Despaigne.
Quién sabe si este sea el principal problema de Cuba en el Clásico. Si la ofensiva preocupa, peor son las 23 bases por bolas otorgadas en apenas cuatro juegos. Demasiadas. Tendría el abridor Bladimir Baños que caminar bien profundo y utilizar el máximo de sus 80 envíos para evitar la pronta llegada de ese bullpen de miedo y no precisamente por el temor que pueda infundir en los rivales.
Baños es un abridor solvente, uno de los pocos que puede mezclar una bola de 90 o más millas por hora con rompimientos, sin que se vea la inocencia de otros de sus compatriotas. Su veteranía le ayuda, su experiencia le avala para juegos como este, casi, casi, de vida o muerte.
Los japoneses, metódicos y pacientes, saben como diseccionar a un lanzador rival. Si no pueden hacerle daño en la primera vuelta del lineup, harán ajustes para la segunda y estragos para la tercera. En el Clásico han triturado a cuanto pitcher han encontrado en su camino al anotar 30 carreras, admitir 14 y pegar siete cuadrangulares.
A pesar de hombres fuertes como Yoshitomo Tsutsugoh y Sho Nakata, de la presencia certera del grandeliga Norichika Aoki, este equipo japonés no se compara con los de Clásicos pasados. No posee una estrella rutilante en el bateo, ni nombres importantes en la rotación. El abridor de esta madrugada de martes, Tomoyuki Sugano, dista mucho de ser un Matsuzaka o un Darvish. Ni siquiera un Otani, aunque no le falten talentos.
Desgraciadamente, Cuba tampoco sale bien parada -por no decir otra cosa peor- en las comparaciones con otras selecciones anteriores. De ahí que Martí busque y rebusque donde no hay, como un general al que se le acaban las tropas frescas en vísperas del ataque enemigo.
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