Por Raúl Hernández Lima
El Coloso del Cerro rebosó sus graderíos y poco más de 10 mil habaneros se reunieron allí con un eslogan dedicado al los 500 años de la vieja ciudad. Por La Habana lo más grande… y por ella estaban decididos a morir con los dientes apretados los azules de siempre.
Los granmenses sin embargo amenazaron con poner las cosas difíciles para los de casa. Salieron sobre Marcos Ortega y le arrancaron una en el mismo primer ining. Todo hacía pensar que la porfía de los alazanes taparía las bocas de los que acudieron a ver el espectáculo sublime de morir o matar. De seguir al tramo siguiente o cerrar el estadio hasta el próximo año.
Pero los outs aparecieron y se fue la parte alta de la inicial con una sola carreras, muchos nervios y poco más. Entonces los de Anglada salieron impetuosos al cajón de bateo. Sentó mal la angustia de verse debajo en el marcador y no quisieron más especulaciones. De un golpe recogieron el boleto de la mesa neutral y le arrebataron a los de Carlos Martí las esperanzas de un tajo.
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Cada bateador se negaba a fallar su turno y cosecharon cuanto pudieron hasta llegar a 9 carreras. Todo estaba dicho. Jamás un juego de béisbol fue tan largo después del primer episodio. El resto era la crónica una muerte anunciada. El preludio de un funeral anticipado. Un viacrusis impertinente. Debía haber una regla que evite tal despropósito, tanto sometimiento.
Con el pasaporte para afrontar el próximo viaje de la serie nacional número 59 los azules no tenían más que rematar a su víctima que aún ensangrentada daba muestras de vida. Cuando parecían esfumarse el aliento y la vida después de los dos disparos a la cien que significaba el par de carreras del segundo, esas que ponían el marcador de Knock Out, los moribundos dieron muestras más de honor que de vida al descontar otras dos en la cuarta.
Pero el maleficio estaba lanzado y no siquiera obtuvieron el preciado tiempo de agonizar. Con otra en el sexto y la lanza al corazón en el séptimo se quedaron los alazanes al campo y comenzaron un largo viaje de vuelta al oriente. No hubo objeciones, la contundencia del 13-3 le valió a los de la capital para seguir en el torneo por derecho propio.
Ese mismo torneo que buscan regalarle a su ciudad por los quinientos. Quizá Wilfredo Aroche con cuatro inatrapables en cinco turnos, uno de ellos vuelacercas y su compañero Dayron Blanco, quien lo secundó con jonrón para sumar 8 impulsadas entre ambos intentaron poner nombre propio al encuentro. Seguramente Marcos Ortega además de anotarse el éxito trató de brillar más que los otros o Anglada mismo erigirse como timonel saliendo de la tempestad. Pero fue el coraje colectivo y las ganas de triunfar las que llevaron a los Industriales a buscar para el béisbol y su Habana… Lo más grande.