Por: Roberto Santiago
Éramos muy niños cuando nos conocimos Eduardo Paret y yo. Coincidimos en una preselección de Villa Clara a la nacional escolar de 11 y 12 años, allá por el año 1983. Unas semanas después seríamos compañeros de equipo, algo que se repetiría en posteriores categorías del béisbol.
Con el tiempo aquel niñito de baja estatura, veloz, talentoso fildeador en el cuadro y chocador de bola se fue convirtiendo, poco a poco, en un gran pelotero hasta llegar a ser para muchos el más completo torpedero cubano de las últimas décadas.
Los aficionados conocen su historia como atleta, pero hay quien no sabe la clase de persona que es Eduardo Paret, un santaclareño de 45 años nacido en el barrio Condado. Para acercarnos más al hombre, Play Off Magazine conversó con Paret. En mi caso no fue precisamente una entrevista, nuestro encuentro, en su casa, fue una conversación entre amigos. Sin reservas.
Por varios años, Paret fue la estrella defensiva del campo corto cubano.
¿Cuál fue el momento más difícil de tu carrera?
Cuando nos suspendieron a Jova, a Kiki González y a mí de toda actividad relacionada con la pelota allá por 1998, porque nos comunicábamos con Rolando Arrojo que había desertado. Me impedían entrar al Sandino. Después de un año sancionado jugué la provincial con Santa Clara, y fui al Villa Clara.
Dios es grande. Pude tener posibilidades de integrar el equipo Cuba cuando comenzó Víctor Mesa a dirigir aquí en 2001. Me llamó y conversamos de hombre a hombre. Confió en mi palabra y en esa serie tuve excelentes resultados. Entonces integré la selección nacional.
Ese año fue el mundial en China. Hice un error costosísimo. Quería que la tierra me tragara. No tenía cara para llegar a Cuba. Ya estando aquí el Comandante en Jefe Fidel se me acercó y me dijo ¡Levántese que los grandes se levantan! Aquello fue como una inyección para mí. Después llegué a ser el capitán de nuestro seleccionado cubano.
Los años venideros fueron espectaculares, en las olimpiadas de 2004 y 2008. En 2005 fui seleccionado por la IBAF como el mejor pelotero del mundo y después en los clásicos de 2006 y 2009 rendí muchísimo.
Tras tu retiro oficial del deporte activo en 2012 te han propuesto varias veces dirigir a la escuadra anaranjada y no has aceptado, ¿por qué?
He visto pasar los años y el apoyo de las autoridades no es el mejor. El béisbol necesita desarrollo material pero más que nada presencial, no es ir un día y no volver. Es ver las necesidades y preocuparse por los peloteros en el terreno. Es un factor fundamental para que los atletas te sigan y crean en el respaldo de los dirigentes. Recordemos que los peloteros están casi más tiempo entrenando, viajando y jugando, que con su familia.
Yo soy licenciado y de lo que más sé es de pelota. Te confieso que sí quisiera dirigir en un futuro y con un grupo de entrenadores que ellos saben quiénes son. Ni con atletas ni directivos tengo compromisos. El prestigio que logré como deportista quisiera mantenerlo si algún día dirijo. El respeto no solo se logra implantando férrea disciplina sino con la confianza y justeza que le demuestres a los peloteros que representas y guías. Entonces hasta el pueblo te respeta.
¿Te cambió en algo haber sido un pelotero popular?
¡Qué va!, no puedo olvidar mis raíces. Yo fui muy humilde, iba a entrenar descalzo antes de hacer mi primer equipo infantil. Pasamos mucho trabajo luchando mi madre y yo. ¿Tú crees que voy a viajar ahora y no me voy a acordar de los niños del área donde yo me formé? Cuando puedo ayudo con implementos a los del beisbolito en Santa Clara.
No tolero la hipocresía. Hay niños que, porque los padres no tienen posibilidades económicas, los dejan fuera de las selecciones teniendo más talento que otro. Esas son injusticias y una vergüenza para nuestro deporte. En la época de nosotros no teníamos nada y avanzábamos por la calidad de cada cual. Siempre ha habido sus preferencias, pero actualmente abundan estos malos ejemplos. Esas son otras de las cosas por lo cual llegan peloteros a las series nacionales con bajo nivel.
Tengo en mi mente siempre a Pedro Pérez Paz, que en paz descanse. Además de gran entrenador, fue como un padre que me inculcó muchos valores desde la EIDE y después como coach del Villa Clara. Pedro Jova fue siempre mi ídolo y también su ejemplo me dio herramientas y métodos para sentir y amar el beisbol sin ego de grandeza.
Mientras más sencillo eres más te quiere la gente. Yo lo mismo converso con un universitario que comparto con un trabajador de comunales. Es más saludable que el público te reconozca por tu forma y comportamiento para con los demás que por las glorias que diste.