Ciertamente, esta agencia libre es pedestre en términos de figuras del pitcheo, con una lista nada ilustre que se achica por días, como bien lo acaba de confirmar la permanencia de Jeremy Hellickson con los Filis al aceptar la oferta calificada de $17.2 millones.
Hellickson, quien venció a los peces en varias ocasiones con su bola semimuerta y sirvió de palanca de crítica contra Barry Bonds por la incapacidad para hacer ajustes, era uno de los principales objetivos del club de La Pequeña Habana, que contempla la reducción de opciones a medida que avanzan los días.
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Siempre atenazados por las finanzas, todo parece indicar que los Marlins en ese persecución de serpentineros han dejado pasar la posibilidad de firmar a alguno de los dos cubanos pescados por Toronto la semana pasada.
Kendrys Morales y Lourdes Gurriel Jr. se encuentran en sitios diferentes en cuanto a edad y talento comprobado, pero ambos podrían terminar siendo verdaderas gangas, si cumplen con su parte del contrato en producción dentro del terreno.
Con $33 millones y tres temporadas, Morales logró la estabilidad que buscaba a sus 33 años de edad. Ciertamente, el veterano se ha especializado como designado, pero cuesta creer que no pueda jugar un puñado de juegos en la inicial, una posición que ha sido un quebradero de cabeza para Miami.
Morales sabe batear bien y con poder desde ambos lados del plato, algo que todavía no ha aprendido -ni creo que aprenda ya- Justin Bour, quien contra los zurdos apenas se hace sentir con el madero y obliga a establecer una especie de combo con el primer relleno que aparezca barato.
El ex pelotero de Industriales sigue siendo un slugger premium capaz de pegar 30 jonrones e impulsar 100 carreras por temporada. Quizá no sea un portento con el guante en primera base, ¿pero acaso Bour lo es?
Si es entendible la pasada por alto a Morales, por el contrario no se explica cómo dejaron de hacerle una -al menos que se conozca- oferta a Gurriel Jr., quien a sus 23 años posee un techo enorme y puede jugar los jardines y el cuadro, ya sea como titular o súper utility.
Si el menor de los Gurriel batea, digamos que .270 con 20 o 25 jonrones y 70 o más impulsadas, y dicen que puede tener mejores números, estaría pagando y recontrapagando ese contrato de siete temporadas y $22 millones. Al chico se le estaría otorgando un pacto de algo más de $3 millones por contienda. El riesgo es poco, la recompensa alta.
En varias ocasiones los peces contemplaron a Gurriel Jr., quien ahora se lleva su talento del otro lado de la frontera, mientras Miami contempla la posibilidad de deshacerse de Marcell Ozuna en busca de pitcheo, o quién sabe qué otra movida sacan debajo de la manga.
En todo caso, se trata de desvestir un santo (en los jardines) para vestir a otro (en la rotación), mientras que de haber firmado a Morales o Gurriel Jr. hubieran cubierto necesidades a un precio módico, sin romper el banco, como si lo harían de fijarse en hombres como José Bautista o Edwin Encarnación, para poner un par de ejemplos.
A fin de cuentas, por mucho que lo intenten las opciones de encontrar un lanzador dominante, un número uno entre abridores, son muy reducidas y entrañan un alto precio, mientras que un Morales o un Gurriel Jr, o quizá los dos, habrían sido buenos regalos de Navidad para esta ciudad.