Autor: Sigfredo Barros Segrera
Estoy convencido de que los especialistas nunca se han puesto de acuerdo a la hora de ofrecer una explicación sobre el porqué de la eficacia de los lanzadores zurdos en el béisbol. Algunos afirman que estar en minoría respecto a la cantidad de derechos es la razón, pero otros llaman la atención acerca de la diferencia en el ángulo de salida de la pelota.
No le doy la razón ni a unos ni a otros. Pienso que es una combinación de varios factores y que, incluso, en muchas ocasiones se abusa de la famosa teoría de zurdo contra zurdo, sin tener en cuenta la calidad del lanzador que está en la lomita y del bateador que está en el plato.
Por supuesto, no intento ponerle el conocido «cascabel al gato» y, al igual que en el anterior Tema beisbolero, donde abordé el asunto de los bateadores zurdos de mayor poder tanto en Cuba como en las Grandes Ligas, en esta oportunidad el comentario gira alrededor de los mejores monticulistas de esa mano.
Debo aclarar que las dos tablas adjuntas no están confeccionadas con un orden preestablecido por alguna otra publicación o sitio web especializado, sino por mi criterio personal. Había que colocarlos en un lugar a cada uno de los 20 seleccionados y escogí el promedio de carreras limpias como medidor.
Si hubiera escogido la cantidad de victorias, Jorge Luis Valdés «Tati» fuera el primero en la lista de los serpentineros cubanos y Warren Spahn el de los ligamayoristas, de la misma forma que si el elemento principal hubiera sido los ponches, Faustino Corrales y Randy Johnson serían los punteros. Ustedes son dueños de confeccionarla de la forma en que lo crean mejor. No soy dueño de la verdad absoluta.
PALMA, ABREU, GIL
Espigado, con 1,87 de estatura, el cienfueguero Adiel Palma fue durante varios años lanzador cabecera del equipo Cuba en los eventos internacionales más importantes.
Poseedor de una buena recta y mejores rompimientos, fueron estas armas con las cuales resultó campeón olímpico en Atenas’04, dos veces titular mundial en La Habana’03 y Holanda’05, además de integrar la selección que consiguió el histórico segundo lugar en el Primer Clásico Mundial. Es recordado como el verdugo de los equipos representativos de Canadá, con abundancia de zurdos en su alineación, a los que Palma les propinó multitud de ponches.
Casi siempre, cuando se menciona su nombre, los aficionados exclaman: ¡lástima que duró tan poco! Pablo Miguel Abreu fue un fenómeno que a los 15 años integró el equipo Cuba al Mundial juvenil de Barquisimeto en 1982 y tres años más tarde en Albany, Estados Unidos.
Lo tenía todo para triunfar. Elevada estatura, una curva parecida a la de Faustino, más de 90 millas en su bola rápida (hasta 96 le midieron en una oportunidad), elegancia en el montículo. Dos veces campeón mundial, en cuatro ocasiones titular nacional, en siete oportunidades escogido como el mejor zurdo del país; 18 ponches propinados a Nicaragua en los Panamericanos de Indianápolis’87; 17 estrucados a costa de la «Aplanadora santiaguera» en un choque en el Latino que finalmente perdió. Cuando Pablo venía «prendido», la palabra imbateable era la que mejor lo calificaba.
Una lesión jugando a las cuatro esquinas con varios amigos le pasó factura y de ahí en adelante los dolores en el hombro menguaron su rendimiento. No los criticaré si también exclaman: ¡Qué lástima!
El reverso de la moneda era un lanzador holguinero que se me antoja la versión izquierda del pinero Carlos Yanes. De baja estatura, sin el físico que en teoría debe de tener un pitcher, Oscar Gil tiene un lugar en la historia del béisbol: fue el autor del ponche más famoso de todos, el propinado a Frederich Cepeda con las bases llenas el 28 de junio del 2002 para darle a Holguín su único título hasta la fecha. Además, si la tabla estadística fuera ordenada por victorias, Gil fuera el cuarto, con más de 1 500 estrucados y una longevidad que llegó a 20 temporadas.
De los diez mejores cubanos uno solo ha fallecido, el capitalino
Santiago «Changa» Mederos, a los 34 años víctima de un accidente de tránsito. Es aún el mejor en promedio de limpias y en la totalidad de sus eventos internacionales –en los que se incluyen cinco campeonatos mundiales–, su pcl fue de 1,37. Su formidable curva hacia abajo lo hizo ser siempre un lanzador sumamente efectivo y un ponchador excepcional, el primero en llegar al millar de estrucados en Series Nacionales.
WADELL, KERSHAW, JOHNSON
Si hubiera lanzado en nuestros días, Rube Wadell sería considerado loco o con cierto retraso mental. Era tan distraído que en reiteradas ocasiones se le olvidaba que le tocaba abrir un juego al siguiente día y se montaba en un autobús para ir a pescar.
Sus excentricidades le caían bien a los fanáticos y, cuando él estaba anunciado para lanzar, los estadios se repletaban de una punta a la otra. Con más de seis pies de estatura, unas 195 libras de pesos poseedor de una recta muy veloz y de una pronunciada curva, ambos lanzamientos tirados con un control envidiable, Wadell se convirtió en el pitcher más dominante de su época y, en 1904, además de ganar 25 juegos y promediar 1,62, estableció una marca de 349 ponches cuya duración se extendió hasta 1965. Murió a los 38 años a consecuencia de una neumonía que degeneró en tuberculosis, adquirida luego de permanecer durante horas en aguas muy frías tratando de salvar a varias familias de una inundación.
Extraño es ver a un lanzador activo en esta relación de los mejores. Clayton Kershaw es un auténtico «fuera de serie», capaz en diez años de carrera profesional de ganar más de 150 partidos, ser el primer serpentinero de la historia en llevarse cuatro veces consecutivas el título en pcl, dos de ellos con promedios inferiores a 2,00, siete veces participante en Juegos de Estrellas y en seis ocasiones acumuló más de 200 ponches y en una sobrepasó los 300. Su físico (seis pies, cuatro pulgadas y 225 libras de peso) resulta imponente. El zurdo de los Dodgers tiene una recta de más de 95 millas, una gran curva y su slider está considerada entre las mejores en las Grandes Ligas. Es candidato al Salón de la Fama cuando se retire.