Todavía no se le apaga el dolor a Andy Morales. Cuando supo que Romelio Martínez había fallecido el pasado diciembre, sintió ese tipo de pena que solo aflora cuando se marcha un gran amigo y se lleva la mitad de los recuerdos compartidos.
Ambos fueron compañeros en aquellos equipos de provincia La Habana que cargaban un poder extremo en su alineación, aunque con la esquina rota de faltarle una rotación que les llevara al título.
“Cuando yo llegue al equipo Habana era casi un niño y Romelio una figura consagrada”, apreció Morales antes del Juego de las Estrellas Cubanas celebrado el 6 de diciembre. “Para mí era uno de los hombres más importantes que dio la pelota en La Habana y el jonronero más grande que ha dado Cuba”.
Algo que se debatirá siempre de Martínez, ido a los 52 años, es si debió integrar más equipos nacionales, porque su producción lo avalaba, aunque en aquella década de los 90 había guardabosques distinguidísimos que muchas veces repetían en el Cuba por inercia y designio.
El propietario de la mejor frecuencia de cuadrangulares en la isla, finalizó con 370 palos de vuelta entera para terminar cuarto en la lista de los mejores en la pelota cubana junto con el Gigante del Escambray, Antonio Muñoz.
Solo una vez, en los Panamericanos de 1991 y un tope contra Estados Unidos, Martínez fue llevado al equipo grande. Quizá mereció mucho más, pero en Bejucal, su patria chica, es una leyenda y algún día deberían levantarle una estatua.
“Era un pelotero y un ser humano muy grandes, no tengo palabras para describir lo que fue Romelio Martínez”, agregó Morales. “Era una persona que merecía mucho más de lo que obtuvo en la pelota cubana, porque todo el mundo conocía de su fuerza y la estirpe de pelotero que era Romelio Martínez”.
Morales era un puntal de aquellos conjuntos de la “provincia” en la década de los 90 y pasará a la historia, para muchos, por aquella imagen en que recorre las manos con los brazos en alto tras pegar un cuadrangular de tres carreras contra los Orioles de Baltimore en 1999.
Esa imagen fue su mejor pasaporte para que los Yankees le ofrecieran en marzo del 2001 un contrato por $4.5 millones y cuatro años. Detenido y retornado a Cuba en un primer intento de fuga, finalmente pudo llegar a Estados Unidos en julio del 2000. Nueva York pensó que tenía al sucesor de Scott Brosius.
Aunque nunca pudo establecerse en las Mayores, Morales sigue siendo un pelotero muy querido entre los suyos, como pudo apreciarse el sábado pasado en el Juego de las Estrellas cubanas celebrado en el Tamiami Park.
“Es muy bueno sentir el calor de la gente, por eso sigo viniendo a estos encuentros”, recalcó Morales. “Además, me encuentro con viejos amigos y todos esos recuerdos vuelven a surgir en la memoria. En un día como este, Romelio es inolvidable”.