Desde el principio quedó claro que el cubano era el principal candidato a llenar el vacío del despedido Lenny Harris y solo se esperaba que él diera su aprobación, pues el manager Don Mattingly ya había dado la suya.
Este movimiento es la prueba definitiva que todo lo sucedido cuando lo despidieron en mayo del 2010 ha corrido como el agua bajo los puentes y las relaciones entre el habanero y Loria se encuentran en un punto óptimo.
Durante poco más de tres temporadas con los Marlins, González finalizó con marca de 276-279 y mantuvo al equipo en momentos de relevancia, a pesar de la escasa nómina salarial y la ausencia de figuras notables.
Generalmente, Loria y su cuerpo de asesores nunca hicieron lo suficiente para ayudar a los clubes de González que solían competir hasta julio o agosto, antes de caerse en los últimos meses de temporada.
Su trabajo fue reconocido en el 2008 cuando le otorgaron el premio de Manager del Año, según la revista especializada Sporting News, pero luego era reemplazado por el puertorriqueño Edwin Rodríguez.
En cierto momento del 2012, cuando ya era el dirigente de los Bravos de Atlanta en reemplazo del legendario Bobby Cox, Gonzalez y Loria airearon ciertas diferencias cuando el cubano afirmó que «no existe manager vivo o muerto que Jeffrey piense que es lo suficientemente bueno. Ni Connie Mack, nadie».
Sin embargo, no se puede dudar de la experiencia de González -un ídolo en Miami dentro de la comunidad cubana- y su capacidad para comunicarse con peloteros de todas las culturas, especialmente en un momento delicado para el club.
Con la firma de González, aún quedan por llenar espacios en el equipo de entrenadores, sobre todo el puesto de coach de bateo que hasta hace unas semanas le perteneció a Barry Bonds, así el de coach de bullpen.