Por Sigfredo Barros
Una de las estadísticas que vio la luz con el surgimiento del béisbol, allá por los años 70 del siglo XIX, fue el promedio de carreras limpias, conocida por sus siglas, PCL. Resulta de la multiplicación de las anotaciones merecidas permitidas por el pitcher, multiplicadas por nueve, y la posterior división de ese producto entre el número de entradas lanzadas.
Simple, a primera vista, es el método más efectivo para medir la efectividad de los serpentineros, utilizado en todas las ligas del mundo y uno de los tres integrantes de la Triple Corona, junto a la cantidad de ponches y de victorias.
Con el aumento de la ofensiva en los últimos años se considera bueno un PCL por debajo de las cuatro anotaciones inmaculadas por juego de nueve entradas. Además, existe una regulación exigente: para ganar el título de líder en PCL un lanzador debe de acumular tantos innings como partidos efectúe su equipo. Por ejemplo, en las Grandes Ligas son 162 juegos, en la Liga Japonesa 143 y en nuestra Serie Nacional 90.
Es muy difícil ver a un relevista o a un cerrador llevarse este preciado galardón, pues las entradas trabajadas no le son suficientes. Lo común es que un abridor sea el ganador y lo demuestra la relación de punteros del casillero en la Serie Nacional. Lo mismo ocurrió en la Liga Cubana de Béisbol Profesional, vigente desde el 29 de diciembre de 1878 hasta febrero de 1961, aunque en aquella época aún el pitcheo relevo no tenía la connotación de nuestros días.
MARRERO, DIHIGO, PASCUAL…
Nombres ilustres, glorias de la pelota cubana, fueron algunos de los tiradores que ganaron al menos una vez el liderato de carreras limpias antes de 1959. Conrado Marrero, el «Premier», atesoró la gloria de ser el recordista en ese departamento cuando en la temporada 1944-1945 trabajó en 183 capítulos permitiendo solo 1,12 carreras limpias por salida.
El más completo de todos los peloteros nacidos en Cuba, Martín Dihigo, «El Inmortal», fue el mejor en los años 1943-1944, con 2,23 de PCL en 73 entradas. Otro derecho, Julio «Jiqui» Moreno –uno de los pitchers más veloces de todos los tiempos, al decir de sus contemporáneos–, se llevó el trofeo de campeón en la última temporada de esa liga, 1960-1961, al compilar 2,03 en 75 entradas.
Un zurdo, Manuel «Cocaína» García, marcó pautas en 1946-1947 con igual PCL que el de Moreno, 2,03.
Entre tantas luminarias una sola fue capaz de llevarse el lauro en dos ocasiones consecutivas. Camilo Pascual, el hombre de la curva de «arco de barril», elegido al Salón de la Fama del béisbol cubano en noviembre del 2014, trabajó en 1955-1956 para 1,91 en 155 entradas y un año después para 2,04 en 177.
QUINCE POR DEBAJO DE 1,00
Quizá no exista liga en el mundo donde 15 de los campeones en promedio de limpias haya trabajado por debajo de una anotación, al menos desde 1962 hasta la fecha. Desde el capitalino Orlando Rubio (0,63 con los Industriales de la tercera Serie) hasta el santiaguero Norge Luis Vera, 0,97 en la 39 Serie.
Entre todos el más sobresaliente es un serpentinero del cual pocos se acuerdan: Ihosvany Gallego. El habanero, nacido en 1935, capaz de tirar hasta cinco lanzamientos distintos, posee dos récords, el primero más conocido, un 0,37 (tres limpias en 72,1 entradas, 1972) que parece inalcanzable según pasa el tiempo. Pero cinco años atrás Ihosvany había conseguido un 0,80 también fuera de serie; es el único con dos títulos de PCL por debajo de una carrera.
Hay otros siete con dos galardones: el pinareño Rogelio García, el capitalino Jorge Fumero, el granmense Ciro Silvino Licea, el holguinero Osvaldo Fernández, José Ibar, antiguo equipo Habana; el santiaguero Braudilio Vinent y el villaclereño Freddy Asiel Álvarez. Entre todos, resulta llamativo el 0,85 del Meteoro de la Maya (Vinent), con nada menos que 191,2 entradas. Y no olvidar los 0,46 del desaparecido diestro avileño Omar Carrero.
La tabla que acompaña este trabajo refleja los seis serpentineros cubanos con mejor marca histórica y más de 850 innings lanzados, únicos inferiores a las dos carreras limpias, encabezados por el espirituano José Antonio Huelga, cuyo promedio de una carrera y media por cada nueve entradas perdurará por mucho tiempo.
Hay un único zurdo, el capitalino Santiago «Changa» Mederos, con mayor cantidad de capítulos trabajados, más de 1 600, lo cual constituye una formidable labor, suficiente para incluirlo junto a Jorge Luis Valdés, Omar Ajete y Faustino Corrales entre los zurdos más efectivos de todos los tiempos.
MATTY Y LA SCREW BALL
Entre los cinco primeros en PCL en la relación de lanzadores de Grandes Ligas aparece en el quinto puesto un serpentinero considerado entre los más grandes en toda la historia de ese béisbol. Christy Mathewson (Matty) ganó 343 juegos en su carrera, 13 veces salió triunfador en 20 o más partidos, cuatro con 30 o más victorias y en cinco oportunidades fue puntero en promedio de limpias.
Matty es señalado como el inventor de un lanzamiento llamado en inglés fade away y hoy conocido como screw ball. Fue uno de los cinco jugadores escogidos para integrar el Salón de la Fama de Cooperstown en 1936.
Como verán, no es fácil ser el líder en PCL en ninguna liga. Casi sin excepción ese título le ha correspondido a un pitcher con recursos suficientes para colocarse por encima de los bateadores. Una razón más para considerar al PCL como una estadística de extrema importancia.