Autor: Ventura de Jesús
El joven receptor matancero anhela ganar el título nacional con los Cocodrilos. Foto: Moreno, Juan
El espigado receptor Ariel Martínez es uno de los jugadores más convincente y talentoso de la nueva hornada de peloteros cubanos.
Resulta gratificante que el muchacho se desempeñe en la receptoría, una posición difícil que exige carácter y donde los hombres se hacen sobre el paso del tiempo y el espíritu de trabajo.
Con un mundo por aprender, el joven atleta matancero causó muy buena impresión en los play off de la última campaña. Se hace notar sobre todo en los momentos cruciales del juego, en los que se prueban los grandes de verdad. Con 19 años de edad y dos campañas nacionales, muestra progresos en el aspecto defensivo y es cada vez más eficaz con el madero.
Su estatura de un metro y 90 centímetros refuerza una imagen dominante detrás del plato. A ello suma su brazo de tirar que, aunque todavía por educar, es fuerte y certero.
—¿Por pulir, pero es un diamante empezaste a interesarte en la pelota?
—Desde muy pequeño, a los cinco años. Cuando vi practicar a los muchachos del barrio enseguida me gustó. Luego eso de jugar pelota se convirtió en lo máximo. En mi corta vida no hay nada ajeno al béisbol.
—¿Quién descubrió que ibas a ser receptor?
—Fue por una casualidad. Cuando empecé en las edades infantiles, en el beisbolito ubicado en el Viaducto, me desempeñaba en tercera y primera; también me gustaba pitchear. En el último partido de un campeonato irregular faltó el cátcher y asumí. Desde entonces me enamoré de la posición y es la que he defendido hasta hoy.
—Al parecer tienes dificultades para recibir algunos lanzamientos. ¿Puede estar ahí tu principal falla?
—No es un secreto para nadie, es en el aspecto defensivo donde más tengo que trabajar para perfeccionar la técnica y mi desempeño en sentido general. Los conocedores dicen que eso se logra con la labor diaria y haciendo mucho bullpen. Por esa razón me preparo para participar en el campeonato Sub 23 y jugar toda la pelota que pueda.
—¿Alguna enseñanza útil que recuerdas haber recibido de receptores, en activo o ya retirados?
—He tenido la oportunidad de conversar con Ariel Pestano y Juan Castro. Ambos me dieron consejos que considero muy importantes para mi carrera actual y futura. Entre otros aspectos, Pestano insistió en que debía ser más activo detrás del home y dirigir más el partido, que para ser un buen receptor se necesita entrenar mucho y sacrificarse al máximo. Juanito, por su parte, hizo énfasis en elementos técnicos, en cómo debo ubicarme para recibir mejor los lanzamientos y otros detalles que deciden la eficacia en los tiros a las bases y en el bloqueo del plato.
“Agradezco también las recomendaciones de Frank Camilo Morejón, y de Evelio Hernández, quien ha trabajado conmigo durante varios años. De todos he aprendido que la clave para ser un buen receptor es la inteligencia. Un buen día es aquel en el que uno se presenta excelente a la defensa, aunque te vayas en blanco a la ofensiva”.
—¿Te gusta venir a batear en turnos importantes?
—El bateo es mi fuerte, donde me siento más seguro. Desde las categorías inferiores siempre tuve la suerte de empuñar en momentos claves del juego. Tengo la dicha de no presionarme. Voy a hacer lo mío calmado y consciente de la responsabilidad.
—¿Cuál es tu relación con el fútbol?
—Soy admirador de todas las disciplinas, pero mi deporte predilecto es el fútbol. Lo que pasa es que la pelota llegó primero y se adueñó de mí.
—¿Qué pasa contigo cuando cometes un error ?
—Me siento mal, aunque trato de que no se acabe el mundo. Después de todo, el error es parte del béisbol. Eso sí, intento crecerme y busco con afán la forma de compensar la falta con algo bueno.
—Háblame del equipo de Matanzas, ¿qué le falta para coronarse?
—Es muy difícil la respuesta. Todos los años entrenamos fuerte y nos preparamos en cada uno de los aspectos básicos. Llegamos a alcanzar la forma óptima, pero al final no sé qué pasa, quizá la suerte no nos acompañe. Ahora bien, lo importante es no perder la inspiración y seguir perseverando.
Ariel Martínez confiesa que debe mucho a su familia, que sus padres lo educaron con bastante severidad y eso contribuyó a forjar su carácter. Uno de los rasgos fundamentales de su espíritu es mostrarse muy seguro de sí mismo, lo cual es palpable en el desarrollo de los desafíos. Al parecer, su pasión por el béisbol la heredó de su padre, con quien comparte todos sus problemas dentro y fuera del terreno.
Está contento con los cambios que amplían las posibilidades para los peloteros cubanos, y su primer sueño es alcanzar el título con el equipo de los Cocodrilos, un conjunto que tras su súbita ascensión en la tabla de posiciones (del lugar 14 a los puestos de vanguardia) no ha encontrado el remate para llevarse el banderín.