Por: Juan A. Martínez de Osaba y Goenaga
“Un sensacional pitcher de poder, de recursos y de bolas difíciles”. Manolo de la Reguera
Los deportes aparecen después de recorrer el proceso y el acto de creación. Imbuidos en sus descubrimientos, los elegidos se sienten realizados al aportar una modalidad de competencia individual, o de juegos con pelota. Sucedió con la reglamentación del fútbol en la Inglaterra del siglo XIX, la aparición del volleyball o el basketball en los Estados Unidos, el hockey sobre césped, o el balonmano; un mismo derrotero.
Las primeras formas de actividades físicas no eran deudoras de la ciencia, con objetos sin delimitar ni definir, que tomarían cuerpo con el advenimiento y posterior desarrollo de la humanidad.
La ciencia del deporte es una gran parte de la ciencia de la educación que roza ampliamente, partiendo del fenómeno juego, muchas otras disciplinas: filosofía, psicología, medicina, historia de la cultura, etnología, sociología. Al igual que en otras partes, también aquí aparece la necesidad de una síntesis: ella es la ciencia del deporte.
Los avances científicos han sido determinantes en el proceso de desarrollo y evolución del deporte. Prácticamente no hay una esfera de la producción que no haya aportado a la tecnología, que permite conquistar los nuevos récords; con otros objetivos, puede llevar a la degradación humana a través de seres tramposos que procuran endiosarse o enriquecerse con sustancias prohibidas que afectan la salud psíquica y mental.
No es secreto que los conocimientos empíricos también rinden favorables resultados. Dependen de la inteligencia de los jugadores y quienes los dirigen o entrenan. Antes de 1959 no hubo centros educacionales de perfeccionamiento deportivo, solo atisbos como la Escuela de Verano de la Universidad de La Habana, y otras pocas. El empirismo se enseñoreaba en nuestras instalaciones. Y la pelota no era ni podía ser una excepción.
Los años de duro bregar por los estadios de la Isla, llevaban a los jugadores retirados, con mayor o menor talento, a sustituir a quienes los habían conducido, en un típico acto de herencia cultural; tradición que funcionó como anillo al dedo. Miguel Ángel González, Martín Dihigo, Adolfo Luque, Lázaro Salazar, Regino Otero, José María Fernández, Tony Castaño, Reinaldo Cordeiro, Sungo Carreras… En fin, de los buenos o mejores jugadores, brotaban entrenadores y managers.
Se daba el caso de que un iletrado como Fermín Guerra, se convirtiera en manager de puntería al frente del ALMENDARES y hasta llegara a proclamarse campeón en la primera Serie Nacional de 1962, con los OCCIDENTALES. La experiencia era determinante para que las autoridades del béisbol y los dueños, ubicaran en puestos claves a hombres de “pelo blanco”, con un buen historial en sus espaldas, respetados por los jugadores y la fanaticada ávida de buen béisbol.
Así las cosas, los managers fundadores de nuestras Series Nacionales, que se estrenarían el 14 de enero de 1962 en el Latinoamericano, provenían del béisbol rentado: los OCCIDENTALES de Fermín Guerra, José María Fernández también exreceptor y manager dirigió al HABANA, Antonio Tony Castaño, quien se había impuesto al frente del CIENFUEGOS en los dos últimos campeonatos y había sido jugador de cuadro, comandó a los AZUCAREROS y el exlanzador Pedro Natilla Jiménez, dirigió a los ORIENTALES. Tres de ellos actuaron en esas funciones en el último torneo profesional: Fermín Guerra con el HABANA, Tony Castaño ganó con el CIENFUEGOS, y José María Fernández, con el MARIANAO.
La experiencia continuó imponiéndose en las primeras siete campañas: Fermín Guerra (1962); Ramón Carneado, un exreceptor del VEDADO TENNIS CLUB y de la UNIVERSIDAD DE LA HABANA, con una sola incursión en el profesionalismo, ganó cuatro años consecutivos con los INDUSTRIALES (1963-1966), Roberto Ledo en 1967 con los ORIENTALES, en aquella memorable actuación de Manuel Alarcón, y Juan Coco Gómez, con el HABANA (1968).
Pero las cosas cambiarían, cuando a partir de 1964 un grupo de jóvenes se fueron a estudiar con profundidad:
Hoy, una institución como la Escuela Superior de Educación Física ‘Comandante Manuel Fajardo’ (ESEF), nos muestra cómo el deporte se identifica con la cultura, cómo es rama de la cultura, allí donde el estudio de la historia universal, del idioma, de las matemáticas, de la física, de las ciencias políticas, se emparejan con el estudio-técnico no tan solo de los deportes, sino de las condiciones físicas y sicológicas que son necesarias al individuo que pretende practicarlos, usándose de sistemas de estudio, análisis y detección de facultades, que dejan asombrado al visitante.
Correspondió a Servio Tulio Borges, recién graduado de la ESEF, dar la clarinada championable en la serie de 1969, al frente de los AZUCAREROS. Y con aquella actuación se había roto el mito, pues Natilla Jiménez supo echarse a un lado, en un gesto que dignificó aún más su prestigio. Él renunció a dirigir al potente AZUCAREROS y lo puso en las manos del bisoño entrenador.
Aquel hecho ha pasado a mejor vida, pero tuvo una importancia capital, ya que provocó una revolución en el deporte de las bolas y los strikes. A partir de allí se abriría paso la ciencia de la pelota, asesorada por la sabiduría que da el terreno, una simbiosis que rindió muchísimos frutos. Por Oriente fue elegido Francisco Escaurido, en La Habana lo fueron Humberto Arrieta y Eugenio Wilson.
En Pinar del Río, Francisco Catibo Martínez de Osaba (llevó a los VEGUEROS al 2do. lugar en la campaña 1974-1975), después Charles Díaz y Jorge Fuentes (múltiple campeón); en Las Villas estaría Eduardo Martín (varios títulos nacionales e internacionales), por Camagüey Carlos Gómez (ganó en 1976), así como Carlos Martí en Granma, quien hoy se sostiene contra viento y marea. Matanzas fue la única provincia que continuó sin jóvenes del Fajardo al frente de sus equipos.
Y aquellos muchachos obtendrían sonados éxitos. Baste decir que Servio ganó con los AZUCAREROS en su primera incursión. Entonces lo nombraron director del equipo CUBA y también se impuso en el Campeonato Mundial de República Dominicana 1969, siempre con Natilla al lado. Comenzaría a escribirse una nueva leyenda, pues con esas actuaciones decrecieron los detractores, que siempre los hay, y aquellos a quienes algunos llamaron peyorativamente “fajardistas”, demostraron que la ciencia no puede estar reñida con ninguna obra, todo lo contrario, siempre que se apoye en la experiencia. Sin dudas, el más destacado entre ellos, dentro y fuera de Cuba, ha sido Jorge Fuentes.
Sin Pedro Jiménez, aquel que supo dar la clarinada, quizás hubiese demorado el salto cualitativo. Pero, ¿quién fue Natilla?:
Un lanzador derecho que nació en Santa Cruz del Norte, La Habana, el 23 de febrero de 1920 (otras fuentes lo sitúan en 1918), y falleció el 9 de marzo de 1979, en esa localidad (otros señalan el 23 de febrero). Hombre de fortaleza poco común, en sus años mozos fue un excelente portero de fútbol, pero había nacido para subirse a la lomita del box y dejar profundas huellas.
Sin lugar a dudas, resultó entre los pitchers más sobresalientes en el amateurismo cubano, junto a Conrado Marrero, Julio Jiquí Moreno, Rogelio Limonar Martínez, Antonio Lindo Suárez, Sandalio Potrerillo Consuegra, y otros. De muy buen control y velocidad, fue Natilla la gran estrella del poderoso HERSHEY SPORTS CLUB en los años de gloria del conjunto, bajo la dirección de Joaquín Viego. Allí se codeó con Roberto Ortiz, Andrés Fleitas, Antonio Quilla Valdés, y otros estelares.
Con solo diecisiete años había debutado en la Liga Nacional Amateur y estuvo a punto de ser líder de los lanzadores. Más que importante resultó su actuación entre 1938 y 1940 para la coronación del HERSHEY. En 1938 fue el mejor entre todos los pitchers. Además, el 23 de septiembre se apuntó un no hit no run frente al DEPORTIVO CÁRDENAS. En 1939 repitió el liderato y contribuyó a la ofensiva con .379 (58-22), más 16 impulsadas. Su año menos fuerte fue 1940, al cerrar con acumulado de 7-3 y 2,42. Estuvo tres campañas más con el HERSHEY. En total, su registro fue de 75-25 y 2,20, de lo mejor en la historia de la Liga Nacional Amateur, adscripta a la Unión Atlética de Amateurs de Cuba.
Fue seleccionado para los Juegos Centroamericanos y del Caribe, de Panamá 1938, donde ganó un partido clave frente a EL SALVADOR (4 x 0), en el que disparó un jonrón. Luego asistió a la segunda Serie Mundial Amateur de 1939, en La Habana y fue el mejor pitcher del evento. Brilló sobre el montículo y a la ofensiva en la justa de 1940; estuvo a punto del no hit no run frente a MÉXICO.
Precisamente, en 1938 había cometido una infracción, penalizada con seis meses de suspensión por la Liga Nacional Amateur y quedó a disposición del Comité de la Unión Atlética de Amateurs de Cuba (UAAC). Resulta que lanzó en un desafío de exhibición contra el HABANA de la Liga Profesional Cubana, en su condición de amateur y lo hizo por el CIENFUEGOS SPORTS CLUB, sin recibir el permiso de su equipo, el HERSHEY SPORTS CLUBS. El hecho puso en peligro su participación en la apertura del torneo de 1939, lo que provocó un clamor popular, pues en ese momento estaba considerado como el más destacado de aquel circuito. El CIENFUEGOS SPORTS CLUB fue multado con 50 pesos cubanos.
Tal fue el reclamo, que a la UAAC solo le quedó la siguiente opción:
El Comité Ejecutivo acuerda acceder a dicha petición del lanzador Pedro Jiménez, en razón de que al haberse cumplido por el atleta cuatro meses y siete días la suspensión, ha acreditado debidamente la disciplina y acatamiento al fallo, así como por otro lado habiendo cesado las gestiones encaminadas a pedir el perdón, el mismo es la resultante de la libre determinación del Comité, cuya autoridad ha quedado plenamente comprobada.
Efectivamente, lanzó en el desafío inaugural de 1939 contra el YARA y solo permitió un sencillo, para vencerlos 8 x 0. Además, conectó de 3-2 y anotó un par de carreras. El comentarista Pedro Galiana afirmó que Natilla había regresado con más velocidad.
En 1941 se mantuvo con la escuadra antillana para el IV Mundial, y en 1943 fue elegido el Más Valioso en el quinto certamen del orbe, luego de ser el de mejor efectividad, implantando un récord de 30,2 innings sin aceptar carreras limpias, a pesar de sufrir un revés. En ese evento se recuerda un gran batazo que conectó como sustituto del artemiseño Francisco Chito Quicutis, frente a VENEZUELA, lo que reafirma su condición de pelotero completo.
Después participaría en tres temporadas de la Liga Profesional Cubana y en un torneo independiente. En 1944-1945, con el HABANA (6-6), 1945-1946 (13-8), 1946-1947 (6-3) y 1947-1948, con el LEONES del torneo independiente de la Liga Nacional (2-4). En esa última campaña fue eje central de un altercado entre las paralelas Ligas de la Federación y la Profesional Cubana, al abandonar la primera para pasar al HABANA. Hasta trataron de sancionarlo. Participó en tres campañas de Ligas Menores de los Estados Unidos, con los equipos PORTSMOUTH, ATLANTA e INDIANÁPOLIS. Pero fue un hombre muy apegado a sus raíces, quizás por ello no avanzó más.
En 1950 decidió radicarse por un tiempo en Maracaibo, Venezuela, donde se dedicó a regentear un hotel conocido por La Francia, en unión de su amigo venezolano Roberto Angulo, un conocido deportista. Todo parecía marchar sobre ruedas, cuando una tarde, en el bar del hotel discutieron fuerte por los excesivos gastos de Angulo y pérdidas en las carreras de caballos.
Nadie parecía percatarse del asunto, cuando el agresor se levantó del asiento, sacó un revólver y le hizo tres disparos a Natilla, quien se desplomó con toda su pesada osamenta. El criminal trató de seguir disparando, pero por suerte el arma dejó de funcionar. Se marchó del local en su auto y fue detenido unos minutos después. Aunque hay diferentes versiones, la más verídica parece ser que las heridas fueron dos a sedal en el cuello, y la otra en el abdomen. De inmediato fue internado en el Hospital Caribean, donde lograron extraerle el proyectil y salvarle la vida.
Una vez recuperado, regresó a la patria, donde fue recibido con todos los honores por sus compañeros de equipos y el pueblo. Hasta se entrevistó con Miguel Ángel González, con quien bromeó estar en condiciones de lanzar. Había cerrado los negocios en el exterior y decidió, definitivamente, regresar a su casa en Santa Cruz del Norte, con toda la familia.
A su retiro, continuó vinculado a la pelota. Con los recursos que había acumulado abrió un bar en las estribaciones posteriores del Gran Stadium de La Habana, hoy Latinoamericano, donde se daban cita los jugadores, managers, y aficionados en busca de autógrafos. Allí, en un franco ambiente beisbolero, se podía ver confraternizar al habanista Pedro Formental, con el almendarista Conrado Marrero, el marianense Orestes Miñoso, el pinareño devenido cienfueguero Pedrito Ramos, y hasta al mismísimo Joe Cambria, aquel scout que contrató cientos de cubanos para el Béisbol Organizado, junto a muchos de sus coterráneos, como los azules Rocky Nelson y Tom Lasorda.
Natilla tuvo una participación activa en el filme Honor y gloria, de Ramón Peón, en 1952, dedicada a la vida de Roberto Ortiz. Ahí, pasado de libras, se le ve lanzando, atendiendo a los clientes en el bar y hasta en animadas charlas con los protagonistas. Vivió una activa existencia béisbol-arte, pues él había sido un artista emérito del montículo.
Con notable entusiasmo, al triunfo de la Revolución se dedicó a trabajar como entrenador, incluidas las direcciones de diferentes equipos, como los ORIENTALES durante tres temporadas, también entrenó a los bisoños jugadores de Pinar del Río en torneos zonales regionales y terminó esa labor al frente de los AZUCAREROS.
Durante varios años estuvo al frente de la preparación de los lanzadores del equipo CUBA: en los Campeonatos Mundiales de República Dominicana 1969, Maracaibo, Venezuela 1970, y en La Habana 1971, donde se impusieron los cubanos. También lo hizo en los Centroamericanos y del Caribe de Panamá 1970, los Panamericanos de Cali, Colombia 1971, y otras competencias.
Había resultado un avezado cazatalentos. Suele recordársele en dos hechos trascendentales: la captación del campesino Antonio Muñoz, conocido posteriormente como el Gigante del Escambray, y por echarse a un lado para ceder las riendas de los famosos AZUCAREROS de finales de la década del sesenta del siglo XX, al joven Servio Tulio Borges.
Pero los tiempos cambian, los fenómenos suelen regresar de diversas formas. En los últimos años, como un vivo ejemplo del comportamiento de lo cíclico y lo progresivo, la pelota cubana ha vuelto a los tiempos de Fermín, Natilla, Ledo y compañía. La mayoría de los managers son jugadores retirados, muchos de ellos sin graduarse en los estudios universitarios, pero hay una diferencia: ninguno es iletrado. Con los años quizás retornen otros “fajardistas”. He ahí un asunto para dilucidar a largo plazo.
Por ahora seguimos rindiendo honor a Natilla Jiménez, aquel hombre que fue seleccionado entre los Cien Mejores Atletas del Siglo XX en Cuba. Luego de su fallecimiento, se creó en Santa Clara un terreno para niños que lleva su nombre. En varias ocasiones han sido dedicados torneos de menores a su figura.
Aquí hemos reseñado la obra de un imprescindible del béisbol cubano, un hombre que se destacó en todas las formas organizativas: como amateur, en el profesionalismo, y cuando otros partieron, echó anclas en su tierra para mejorar el nivel de los jóvenes. Renunció a los bombos, los platillos y múltiples ofertas, solo por el orgullo de echar hacia delante la pelota cubana y ver reinar a su país en el concierto internacional.
Veamos algunos de sus resultados:
Liga Nacional Amateur:
JG JP PCL
75 25 2,20
Récords:
-En 1937, año de su debut en la Liga Nacional Amateur, estuvo a punto de ser líder en efectividad (1,70), además de alcanzar balance de 8-3.
-En 1938 logró 15-1, con promedio de limpias de 1,52, para encabezar a los lanzadores.
-El 23 de septiembre de 1938 se apuntó un no hit no run frente al DEPORTIVO CÁRDENAS.
-En 1939 repitió el liderato (11-1, y 1,51); donde también contribuyó a la ofensiva: .379 (58-22), con 16 impulsadas.
-En 1943 fue 2do. en ponches (143).
Eventos internacionales:
JG JP PCL
6 1 0,83
Récords:
-En la Serie Mundial Amateur de 1939 en La Habana, resultó el mejor lanzador (2-0, y 0,95).
-En 1943 fue elegido el Más Valioso en la 5ta. Serie Mundial, luego de ser el de mejor efectividad (0,00), implantando un récord de 30,2 innings sin aceptar carreras limpias.
-En total acumuló balance de 6-1, con efectividad de 0,83.
Liga Profesional Cubana:
JL JC JG JP PROM
99 18 27 21 .563
Récords:
-En 1945-1946 fue quien más juegos lanzó (32) y más completó (9), empatado con Jorge Comellas y el norteamericano Sal Maglie.
-También fue el máximo ganador (13).
Ligas Menores:
JL JG JP PROM PCL
70 27 12 .692 2,97
(Con documentación de Jorge Figueredo, Guías del Béisbol Profesional Cubano, Marino Martínez, Baseball-Reference.com, Adonhay Villaverde Blanco, Louis A. Pérez, Ángel Torres, Yasel Porto Gómez, Roberto González Echevarría, Félix Julio Alfonso López, Fernando Rodríguez Álvarez, Alfredo Santana, Marino Martínez, Eddy Martin, Elio Menéndez, Severo Nieto, Gabino Delgado, Peter Bjarkman, Rogelio Augusto Letusé La O, Jess Losada, Eladio Secades, Nelson Varela, René Molina, Juan Ealo, Norberto Codina, Jorge Fuentes, Francisco José Martínez de Osaba, Servio Tulio Borges, Antonio Muñoz, Pedro Galiana, Manolo de la Reguera, y otras fuentes).