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Por ELSA RAMOS
Entre todos los peloteros espirituanos, Harbin Castellanos Pérez resulta el más privilegiado en el año beisbolero que concluye, pues es el único de esta tierra que cerrará el 2016 con un título de campeón mundial como parte del Cuba en la categoría Sub-15.
Decirlo es más fácil que creerlo, sobre todo por la sequía de “oros” de nuestro país en los principales eventos internacionales durante los últimos años en todas las categorías.
Por eso para el lanzador cabaiguanense el disfrute es doble, ya que además garantizó, desde bien temprano, su presencia en la lista de los mejores del año en una provincia donde el béisbol ha sido pródigo en malas noticias.
Ni el tiempo ha podido mitigar el tamaño del triunfo, resonante por demás al desbancar en su propio patio a los favoritos japoneses. También porque de su brazo se colgó la victoria en el partido de Cuba frente a la República Checa, partido crucial para los cubanos porque definía si quedaban en el camino o no.
Castellanos registró una soberbia actuación al llevarse el éxito con cinco innings lanzados, un solo hit y 10 ponches. “En realidad estaba un poco desesperado, como era el único zurdo esperaron hasta última hora, pero me esmeré a pesar de que el juego era tenso. Fíjate, que si nos hacían más de dos carreras ya no clasificábamos. Apelé al control y a la recta en la esquina y pude salir bien; de hecho, hasta me valoraron para la final, pero no hizo falta”.
Aunque es bien conocido el desenlace, en Harbin, se resume la valía de un equipo que subió de tono en la competencia. “El horario nos tenía mal, pero fuimos con una preparación física muy buena y la psicológica todavía mejor. Creo que el equipo se esforzó más por todo el trabajo que había pasado en Ciego de Ávila durante la preparación, pues las condiciones no fueron buenas, prácticamente no contábamos con un terreno para entrenar, pero nos crecimos”.
Valga decir que el elenco se desbordó en un torneo donde, quizás por los constantes descalabros foráneos, Cuba no fue con etiqueta de archifavorita.
“Los japoneses no lo querían creer, se prepararon un año entero, se reunieron dos meses antes; al final el director se puso pesado y los mandó a correr después de la derrota. Para Cuba fue importante porque mejoramos la ubicación en el ranking mundial”.
Y hubo más, al menos en lo individual. “Aproveché para conocer de los lanzadores nipones: hay que ver lo exactos que son, su control, las repeticiones que hacen”.
Lo de aprovechar es para reforzar sus credenciales como uno de los mejores talentos del béisbol espirituano. Con una recta que alcanza las 86 millas, Castellanos es, al decir de su entrenador Ramón Gardón, “un muchacho que tiene buena mecánica, una buena curva y da mucho strike… ¡ah!, y cuando está entrenando hay que pararlo”.
La opinión la comparten sus padres Neysi e Ibrahím, quienes confirman su disciplina en los entrenamientos aunque esté en la casa.
Eso demuestra que no llegó de modo gratuito al equipo Cuba. Pese a que su equipo no logró clasificar, sus guarismos lo ubicaron entre los lanzadores más destacados del país en el Campeonato Nacional. Se ubicó como segundo en ponches con 105, noveno en entradas lanzadas con 67 y dos tercios y en PCL con 2.00, además de quinto en lechadas con dos.
Desde que asomó su brazo por el área de Cabaiguán de la mano de Yunieski Cuba, hasta su fogueo en las de José Israel y Gardón, Harbin no ha hecho quedar mal a quienes le recomendaron dedicarse únicamente a lanzar.
Internacionalmente se ha hecho sentir porque en su joven carrera el zurdo ya atesora una participación en un Torneo Iberoamericano disputado en Puerto Rico cuando tenía 12 años, donde resultó el más valioso al ganarle a Venezuela y a Puerto Rico, este último en la final. También intervino en el Panamericano Sub-16, en Panamá, este propio año.
Por la cercanía en el tiempo, ya mira hacia el box de los Gallos, la meta más cercana en sus expectativas. “Continuaré entrenando para llegar ahí y luego seguir”.