Autor:Osviel Castro Medel
BAYAMO, Granma.— No hay en la pelota cubana de estos tiempos un primer bate más desequilibrante, si cabe esa palabra. Parece volar de home a primera; por eso los jugadores a la defensa no deben pestañear cuando él corre; tiene, como pocos, la capacidad de calcular el tiempo de los lanzadores para estafar bases a chorros; puede «salir caminando» antes de pegarle a la bola.
Y en la defensa sabe «degollar» una pelota que parece destinada a caer entre dos en los jardines. Así lo hizo varias veces durante el IV Clásico Mundial. Ese virtuoso es Roel Santos Martínez, un muchacho de 30 años, que empezó a jugar béisbol en un apartado rincón de la Isla llamado Miramar, en el municipio granmense de Niquero.
«Ahora soy de Granma y de Cuba», dice sonriendo mientras recuerda que fueron Luis Yuri y José Ángel Prada sus primeros entrenadores. Muy lejos estaban ellos de imaginar que su pupilo, hoy residente en Bayamo, iba a llegar a jugar en la liga profesional de Japón o a convertirse en el hombre proa de la selección nacional.
«Siempre me he trazado metas altas», comenta en diálogo con JR, una conversación que tuvo lugar horas antes de que los Alazanes de Granma fueran despedidos —para el duelo contra Las Tunas— por cientos de sus seguidores y las máximas autoridades del territorio.
—Comenzaste con Granma en el play off de comodines contra Villa Clara. Los inicios no fueron buenos, pero terminaste con 333 de average y OBP de 448.
—Es verdad que no arranqué bien, llegaba de Japón, donde el pitcheo es muy diferente al de Cuba, tuve que adaptarme de nuevo a los lanzadores de aquí; uno debe hacer ajustes porque la velocidad a enfrentar no se parece a aquella.
—Fuiste el único de la temible tanda de Granma que pegó hits en los cinco partidos contra Matanzas. ¿Será igual contra Las Tunas?
—Siempre pienso en el resultado colectivo, no en lo individual; lo importante es que el equipo gane, aunque sé la importancia de un primer bate para cualquier selección. Estoy enfocado en hacer mi trabajo para aportar victorias.
—¿Cómo ves esta inédita final, inesperada para algunos? ¿Hubieses preferido jugar en el Latinoamericano?
—Va a ser una final muy difícil para los dos, llegaron los equipos que mejor lo hicieron. En cuanto a lo del Latino, uno debe entregarse en cualquier terreno que juegue, eso es lo primero. En Granma tenemos la filosofía de que todos los rivales en play off son complicados y que la victoria se obtiene en el terreno.
—Jugaste apenas 38 partidos y robaste 17 bases, más otras cuatro en la postemporada contra Matanzas. Se habla de que haber pasado por Japón te ayudó mucho en ese aspecto del juego.
—Si revisan mis números anteriores se darán cuenta de que no fue en Japón donde aprendí a robar bases; estar allá me ayudó a perfeccionar algo que venía haciendo en los últimos años. Pasar por Canadá también ha contribuido a mi formación; es decir, creo que he aprendido de cada liga un poquito: en Japón, Canadá y, por supuesto, en Cuba, que fue donde me hice pelotero.
—¿Por qué no se te vio haciendo el llamado timón en los partidos contra los yumurinos?
—Fueron días de lluvia; los terrenos estaban mojados y así no siempre funciona el toque de bola o el machucón.
—Esta es tu tercera final porque ya jugaste una con Pinar del Río y otra con Granma y en ambas saliste campeón, ¿esperas lo mismo ahora?
—Vamos con el mayor optimismo, pero siempre respetando a los contrarios y reconociendo su calidad. Te digo que las dos anteriores, con Pinar y Granma, me hicieron muy feliz. Ahora queremos volver a darle otro alegrón al pueblo de Granma y nos entregaremos, con el corazón, para logarlo.