Autor:Norland Rosendo
En una decisión en la que le iba la vida, el estratega matancero Víctor Figueroa siguió con su plan inicial de darle la pelota para el cuarto partido al pinareño Yosvani Torres. Si le salía bien, tendría a Yoanni Yera para montarse encima de los Alazanes en el play off; pero si no, como sucedió, disminuyen las apuestas a una remontada, después de que en los últimos años, con ventaja, incluso, los Cocodrilos no han podido dar el mordisco final.
Más pragmático, Carlos Martí se decantó por Lázaro Blanco. Un tercer triunfo, y a la hila, sería la más mortífera de las patadas que podría darle en la panza a los «Coco-Tigres». Martí juega al seguro; o al menos, eso intenta. Con él no hay sorpresas ni intuición, y esa estrategia, en subseries tan cortas, suele ser eficaz. Y Blanco, que en el partido de la apertura no había lucido bien, esta vez se desquitó, y a qué hora. Lanzó los nueve innings, le dieron solo cuatro hits y ponchó a siete rivales.
Yosvani Torres es un pitcher corajudo, de los que se encarama en el box y hay que batearle porque tira strike todo el tiempo y sin mucho tiempo entre un envío y otro. Y esa cualidad lo hace elegible para momentos en que otros viran la cara cuando el mentor anda buscando disposición en los rostros.
Combina hábilmente sus pitcheos —recta y tenedor, fundamentalmente— y los coloca en zona baja frente a bateadores de una y otra mano, por lo que durante la temporada regular le produjeron más del 65 por ciento de las conexiones de rolling.
Figueroa también tomó en cuenta que en siete postemporadas el pinareño tenía 15 victorias y trabajaba para 4.38 de efectividad y WHIP de 1.47, su relación de ponches por boletos era de 2-1 (72/35), pero sobre todo, es ese jugador que hasta con un brazo en cabestrillo está pidiendo la pelota. En play off, hombres como él son los imprescindibles.
Escribo todo esto porque sé que la disyuntiva: Torres o Yera, era, desde antes de empezar el juego, comidilla mediática y de los aficionados. Por ejemplo, yo, si veía al zurdo dispuesto y en buena forma, no lo pensaba ni un segundo: me moría con él. Figueroa, en cambio, decidió antes de que el pareo se le pusiera 1-2.
En defensa de la apuesta de Figueroa, Torres tuvo una apertura de calidad. En 7.2 entradas de labor tenía sujetas las bridas de los Alazanes, y en circunstancias complejas sacó los outs claves, pese a que le marcaron tres carreras. Torres se comportó con hidalguía.
Aunque era una decisión compleja, pues el pinareño llevaba varias semanas sin lanzar y el juego de anoche era crucial, no se le puede adjudicar a esa estrategia el resultado del partido.
Torres y Blanco demostraron el valor del pensamiento táctico desarrollado y del dominio en la colocación de los pitcheos, pero el anfitrión estuvo mejor, en un juego en el que Miguel Lahera dio un boleto con la casa congestionada para abrir un tantico más la pizarra en el octavo episodio y las mayores críticas se las merece el corrido entre bases de uno y otro equipo.
En el segundo capítulo les tocó a los Rojos lucir mal en ese aspecto; después de dos outs, Ariel Sánchez conectó hit y lo imitó Eduardo Blanco, pero quisieron jugar con el error del contrario y Ariel fue capturado intentando pisar la goma.
Luego fueron los de casa quienes suspendieron la misma asignatura. Había dos hombres en base sin out, y uno de los males que corroe tácticamente a la pelota cubana, el exceso de toque, fue el «culpable» de que enfriaran a Yulexis La Rosa en la esquina caliente, después que Roel Santos se fue en blanco intentando sacrificarse.
Hoy puede acabarse el play off entre ambos equipos. En duelo de zurdos, Yoanni Yera tratará de estirarlo, mientras Ulfrido García buscará poner a los Alazanes otra vez en la final.
Más parece lo segundo que lo primero, pero en pelota y, sobre todo, en la cubana, no se fíe de los vaticinios ni de las probabilidades.