Por Redacción Deportiva
El pasado mes de marzo, Ricardo Fraccari, presidente de la Confederación Mundial de Béisbol-Sóftbol (WBSC), anunció en La Habana que después de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 los partidos internacionales en todas las categorías tendrán una duración de siete entradas. El objetivo es globalizar más esta disciplina y garantizar la permanencia o cupo olímpico. Por supuesto saltaron de inmediato criterios a favor y en contra de la presumible medida. Aquí sumamos tres criterios más para debatir.
Una hoguera para el béisbol
Por Daniel Martínez
Confieso que soy un devoto de las acertadas tradiciones. Algunas me hacen sentir orgulloso de lo que somos como nación. Una de ellas es la pelota, a la cual considero un depósito sentimental que debe atenderse con esmero.
La reducción de los partidos a siete entradas que propone la WBSC persigue atornillarse en el calendario olímpico y alcanzar su añorada universalización, dos metas en tiempos donde la avaricia comercial es capaz de convertir en cenizas las esencias del deporte que se cruce en la mirilla de sus intereses.
Aunque prefiero las transformaciones (muchas nos permiten evolucionar como sociedad) esta idea, envuelta en buenas intenciones, ataca la más profunda naturaleza de la disciplina. ¿Por qué? Pues arremete contra la integridad, las reglas y la estrategia.
¿Lo duda? Sin intención de atiborrarlo, se me ocurre marcarles un par de strikes con sencillas interrogantes, que sin profundizar abruman: ¿Cuantos innings deberá almacenar un abridor para descorchar el triunfo? Podría ganar sin desafiar siquiera en par de ocasiones a la alineación rival ¿Se asignará un número de relevistas por duelo y se reducirán las visitas al box?
Ofensivamente también provocaría un cisma. Serán menores las oportunidades en el cajón de bateo, lo cual influiría en los liderazgos, pues habría menos comparecencias por juego. De este modo las estadísticas y los récords sufrirán importantes descensos.
Ello sin olvidar que la idea ataca la savia de un juego que tiene entre sus tesoros más preciados los impredecibles contextos técnico-tácticos que brotan de la acción.
Es justo aclarar que los designios de la WBSC solo serán efectivos en justas que ellos organicen. Es decir los principales certámenes profesionales del mundo, las Grandes Ligas de EE. UU. y la Liga Profesional de Japón no llevarán a efecto la intención. Ambos circuitos, fieles defensores de un legado que se edificó reverenciando su más pura esencia, conocen lo que significaría una mutación de tal magnitud.
Desconozco que camino tomará el béisbol patrio en cuanto a este experimento. Me permito recordar que a pesar de sus tribulaciones, para los cubanos es una necesidad espiritual que nos acompaña y emociona. Es de igual forma arte y ritual vivo, al que nada humano le es ajeno. Su autenticidad, una de las más lúcidas de la nacionalidad, nos convoca a plantar bandera para defender su pura esencia. ¿No lo cree?
Lo razonable sobre la mesa
Por Ernesto León
Desde hace varios años acortar el tiempo en el béisbol se ha convertido no solo en una obsesión de la WBSC, sino de varias ligas profesionales del mundo. La diferencia estriba en que la entidad internacional tiene una sola meta: estabilizar su presencia en los Juegos Olímpicos; en cambio de más los certámenes buscaN más ritmo y espectáculo sin perder dinero ni herir esencias.
A fuerza de ser sincero, rebajarles dos entradas traerá aparejadoS equipos de 20 o menos peloteros para eventos internacionales organizados por esa entidad, un punto favorable en la carrera por los cinco aros y que recibirá con seguridad el visto bueno de los decisores del COI.
Sobre las perspectivas de disminuir casi una hora de juego no es nada despreciable para un entorno donde el deporte que más dura no sobrepasa las dos horas y media, al tiempo que crecen las opciones recreativas para los jóvenes.
Sin embargo, nada garantiza que aumentará la atracción per se del público joven europeo y africano, pues en buena parte de América y Asia no es apreciable ese problema, incluso mientras más dure más grata es la fiesta. Para quien lo dude basta recordar partidos memorables de cinco, seis y hasta siete horas en los que la tensión aumenta con cada batazo y casi nadie hace caso al reloj.
Quizás lo más polémico de la propuesta es llegar a ella sin antes haber pasado o probado otras ideas, por ejemplo, exigir un minuto entre inning para salir al terreno; disminuir las visitas al box de los mentores; no permitir envíos de calentamiento a los relevistas; ser más riguroso con los pítcheres en cuanto al tiempo entre lanzamientos y no descansar casi cinco minutos en el quinto capítulo para el mantenimiento del terreno como sucede en la actualidad en casi todos los torneos nacionales e internacionales.
Una y otra vez la WBSC ha insistido en que la globalización de la pelota pasa por hacer más sencillas las abultadas reglas, rebajar el tiempo de los encuentros y contar con los mejores jugadores del planeta. Ya sabemos que esto último es una quimera, pues la Major League Baseball jamás cambiará su calendario.
De ahí que hayan enfocado sus acciones en las dos primeras. El Béisbol Five (conocida pelota a la mano para los cubanos) es una expresión muy concreta y asciende con facilidad. ¿Será acaso una jugada de engaño lo de los siete innings? ¿El futuro olímpico no estará en esa nueva modalidad? Parece más razonable y la mesa anda servida.
Perfeccionamiento versus tradición
Por Jorge Luis Coll Untoria, estudiante de Periodismo
El béisbol y sus “adversidades” vienen siendo noticia desde hace tiempo y los diferentes contextos exigen reformas que, para muchos, no deberían siquiera considerarse. Detrás de cada cambio parecen primar diversos intereses —económicos en su gran mayoría—, aunque también existe un importante segmento de público a favor de las nuevas medidas.
Cuando el titular de la WBSC, Ricardo Fraccari, reveló que tras la cita olímpica del próximo año los partidos organizados por dicha entidad serán a siete entradas, la avalancha de opiniones no se hizo esperar. Fue un movimiento de todo o nada: el sacrificio de una ficha en aras de alcanzar un “objetivo mayor”.
Se alega la necesidad de evolución para que el deporte permanezca en el programa olímpico y el juego se haga más dinámico, de manera que pueda competir con otras disciplinas más seguidas y de mayor preferencia por la juventud. Pero ya se ha demostrado que resulta irrelevante cuántas entradas, strikes o bolas se reduzcan en el reglamento cuando se trata de la inclusión o no del béisbol en la justa de los cinco aros.
La WBSC busca ganar fuerza, mientras la Major League Baseball continuará con los choques a nueve innings y organizará un torneo como el Clásico Mundial, en el que a muchos defensores de esta medida se les olvidará si llevan tres o cuatro horas frente a la tele.
Fraccari está obligado a actuar, aprovechando los argumentos que se han hecho populares y saturan las neuronas de quienes aman el béisbol como lo conocen desde siempre. Cambie lo que cambie, se le cuestionará y si no intenta algo los torneos de la WBSC serán, con el tiempo, cada vez más intrascendentes y alejarán la pelota del sueño olímpico del cual fue despertado para la lid nipona.
Si bien la tesis de los siete innings tiene puntos a favor, no luce lo suficientemente sólida, pues parece carecer del aliento suficiente para lograr esa suma de adeptos que eleve los estándares de la pelota jugada al margen de la gran carpa y su Clásico Mundial.
Defender la costumbre es como escudar la cultura. Los problemas no los tiene el béisbol, sino quienes lo rechazan. Pero no falta mucho para enterarnos del final de este inning y pronto sabremos si se poncha la WBSC en el intento de batear esa curva engañosa que viene en busca de un renacer y amenaza con lacerar la