Por Jorge Ebro
Aquí lo supimos siempre, pero nos acostumbramos a que lo inusual se convirtiera en rutina. Adeiny Hechavarría es un maestro de la defensa al cual siempre le buscábamos algún defecto, con énfasis en su poca ofensiva. Dicen que uno no sabe lo que tiene hasta constatar su pérdida.
Con los Yankees, el cubano vive una especie de luna de miel. Basta leer a los periodistas de la Gran Manzana para constatar cuánto ponderan y resaltan la probidad defensiva de un hombre que pasó por Toronto, Miami y Tampa Bay haciendo lo mismo, pero con mínimos decibeles de elogios.
Los bombarderos han vivido precariamente en el departamento donde más sobresale Hechavarría, especialmente en relación con otros clubes de la Americana. Entre Gleyber Torres y Miguel Andújar han cometido 30 errores de manera combinada.
En los últimos tres años, Hechavarría es el quinto mejor torpedero en las Mayores con más carreras salvadas y en las dos pasadas contiendas solo ha cometido dos errores en tiro. Lo que el ojo relataba con sus jugadas de ensueño, la controversial sabermetría lo confirma con sus ecuaciones.
Cuando regrese Didi Gregorius, Hechavarría aún continuará teniendo un papel importante como utility en el aspecto defensivo en reemplazo de cualquier jugador del infield –menos la inicial- en las entradas finales. Es un seguro para momentos clave, de esos que suelen venir en octubre.
Nueva York sabía lo que iba a recibir con Hechavarría. Pegó un cuadrangular y eso es un extra. Este es un jugador que promedio .255 de por vida en siete temporadas. Aquí no hay mucho que buscar. Lo suyo es el guante. Su defensa prolongará o no su carrera.
Pero los Yankees lo tienen claro. No como aquí en Miami, que lo canjearon a Tampa Bay por Braxton Lee para abrirle camino a JT Riddle, de quien nos dijeron en ese momento, tenían una gran promesa. Por cierto, Riddle batea en dos temporadas para .239.
Al menos el venezolano Miguel Rojas, quien comparte tiempo de juego con Riddle en el campocorto, conecta para .266, aunque ninguno de los dos cubre tanto terreno ni hace jugadas de encanto como Hechavarría. Las cosas como son.
Hechavarría se marchó como preludio de lo que vendría después, incluso antes de la era de Derek Jeter, siguiendo el viejo precepto Marlin de ahorrar a toda costa unos cuantos millones. No muchos.
Al final, la historia de Hechavarría, un candidato a ganar el Guante de Oro, es la de alguien que se va de un mercado chico a uno importante, del que pasa de una aldea deportiva a un imperio boyante, donde su nombre cobra nueva importancia bajo luces más potentes.