Escrito por René Javier Domínguez Morales
Ciego de Ávila fue por décadas un conjunto perdedor en su andar por las Series Nacionales hasta que en la temporada (1997-1998) se empeñaron en modificar la historia de la mano de Darío Cid y una generación encabezada por Roger Machado, Mario Vega, Roger Poll, Issac Martínez, Danny Miranda, Yorelvis Charles, Lisnel Cirillo, Franklin López, Ernesto Sánchez, Ariel Martínez, Evacio Negrín y Walberto Quesada.
En aquel entonces fijaron marca de (57-33) para acceder a su primera Postemporada y lanzar un mensaje al futuro: algún día seremos campeones. Sus primeros pasos en esta instancia no le depararon buenos dividendos y ser eliminados se convirtió en una constante. Sin embargo, en la Serie de Oro pisaron el acelerador hasta el fondo y lograron llegar a la final. Una vez allí, Pinar les venció con la casta de la trayectoria.
Un año más tarde enfrentarían a unos inspirados Leones que venían de descarrilar a Matanzas en una heroica batalla de siete juegos. La historia estaba del lado de los Azules, pero las ambiciones de triunfo y un nuevo enfoque en el campo arroparon a unos Tigres de lujo para sentarse en lo más alto de la cima.
Después pasó lo de siempre, algunos se desencantaron, otros eligieron marcharse para elevar su condición económica y deportiva en el mejor béisbol del mundo. El equipo se ausentó dos años de los play-offs y regresaron con aires de campeonato la pasada campaña para reconquistar el camino dorado ante la Isla en un peleado enfrentamiento.
En la 55 tuvieron un demoledor comienzo que los colocó en lo más alto de la tabla. La Serie del Caribe los descarriló un tanto y las lesiones también influyeron en el rendimiento colectivo. Finalmente perdieron la primacía y anclaron segundos. El último de los incontables parones les devolvió la forma deportiva y masacraron ferozmente a Industriales en la semifinal.
Otra vez en una finalísima se enfrentaban a un Pinar del Río que siempre es contendiente por el grueso de su historia y las 10 coronas nacionales. En un abrir y cerrar de ojos eslabonaron tres victorias consecutivas que presagiaban un temprano escobazo, pero Pinar sacó a relucir esa estirpe de guerrero para remontar la desventaja a puro corazón y coraje.
Únicamente los Medias Rojas de Boston habían regresado de un 0-3 –en 2004- en la Serie por el Campeonato de la Liga Americana ante los míticos Yankees de Nueva York para enterrar así la maldición del Bambino, que existió por 86 años, y finalmente alzaron la Serie Mundial al barrer a los Cardenales de San Luis.
Por un momento llegué a pensar que los Vegueros podían reeditar la hazaña bostoniana, pero el béisbol continúa siendo un gran misterio y cuando el momento psicológico se tornaba verde, el Tigre devoró a su adversario sin demasiadas complicaciones para escalar por tercera vez a la cúspide.
Esta final demostró que todavía el béisbol es el deporte de la gente en nuestra patria a pesar de los pesares y la afición siguió con marcado interés cada desafío aunque sus elencos no estuvieran en la duela. Esa debe ser la principal motivación para la próxima temporada: pensar en una Serie Nacional dedicada a los aficionados.
A Pinar del Río darle las gracias por creer en la utopía, por dejar una huella indeleble en el terreno y por defender la camiseta con la clase de los Casanova, Urquiola, Juanito, Oliva, Guerra, Rogelio, Ajete, Faustino, Madera, Romero, Giraldo, Omar, Lazo, Contreras, Yobal y Alexei.
A Ciego de Ávila por construir una nueva dinastía vestida con grandes jugadores y un manager exitoso que sabe cómo lograr un buena química entre sus integrantes, por el excelente trabajo en la pirámide de alto rendimiento que ha sido la base del éxito. A grandes veteranos como Borrero y Fiss también un merecido reconocimiento.
El béisbol regresará en agosto con la campaña 56 y una estructura más por enésima ocasión de la cual desconocemos casi todo. Crucemos los dedos para que la ilustre Dirección Nacional de Béisbol (DNB) nos cautive con un proyecto sensato que pueda potenciar la pasión…