Por Clark Spencer
Ángel Hernández salió de Cuba con su familia cuando tenía 14 meses de edad, pasó la mayor parte de su juventud jugando béisbol en el Babcock Park de Hialeah y llegó a ser árbitro de las Grandes Ligas.
El martes, Hernández hizo realidad un sueño cuando regresó a Cuba para participar como árbitro en el juego de buena voluntad entre los Rays de Tampa Bay y el equipo nacional cubano.
“No paré de llorar”, dijo Hernández.
Hernández, de 55 años, es el único árbitro nacido en Cuba en las Mayores. Lo acompañó al viaje Laz Díaz, también de las Grandes Ligas, de familia cubana y nacido en Carol City.
Antes de salir al terreno para el juego en el Estadio Latinoamericano, Hernández dijo que él y el resto de los árbitros saludaron al presidente Obama y a su contraparte cubana, Raúl Castro.
Aunque fue un momento muy especial para Hernández, dijo que no fue tan emotivo como la primera vez que regresó a la isla en diciembre para que lo bautizaran y esparcir las cenizas de su padre.
Su padre, Ángel Hernández Sr., dirigió la Liga Khoury de Hialeah durante 34 años, fue mentor de unos 60,000 jóvenes, entre ellos los futuros profesionales Rafael Palmeiro, José Canseco, Ricky Gutiérrez y Alex Fernández, y permitió a su hijo arbitrar juegos en la Little League.
Después de lesionarse el brazo mientras jugaba con la secundaria Hialeah, Hernández dijo que su padre lo alentó a que siguiera arbitrando.
“Le dije: ‘No quiero ser árbitro,papá. Son la Little League’ ”, dijo Hernández.
Pero Ángel padre insistió y Hernández asistió a la escuela de arbitraje en St. Petersburg, para, a final de cuentas, llegar a las Ligas Mayores, donde ha trabajado durante los últimos 25 años.
“Él siempre fue mi mentor”, contó Hernández. “Tan pronto como me di cuenta de lo que había hecho cuando se fue de Cuba, y las razones de su partida —él no hablaba mucho de eso— cuando yo tenía 14 o 15 años, me di cuenta de lo que hizo por nosotros”.
Angel padre falleció en abril del 2012.
En diciembre, cuando Ángel hijo regresó a la isla con un grupo religioso, llevó con él las cenizas de su padre y las esparció en la playa de Guanabo. Ángel hijo también escogió el lugar donde lo bautizarían.
Entonces llegó el viaje del lunes y la oportunidad de regresar otra vez.
“Fue tan emocional que no pude comer antes del partido”, dijo Hernández. “Tuve que hacer un esfuerzo para contener las lágrimas en los vestidores. Era algo del otro mundo, nada como en Estados Unidos. Me tuve que decir que estaba en Cuba y que iba a arbitrar un partido”.
Hernández no pudo dejar de pensar en su padre.
“En mi mente, él estaba allí”, agregó.