Durante muchos años, los peloteros de Sancti Spíritus defendieron los colores de la antigua provincia de Las Villas o se repartieron por otros equipos dentro y fuera de la Isla. Pero la división político-administrativa de 1976 permitió que muchas estrellas del Yayabo jugaran con su estrenada provincia y levantaran en poco tiempo una sorpresiva corona.
Estuvieron a punto de lograr un nuevo título cuando dirimieron el campeonato contra Holguín en el 2002, con una generación que parecía destinada a convertirse en dinastía pero que finalmente nunca se hizo justicia.
Pero la historia de los mejores jugadores espirituanos, como sucede en otras zonas de la Isla, abarca casi todo el devenir de la pelota cubana. Mi propuesta de All Star histórico trata de conjugar a los mejores peloteros yayaberos entre los que se desempeñaron en centrales azucareros, ligas foráneas y clásicos amateurs.
Receptor: Hubo un buen cátcher profesional llamado Ramón “Lotario” (años 50), de Fomento, mientras José Raúl Delgado (años 80) disputaba cupos en la selección nacional. Sin embargo, no creo que el todavía en activo Eriel Sánchez (fines de los 90 a segunda década del siglo XXI) tenga discusión.
En su contra, pesa el récord absoluto de bateo para doble matanza (más de 300 ocasiones), casi 200 veces más que cualquier otro jugador en activo, pero a su favor están los 300 de average de por vida, con más de 200 jonrones, más de 2000 jits, más de 1000 impulsadas y un slugging superior a 450.
Por casi tres décadas su 987 defensivo es muy bueno y su casi 50 por ciento de efectividad en cogidos robando también lo ubica entre los mejores.
Primera base: Debido a la gran calidad de otros inicialistas de la región central, válidos para hacer otros Todos Estrellas, y a la antigua división administrativa, colocaré a un hombre para muchos relacionado más con la provincia de Cienfuegos: Antonio Muñoz.
El “Gigante del Escambray” nació en Condado, tierra espirituana aunque en sus inicios debió representar a Las Villas. Su vida personal lo vinculó luego a Cienfuegos, adonde se mudó, pero muchos olvidan que el gran zurdo fue el inicialista titular y Todos Estrellas de la XVIII Serie Nacional (1978-1979), cuando en Sancti Spíritus fue por primera y única vez campeón nacional.
En esa oportunidad su potencia con el aluminio ya era tan respetada que fue líder en bases por bolas, tanto ordinarias como intencionales.
Muñoz es el cuarto hombre con más cuadrangulares en Series Nacionales (370), incluso en cuatro oportunidades conectó tres jonrones en un partido. Es también el de más bases por bolas (1551, de ellas 273 intencionales), segundo en impulsadas (1407), seis veces champion jonronero y una el de más hits en Series Selectivas. En Copas Mundiales conectó tres veces por encima de 400 y dos sobre 300, con varios lideratos individuales.
Segunda base: Puede mencionarse a infielderscomo Erasmo Jacobet “Masabí” (años 40) o a Miguel Rojas (desde los 70 a principio de los 90), quien llegó a ser uno de los diez mejores intermedistas en cuanto a doble plays y asistencias. Sin embargo, hay un jugador más mediático y con más herramientas: Yulieski Gurriel, el único espirituano con título de big leaguer.
Llamado a romper todos los récords ofensivos de las Series Nacionales, su currículo espirituano se vio trunco al pasar primero a las filas de Industriales y abandonar luego a la selección nacional en el 2016. Justo en ese instante era el primer jugador cubano en sobrepasar los 200 jonrones con bate de madera (258 en su carrera). En 13 campañas en la Isla bateó 332, con slugging de 585 (quinto más alto), más de 1000 impulsadas y de 600 bases por bolas, pero a la defensa tampoco fue pobre su 951 como infielder.
La ruptura del Yuli con la liga japonesa y su traslado a los azules de La Habana fue toda una telenovela, así como su fuga desde República Dominicana, pero en la MLB con los Astros de Houston demostró le quedaba estamina al ocupar con acierto la primera almohada.
Con los Meteoros fue una pieza clave para la Serie Mundial ganada ante los Dodgers, donde se apuntó un importante grand slam ante Clayton Kersaw.
Gurriel fue segunda y tercera base en Cuba, incluso en el equipo nacional; fue también antesalista en Japón y ahora es inicialista en Estados Unidos. Sus herramientas así lo han permitido, y aunque ha prevalecido su habilidad en la esquina caliente (en especial por necesidades específicas y coyunturales de sus equipos) en este team le doy mi voto para la intermedia.
Torpedero: Sin muchos entre los que escoger, según las compilaciones, el más apropiado me parece Rigoberto “Chopi” Rodríguez.
Sus números fríos en 20 Series Nacionales no son impresionantes (216 ofensivo y 947 defensivo), pero otras estadísticas explican su titularidad como torpedero, al conjugarse con Miguel Rojas como una de las mejores combinaciones de doble play de la Isla.
Sus 570 doble matanzas lo sitúan como el mejor en promedio de esas jugadas por partido, al igual que su gran rango por asistencias y outs respecto a los desafíos donde participó.
Tercera base: También la podría jugar en este equipo ideal “Masabí” (años 40), Osvaldo Oliva (clímax en los 70 y principios de los 80) que hizo el equipo Cuba, o el propio Yulieski, pero de lo contrario quedaría fuera el hombre emblema de Cabaiguán y que dio el mote de Gallos a los espirituanos: Owen Blandino.
Cuando este tabaquero jugaba con Azucareros o Las Villas el público gritaba “¡Pica mi gallo!”, cántico que fue heredado por los actuales yayaberos.
Se desempeñó por 18 temporadas, donde bateó para un discreto 254. No obstante, era ideal para conectar líneas, un robador hábil y efectivo, y sentó cátedra en los primeros eventos internacionales a los que asistió.
Entre estos últimos destaca su liderato en bateo (average de 500) y anotadas en aquel célebre Mundial de 1969 en Santo Domingo en el que los cubanos derrotaron épicamente a los estadounidenses.
Por suerte, Blandino llegó a ser campeón nacional: su extensa carrera tuvo el premio de cerrarse con el trofeo de 1979, campaña en la que se desempeñó como bateador designado y aportó cuatro jonrones y 26 empujadas.
Right field: Lourdes Gourriel (fines de los 70 hasta principios de los 90) fue de los bateadores icónicos de la pelota cubana en su década de oro.
Se ganó el epíteto de “El hombre de los grandes momentos” por batazos como el recordado jonrón frente al estadounidense Jim Abbot en Parma de 1988 y la conexión decisiva contra Estados Unidos en el Mundial de 1980.
Gourriel –así se escribió por muchos años, antes de que su hijo Yulieski sacara la “o” de su uniforme– se destacó en numerosos eventos internacionales como las Copas Intercontinentales (fue Todos Estrellas en 1983), juegos Panamericanos, Centroamericanos, topes bilaterales, Juegos de Buena Voluntad y los Juegos Olímpicos de 1992. En resumen, hizo cantar al aluminio con varios lideratos y galardones de Más Valioso. Cuando no tenía cupo a la defensa –jugó incluso en primera– actuó como designado.
En las Series Nacionales archivó más de 2000 hits (puesto14), más de 200 jonrones (lugar 13), e incluso fue champion bate en 1994, cuando ya eclipsaba su carrera. En Selectivas el padre del Yuli también obtuvo una corona de bateo en 1988.
Luego fue manager por siete campañas, incluido un récord de ganados para los espirituanos, y se consagró campeón de Nicaragua con los Indios del Boer.
Center field: Segundo “Guajiro” Rodríguez (años 30 y 40). De ser un jonronero con el equipo La Salle en Santi Spíritus se convirtió desde 1936 en uno de los bateadores más temibles del circuito amateur cubano con el club Fortuna, con el cual obtuvo dos coronas de bateo, por encima de 400, y una distinción como mejor outfield aficionado.
Sus lideratos ofensivos le valieron ser el primer espirituano en una selección nacional, la de los centroamericanos de 1938. Luego siguió usando su majagua al ser sublíder de bateo en la II Serie Mundial Amateur (433) y en la cuarta edición sobrepasó los 300 de average.
En su historia sobresale el decidirle un partido de exhibición a los Medias Rojas de Boston en 1941, el mismo año en que fue el único en conectarle un extrabase al legendario pitcher venezolano Daniel Canónico. Fue electo al Salón de la Fama del Deporte Cubano, en Miami.
Left field: Más allá de sus cualidades defensivas, que podríamos definir como estándares, su condición de ambidiestro (el mejor de Cuba, sin dudas), la alta capacidad para discriminar lanzamientos, su elevado porcentaje de embasado, la oportunidad de su bateo y el ser hasta la edición 2017 el mejor bateador de los Clásicos Mundiales, le dan el cupo a Frederich Cepeda.
Todavía en activo, Cepeda es tercero en bases por bolas (fue cuatro años consecutivos líder en bases por bolas, desde el 2005 al 2008, también 2001 y 2014), noveno en slugging y pudiera llegar a los 300 jonrones.
Ha sido varias veces el que más recibe bases intencionales (24 en 2014, 23 en 2007 y 15 en 2003), y uno de los más oportunos bates en las Series del Caribe tras el regreso de Cuba en la última década.
Otros jardineros son dignos de mencionar, como el caso del taguasquense Higinio “Winche” Álvarez (años 50), el tuinucuense Santos Quevedo (años 40) o el espirituano Julio Mínguez (años 20 y 30), pero desde mi perspectiva no alcanzan un cupo en esta selección.
Bateador designado: Probablemente sea el menos conocido de este equipo, aunque su puesto es solo como bateador ante la presencia de Muñoz en la inicial.
Benjamín Lowry fue un pichón jamaiquino del central Jatibonico, de gran fortaleza y efectivo mascotín.
Su fama de slugger lo llevó a ser el cuarto bate del equipo Cuban Mining y a que la afición santiaguera reclamara su inclusión en el equipo nacional, cuestión que lamentablemente no sucedió por fatalismo geográfico y racismo.
Fue un gran jonronero en su época con equipos como el Deportivo Avileño, Cromo, Sancti Spíritus (en la Interprovincial de 1944), Holguín, Chaparra, y saltó al profesionalismo en 1946, con el Santa Clara de la Liga Profesional de Verano.
Orden al bate: Blandino, Cepeda, Yulieski, Muñoz, Lourdes, Lowry, Eriel, Segundo Rodríguez y Chopi.
Lanzadores: De la vieja época, voto por Genaro Melero, Plácido Bernal y Octavio Rubert; de las Series Nacionales, por José Antonio Huelga, Aquino Abreu, Modesto Verdura, Roberto Ramos, Maels Rodríguez, Yovani Aragón e Ismel Jiménez.
Nelson Campver (años 50) merece ser mencionado, pues asistió a los Juegos Panamericanos de Buenos Aires 51 gracias a su rendimiento en la Liga de Pedro Betancourt, y después tuvo aceptables números en Ligas Menores, pero son solo diez cupos para los serpentineros.
Genaro Melero (décadas del 20 y 30) aunque nació en Chambas se trasladó a los 10 años a Jatibonico, lugar del cual fue su símbolo deportivo. En los años 20 lanzó con los avileños del equipo del Principal Park, las Estrellas de Villa Clara y Taguasco.
Sus estadísticas no son contables al desempeñarse en la pelota informal de los centrales, pero su huella en Jatibonico fue tan larga en tantas décadas y sus actuaciones tan legendarias que incluso aún vivo le dieron su nombre al estadio de la localidad, algo sumamente inusual en Cuba.
Plácido Bernal fue un rapidísimo derecho de lanzamientos laterales, proveniente del central Tuinucú. Fue discriminado por ser mestizo, pero finalmente llegó a la liga de las Fuerzas Armadas con la Marina de Guerra. También jugó con el Cienfuegos profesional e integró los New York Cubans en las Liga Negras (en un Juego de Estrellas le ganó a Satchel Paige).
En la Liga Cubana fue utilizado casi siempre como relevista, incluso en el Marianao. Además de su paso por varios centrales como Chaparra y equipos amateurs de las provincias, en 1942 representó a Cuba con las Estrellas de Pelayo Chacón, de gira por Venezuela. En 1946 fue el líder de pitcheo de la Liga Profesional de Verano y luego reforzó al club Chesterfield en el primer campeonato profesional de Panamá.
Octavio Rubert fue uno de los populares lanzadores del Almendares desde 1946 hasta los años 50. De su local La Salle en una Interprovincial, se mantuvo como amateur en el Fortuna dos temporadas (donde fue novato del año en la UAAC) y saltó como rentado a los Alacranes, alternando con Liga Internacional de la Florida, la Liga de Texas y el Magallanes de Venezuela.
Tres veces, consecutivas, fue champion de ganados y perdidos en la liga profesional cubana, del 48 al 51, donde en total terminó con excelente 2.81 de promedio de limpias, además de asistir a tres Series del Caribe en las que lanzó de manera discreta.
En diez campañas en Ligas Menores lanzó en 282 juegos, con buen balance de 123-65 y efectividad de 2.64. Estuvo a punto de convertirse en big leaguer cuando llegó con el Rochester a Triple A.
José Antonio Huelga fue pura velocidad y clutch. Es el hombre con mejor promedio de carreras de por vida en Series Nacionales (1.05) y solo permitió 9 jonrones en más de 800 entradas.
El número 1 de los Azucareros ganó los partidos finales en 1968 y 1972, más el de la Serie Especial de los Diez Millones (1970), y lanzó un no hit no run en su carrera, pero su fama llegó cuando venció, casi sin descanso y de manera consecutiva, al equipo de Estados Unidos en el Campeonato Mundial de 1970.
A partir de entonces fue “El Héroe de Cartagena”, al dominar a los norteños en los juegos de play off, primero ante Burt Hooton y luego como relevista.
El 73 y 32 en ganados y perdidos de Huelga no es tan elocuente con su real calidad, pues falleció prematuramente a causa de un accidente.
Aquino Abreu (años 60) mezclaba su bola rápida, con curvas y la exótica, para su tiempo, screw ball o bola de tornillo. A pesar de un balance discreto de 63 éxitos y 65 derrotas, fue figura con los Azucareros durante los inicios de la llamada pelota revolucionaria, y trascendió por sus dos no hit no run consecutivos en 1966.
Incluso rehusó ofertas de los Piratas de Pittsburgh. Prueba de su calidad es su bajo 2.26 de limpias y sus más de 700 ponches contra unos 400 boletos, pero su hombro sufrió calcificación y su carrera fue corta. En tres eventos internacionales ganó igual cantidad de juegos y promedió 1.45.
Le sigue el veloz Modesto Verdura (años 60), quien en el temprano 1963 se anotó dos importantísimas victorias contra los Estados Unidos en los Juegos Panamericanos. Verdugo del equipo de Industriales, tuvo otra corta carrera por lesión (32 ganados y 20 perdidos), que no impidió sus 310 ponches y el 2.56 de PCL que figura entre los más bajos. En la arena internacional vistió la franela cubana en cuatro ocasiones, con 1.84 de limpias.
Verdura y Abreu tuvieron sendas temporadas perfectas en Series Nacionales, uno a continuación del otro con 11 y 10 éxitos per cápita.
Roberto Ramos fue el gran brazo para la corona de la temporada 78-79, cuando inició 15 partidos y promedió 2.37 de limpias. Antes había sido uno de los relevistas de los Azucareros (lo hizo en 121 ocasiones durante su carrera), donde también hizo funciones de abridor. Es de los espirituanos del selecto grupo con más de 100 victorias (122 y 91) y de los de más blanqueadas: 23. En 13 torneos su PCL fue de 3.38.
Maels Rodríguez (fines de los 90 principios del siglo XXI) fue el primer lanzador cubano que mediante medición llegó a las 100 millas por hora. A pesar de su fugaz paso durante seis campañas (65 ganados y 45 perdidos) demostró su potencia cuando apenas le batearon para 177, uno de los lanzadores que menos conexiones ha permitido en el devenir de las Series. Además, su PCL fue de 2.29, con alta capacidad ponchadora (1148 veces), solo comparable con la frecuencia de “Vinagre” Mizell en la Liga Profesional Cubana y proponió dos no hit no run, de ellos un juego perfecto, el único lanzado en Cuba.
Su poderoso brazo se resintió por el sobreuso –por ejemplo, la consecutividad en los siete juegos de la final del 2002–, una temporada donde ganó 15 juegos, y si una mancha tuvo fue no poder contener a los estadounidenses en final olímpica de Sidney 2000.
Yovani Aragón fue uno de los pitcher más veteranos con los Gallos y por tanto tiene el mérito de ser el espirituano con más victorias en clásicos nacionales: en 16 series acumuló 156 ganados y 124 perdidos, con 3.52 de limpias.
Fue ocho veces internacional representando a Cuba, un dossier compuesto de dos torneos de Harlem, unos Juegos Centroamericanos, unos Panamericanos, dos Copas del Mundo y una plata olímpica en el 2000. Luego dirigió a los Gallos y actualmente es el Comisionado Nacional de Béisbol.
Ismel Jiménez hasta el año 2015 era el pitcher espirituano con mejor promedio de ganados y perdidos gracias a su balance de 131 y 56.
Su exquisito slider se probó con éxito en el Clásico Mundial del 2009 con gran relevo ante Australia. Con PCL de 3.06 iba camino a mil ponches cuando fue contratado por los Capitales de Quebec, en la Liga Can-Am y regresó del país norteño con una severa lesión en su brazo de lanzar de la que no ha logrado recuperarse.
Director: El pinareño Juan Castro condujo a la novena a un récord de ganados para una Serie, pero sucumbieron en postemporada; también Lourdes Gourriel hizo otro tanto al llegar a una final en el 2002.
Otro candidato sería Abelardo Triana, campeón en la selectiva de 1989 con Las Villas, pero es evidente que era un equipo mixto, no puramente espirituano.
Por tanto, el único mentor que ha logrado una corona nacional con los Gallos es Cándido Andrade, quien también fue buen profesional.
En su juventud fue Novato del Año con el Cienfuegos de la Liga Profesional Cubana (1958-1959) y por seis años estuvo en las Ligas Menores, entre Pensilvania, Texas, Arizona y los Cuban Sugar Kings.
Como técnico tuvo la posibilidad de comandar a un equipo que después de quedar en los últimos puestos, entre 1977 y 1978, fue el campeón en el siguiente campeonato, con 39 y 12, para dejar con la miel en los labios a Villa Clara y Pinar del Río. Él sería entonces el hombre destinado a comandar este hipotético Todos Estrellas.