Raúl Fornés Valenciano, conocido como “Mr. Pandemia” tras su aparición en la Mesa Redonda en 2023, es un nombre que resuena en los pasillos del INDER, no precisamente por sus logros deportivos, sino por su habilidad para mantenerse en el candelero y a la sombra de cada movimiento del equipo nacional de béisbol de Cuba. Desde su intervención en dicho programa, donde con un estoicismo digno de un personaje de tragicomedia, culpó a la pandemia por el bajo rendimiento del béisbol cubano y justificó la falta de “objetivos específicos de preparación” con una vaga promesa que ni él mismo podía cuantificar, Fornés ha cimentado su papel como una figura singular y controvertida del deporte cubano.
De profesor de educación física en la escuela primaria 26 de Julio de Santiago de Cuba a vicepresidente primero del INDER y miembro del Consejo de Estado, la meteórica ascensión de Fornés es un caso de estudio en la nomenclatura cubana. ¿Cómo se sube de allí a los salones del poder? Los cubanos conocen bien la respuesta, y quienes no lo son, pueden imaginarlo: un coctel de sumisión, adulación y maniobras políticas que dejan a cualquiera incrédulo. Fornés es el epítome del oportunismo disfrazado de compromiso.
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La imagen de Raúl Fornés lanzando el primer lanzamiento en un juego de preparación en Japón antes del Clásico Mundial de Béisbol 2023 es una escena que raya en lo surrealista. Saludando al público y firmando autógrafos como si se tratara de una leyenda de los diamantes, Fornés pareció disfrutar su momento de fama en una función que le quedaba tan grande como el montículo en el que se paraba. Es un ejemplo perfecto de cómo algunos dirigentes convierten el deporte en su propio espectáculo personal, usurpando un protagonismo que no les corresponde.
En Taichung, durante el WBC, se dio otro episodio digno de una crónica satírica. Mientras el equipo cubano luchaba en el terreno, Fornés, uniformado de pies a cabeza como si fuera parte activa de la plantilla, hacía esfuerzos por competir con las cheerleaders profesionales de Taipéi, regalando una imagen tan absurda que ni la mejor sátira podría igualar. Las bailarinas asiáticas, con su gracia y profesionalismo, lo dejaron como lo que es: un intruso en un escenario que no le pertenece.
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Detrás de su sonrisa y de las fotos bien posadas, el hombre que ocupa habitaciones en hoteles cinco estrellas usando recursos del pueblo cubano, se envuelve en la ilusoria máscara de pertenecer al equipo, pavoneándose en conferencias de prensa y ante los fanáticos como si su presencia fuera parte esencial de la estrategia deportiva. Fornés es el mismo que se arroga un papel protagónico en las ceremonias y se viste con el uniforme nacional como si lo hubiera ganado en el terreno, cuando en realidad es un símbolo de la desconexión entre los dirigentes y el pueblo. No es la primera vez que mezcla la política y el deporte, aunque lo niegue con la misma vehemencia con la que otros lo ven como una burla.
Raúl Fornés y el abanderamiento
Durante la ceremonia de abanderamiento del equipo Cuba al Premier 12, sus palabras resonaron cargadas de la retórica acostumbrada: “Desde el sentido de pertenencia y la decisión de no claudicar, para corresponder a la voluntad gubernamental que hace posible incursionar en esta lid”. Claro, porque en Cuba, política y deporte nunca se cruzan, ¿verdad?
Este es Raúl Fornés Valenciano, el hombre de uniforme que se pasea como una sombra sobre el diamante y que, como muchos dirigentes de la isla, disfruta los lujos que ni un pequeño porcentaje de los cubanos podría soñar. Un rostro conocido por quienes siguen el deporte cubano, y un recordatorio de que, al final, hay figuras que encuentran el modo de hacer del béisbol un espectáculo donde lo importante no siempre ocurre sobre el terreno.