El béisbol, el deporte que debería ser el gran refugio de la pasión y el talento cubano, es hoy un terreno ocupado por la política y los intereses de un régimen que lo utiliza como una extensión de su maquinaria propagandística. En el centro de esta trama está la Federación Cubana de Béisbol (FCB), una institución que, lejos de ser independiente, actúa como un brazo más del INDER, y por ende, del gobierno cubano y en el Premier 12 se pudo constatar. Cualquier narrativa que pretenda pintar a la FCB como una entidad autónoma es una farsa construida para burlar leyes y mantener el control sobre los jugadores y los ingresos que generan.
En 2019, cuando la Major League Baseball (MLB) firmó un acuerdo con la FCB, se intentó vender al mundo la idea de que esa institución operaba de manera independiente. La mentira se desenmascaró rápidamente. El propio gobierno de Estados Unidos, bajo la administración de Donald Trump, canceló el acuerdo al señalar que la FCB era, como todo en Cuba, parte integral del régimen. La Federación, en su defensa, aseguró que el acuerdo buscaba “fomentar la cooperación y elevar el nivel del béisbol”, pero la letra pequeña del contrato revelaba otra realidad: el gobierno cubano recibiría un 25% del contrato de cada jugador. ¿A dónde iba ese dinero? No al béisbol, como queda claro al observar las condiciones del deporte en la isla. Lo sucedido con los ingresos generados por las estrellas Alfredo Despaigne, Raidel Martínez y Liván Moinelo en Japón demuestra que esos recursos no fueron utilizados para mejorar estadios, infraestructura o la preparación de los atletas. Ese dinero simplemente desapareció en las sombras de la opacidad gubernamental.
Según La Federación Cubana de Béisbol ellos son ‘independiente’, pero en el roster oficial del Premier 12, el jefe de la delegación es Raúl Fornés, vicepresidente del INDER. Si el gobierno controla hasta los rosters, ¿qué autonomía puede tener la FCB? ¡Un brazo más del régimen,… pic.twitter.com/mZZVn8Mt1u
— Yordano Carmona (@YordiMLB) November 24, 2024
El teatro político del Premier 12
El reciente Premier 12 de 2024 fue un recordatorio de que en Cuba nada ha cambiado. La presencia de Raúl Fornés Valenciano como jefe de la delegación cubana en el roster official de Cuba y la ausencia de todo documento del presidente de la FCB, Juan Reinaldo Pérez Pardo, es una prueba más de que la Federación no es más que un títere del gobierno. Fornés, conocido irónicamente como “Mr. Pandemia” tras su bochornosa aparición en la Mesa Redonda en 2023, ha hecho de su carrera un monumento al oportunismo político. Su meteórico ascenso, de maestro de educación física en Santiago de Cuba a vicepresidente primero del INDER y miembro del Consejo de Estado, es un caso de estudio en cómo la lealtad al régimen eclipsa cualquier mérito real.
Fornés, quien se pasea en los eventos internacionales con uniforme y sonrisa, es un reflejo de la desconexión entre la élite dirigente y el pueblo cubano. Durante los juegos de preparación para el Clásico Mundial de Béisbol 2023, su presencia en el terreno, lanzando el primer pitcheo y firmando autógrafos como si fuera una estrella, no fue más que una demostración del espectáculo vacío que el régimen ha convertido en norma. En lugar de centrarse en el desarrollo deportivo, Fornés y otros como él utilizan el béisbol como un vehículo para perpetuar la propaganda del gobierno.
El béisbol cubano necesita un cambio profundo, pero ¿es realmente posible?
El deporte como peón político
John Bolton, entonces asesor de seguridad nacional, dijo en 2019 que “Cuba quiere usar a los jugadores de béisbol como peones económicos, vender sus derechos a las Grandes Ligas”. Sus palabras resuenan con más fuerza hoy que nunca. El béisbol cubano, lejos de ser un espacio de libertad y desarrollo, sigue siendo una herramienta del régimen para lucrar y promover su agenda política. La ceremonia de abanderamiento del equipo cubano para el Premier 12 es un ejemplo perfecto: Fornés, con su discurso cargado de retórica oficialista, dejó claro que el deporte en Cuba no tiene espacio para la autonomía ni la independencia.
En la isla, el gobierno no solo controla el béisbol, sino también las vidas de quienes lo practican. Los jugadores que deciden buscar libertad fuera de las fronteras son tratados como traidores, mientras los que permanecen se convierten en piezas de un tablero diseñado para enriquecer a los de arriba y mantener el espectáculo para el pueblo.
La verdadera cara del régimen
El béisbol cubano es un reflejo de la realidad nacional: un sistema atrapado en manos de un régimen que lo utiliza para sus propios fines. La figura de Raúl Fornés, con su uniforme y sus discursos vacíos, simboliza cómo el gobierno ha secuestrado un deporte que pertenece al pueblo. Mientras Fornés ocupa habitaciones de hotel de lujo y se pasea en eventos internacionales, los cubanos de a pie, incluidos los jóvenes que sueñan con una carrera en el béisbol, luchan por sobrevivir en un país donde las oportunidades son un privilegio reservado para unos pocos.
El béisbol no necesita más Fornés ni más discursos de pertenencia al “proyecto revolucionario”. Lo que necesita es libertad, transparencia y un espacio donde el talento y el esfuerzo sean los únicos protagonistas. Hasta que eso ocurra, el béisbol cubano seguirá siendo una sombra de lo que alguna vez fue, y un recordatorio de que en Cuba, como en el terreno de juego, el gobierno siempre quiere jugar de pitcher, árbitro y dueño del estadio.