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Al parecer, todo comenzó un día señalado, el 14 de julio de 1887. Era una tarde soleada y el equipo de los Chicago White Stockings jugaría un partido contra la representación de Newark. Pero, antes de comenzar, el juego había terminado: el capitán del Chicago, Cap Anson –el mejor jugador de su época–, se negó rotundamente a enfrentarse a una novena con un pelotero negro, en este caso el receptor Moses Fleetwood Walker, el segundo afroamericano beisbolista organizado, detrás de John «Bud» Fowler.
Antes de esta actitud beligerante y racista de Anson ya hubo documentos donde se trataba el tema, como en la convención de la Asociación Nacional de Jugadores de Béisbol, efectuada en 1867, donde en uno de sus artículos se puede leer: «Es posible que al Comité haya acudido algún club que haya solicitado ser miembro y tenga personas negras o alguno de sus miembros lo sea y la recomendación de este Comité es, y se sostiene unánimemente, contra la admisión de cualquier club que esté compuesto por una o más personas negras».
Haya sido esta sentencia de una organización beisbolera nacional como la que ya existía en Estados Unidos por esa época o por la intransigencia de Anson (a quien hasta se le ha cuestionado su permanencia en el Salón de la Fama por su furibundo racismo), lo cierto es que hasta la llegada de Jackie Robinson, en 1947, las puertas de las Grandes Ligas estuvieron cerradas para los negros.
Era lógico entonces que aparecieran ligas para que los jugadores afroamericanos demostraran su talento y, al mismo tiempo, ganaran su sustento. Algunos sitúan el surgimiento a partir de los primeros años del siglo xx y otros antes, pero lo cierto es que ya en 1902 se habían celebrado encuentros interraciales y a partir del 15 de noviembre de 1908 un lanzador negro, oriundo de Cárdenas, llamado José de la Caridad Méndez, eslabonó una cadena de ceros consecutivos a costa del equipo de Grandes Ligas Rojos de Cincinnati que llegó a 25.
Los choques entre colectivos de Grandes Ligas y equipos cubanos se pusieron de moda por esos años y el propio Méndez trabajó como abridor ante los Tigres de Detroit, los Atléticos de Filadelfia y los Gigantes de New York, entre 1908 y 1911.
RUBE FOSTER Y LA LIGA NACIONAL NEGRA
No fue sino hasta 1920 que el béisbol jugado por afronorteamericanos se organizó en una Liga con ocho equipos: Chicago American Giants, Detroit Stars, Kansas City Monarch, Indianapolis abcs, Saint Louis Giant, Cuban Stars, Dayton Marcos y Chicago Giants.
Por primera vez Rube Foster había conseguido estabilidad en la Liga para durar más de un año y que se expandiera a otras ciudades del medio oeste norteamericano. ¿Quién era Rube Foster? Habría que comenzar por decir que Foster fue considerado el mejor lanzador negro de la primera década del siglo xx y después uno de los mejores directores de equipo, con dotes de organizador que lo llevaron a ser un empresario de éxito. Todos estos méritos lo llevaron hasta el Salón de la Fama en 1981, electo por el Comité de Veteranos. Es también considerado «El Padre del Béisbol Negro».
1947: LLEGÓ JACKIE
El 15 de abril de 1947 un jugador de piel negra estaba posesionado en la primera base del equipo de Grandes Ligas Dodgers de Brooklyn, de la Liga Nacional. Su nombre era Jackie Roosevelt Robinson y su influencia no solo en el juego fue enorme. Robinson cambió muchas cosas en la cultura y en la sociedad
norteamericana. En su honor cada año se celebra el Día de Jackie Robinson en las Grandes Ligas y todos, jugadores y directores, usan el número 42 en la espalda en honor a quien fuera también un abanderado del movimiento de los derechos civiles en Estados Unidos.
Con la posterior entrada a las Grandes Ligas de jugadores negros (Larry Doby, Orestes Miñoso, entre otros pioneros), las Ligas Negras comenzaron a decir adiós. Aunque el proceso fue lento, ya en 1959, con la contratación del jugador de cuadro Pumpsie Green por los Medias Rojas de Boston, todos los equipos del mejor béisbol del mundo tuvieron al menos un pelotero de la raza negra. En 1960, aproximadamente, no quedaban equipos ni ligas negras.
PERO, ¿TERMINÓ LA SEGREGACIÓN?
Pudiera pensarse que con todo lo dicho anteriormente ya la segregación en el béisbol quedaba atrás, sin Ligas Negras y con peloteros afroamericanos y latinos integrados a las nóminas de todos los conjuntos de Grandes Ligas. Pero lamentablemente no es así.
A pesar de la lucha por los derechos civiles de hombres como Robinson, Martin Luther King y de mujeres como Rosa Park –quien se atrevió a negarse a cederle su asiento a un blanco en un autobús segregado donde los negros tenían que sentarse en el fondo–, lo cierto es que existen todavía mecanismos que limitan la participación de afroamericanos y latinos.
En este momento solo hay 15 latinos en el Salón de la Fama de Cooperstown. Si usted se pone a pensar en la cantidad de estrellas provenientes de esta región del planeta que no han sido exaltados al Salón en detrimento de otros (blancos por supuesto) se dará cuenta de que el camino de la completa igualdad no está del todo abierto.
MIÑOSO, TIANT, OLIVA
Varios ejemplos pudieran mencionarse. El primero responde al nombre de Orestes Saturnino Armas Arrieta (más conocido por Miñoso, el apellido de su padrastro), quien fuera el primer negro latino jugando en las Mayores y el único pelotero con cinco décadas en activo, pues su primer partido fue el 15 de abril de 1949 y el último el 5 de octubre de 1980.
Ganó tres Guantes de Oro, campeón de bateo en la Liga Mexicana en 1967 con 344, a los 44 años de edad, pues había nacido en Perico, Matanzas, en 1923. Terminó con 298 de average, 186 jonrones, 1 136 anotadas y 1 023 carreras impulsadas de por vida. De él dijo una vez el gran Casey Stengel: «ojalá lo hubiera tenido en el equipo, no me preocuparía por la pérdida de Joe DiMaggio. Es como si fueran dos o tres jugadores plasmados en un solo esqueleto».
Natural de Marianao, Luis Tiant hijo alcanzó 229 victorias en el Big Show, la mayor cifra para un monticulista cubano, con dos títulos de pcl y cuatro veces con al menos 20 triunfos. Sus números son superiores a varios lanzadores en el Salón de la Fama, con más victorias que Jim Bunning, Catfish Hunter y Pedro Martínez, y mayor cantidad de ponches (2 416) que Dennis Eckersley, Sandy Koufax, Robin Robert y Early Winn.
Nacido en Pinar del Río el 20 de julio de 1938, Tony Oliva sufrió ocho operaciones de rodilla en su carrera. Eso no le impidió establecerse como uno de los mejores bateadores zurdos de su tiempo, conectando para 304 de promedio. En sus dos primeros años como regular, 1964 y 1965, Oliva se convirtió en el único pelotero en la historia en lograr dos títulos de bateo, el primero con 217 jits. Seis años más tarde ganó su tercer título de bateo, 337, y su quinto campeonato de jits, 191, para finalizar con 1 917, 220 jonrones y ocho nominaciones al equipo Todos Estrellas de la Liga Americana.
Ninguna de estas tres estrellas indiscutibles del béisbol tiene una placa que distinga su excelencia en el Salón de la Fama de Cooperstown. A pesar de que ya pasaron los tiempos en que los negros únicamente podían jugar donde «solo la pelota era blanca.