Por Juan Carlos Teuma
Casi al cierre del telón imaginario de los XXXI Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, la 56 Serie Nacional de Béisbol recobra el protagonismo que pudo robarle durante dos semanas la muy televisada cita estival.
A partir de ahora con mayor posibilidad de visualizar lo que acontece en los más importantes diamantes beisboleros de toda Cuba, los seguidores de nuestro pasatiempo preferido dejarán de comentar y debatir sobre las actuaciones de atletas cubanos y foráneos en tierra carioca para centrarse en el desempeño de los 16 equipos que pugnan por la codiciada corona que se ceñirá el conjunto que consiga reinar en esta temporada 2016-2017.
Eso sí, los aficionados —como siempre— prestarán especial atención a lo que pueda hacer la novena de su predilección, lo mismo para deleitarse con buenos resultados o para sufrir por descalabros que pueden entristecer a vastos territorios de nuestra geografía.
En ese sentido, satisfechos deben sentirse los de la cercana provincia de Matanzas, pues su selección —con 8 éxitos y un solitario revés— era indiscutible líder del certamen luego de concluir tres subseries particulares.
Lamentablemente, al menos por el momento, quienes somos partidarios de la causa azul estamos lejos de sentir similar satisfacción, debido al inestable quehacer de Industriales ante sus tres primeros rivales.
Un total de 4 victorias e igual cantidad de derrotas (tiene un partido sellado, frente a Santiago de Cuba), no son suficientes para dar riendas sueltas al júbilo del público habanero, sobre todo si se tiene en cuenta que con esas cifras el equipo insignia de la pelota cubana ocupa un lugar del séptimo al noveno puesto —empatado con Granma y Las Tunas— y bueno es recordar que a la postemporada solo llegarán las seis selecciones mejor ubicadas al concluir la etapa clasificatoria.
Hay números que evidencian el discreto rendimiento colectivo de la tropa dirigida por Javier Méndez. Por ejemplo, en sus ocho primeros desafíos bateaba para un exiguo 253 de average y su cuerpo de serpentineros lanzaba para un promedio de carreras limpias de 4,11, por encima de la media (3,70).
Sin embargo, llama la atención que, en cuanto a la labor defensiva, ninguna otra escuadra les superaba: en 313 lances solo habían pifiado en 4 ocasiones, para un elevado average de fildeo de 987.
Pero en béisbol y otros asuntos, las estadísticas serían inútiles si solo sirvieran para fundamentar lamentos o para crear expectativas festinadas. En su lugar, las cifras han de ser algo así como huellas expuestas, válidas para enmendar estrategias y corregir desaciertos sobre la marcha.
Leer estos indicadores a tiempo y obrar consecuentemente al respecto pudiera ser un buen comienzo en aras de ajustar la brújula de una nave azul que busca llegar a puerto seguro, incluso, a pesar de zarpar con evidente mal tiempo.