“El vino, de plátano. Y si sale agrio, es nuestro vino”. José Martí
Por: Juan A. Martínez de Osaba y Goenaga
Con la sentencia que preside esta crónica, el Maestro dejó sentada –con el corazón por delante- una posición autóctona que debería presidir la soñada República. Y de eso se trata, los que habitamos la isla y amamos la pelota, estamos abocados a enfrentar los entuertos internos y el desangramiento hacia el exterior.
A raíz del cacareado asunto del Yuly y compañía, he visto caras de diferentes matices: las más tristes,por la crisis que padecemos desde hace algún tiempo. Otras felices, como si con ello fueran a desbancar un sistema deportivo que ha regalado tantas glorias. No puedo comulgar con estos últimos, prefiero continuar sufriendo, pues al parecer soy un masoquista que disfruta más el juego Pinar-Matanzas, que el New York Yankees-Boston Red Sox.
Y me confieso masoquista a mucha honra. Sufro cuando pierde el equipo de las cuatro letras, o cuando se lesiona un azul tan digno como Carlos Tabares, el matancero Gracial, Yeniet Pérez, del centro de la Isla, el isleño Michel Enríquez o Donal Duarte. Sangre criolla que se entrega a la provincia y nos representa en el exterior. Disfruto los siderales jonrones del yanqui Alex Rodríguez, pero no pierdo el sueño si lo ponchan en momentos cruciales,como me sucede con Saavedra o Despaigne.
Una vez soñé con que los Cuban Sugar Kings de los años cincuenta,con el slogan “Un paso más y llegamos”, rompieran la barrera de las Grandes Ligas para convertirse en el primer equipo no oriundo de USA, aunque en sus rosters apareciera más de un norteamericano y otros tantos latinos. Así los vemos hoy en las Series del Caribe y hasta en el mismísimo Clásico Mundial.
No faltan aquellos que, con justicia, buscan razones endógenas y exógenas en el béisbol, que las hay. Lo cierto es que nuestra pelota ha estado anquilosada y perdiendo terreno. Aunque se observan pasos significativos, quizás no hayamos sabido manejar con eficiencia la llegada de los “nuevos tiempos”, donde los atletas olímpicos ya no son amateurs, sino comerciales:
Los deportistas masculinos y femeninos deben ser profesionales en su actitud ante el deporte. Las normas de hoy lo exigen (…) Se podría decir que hemos progresado (el subrayado es nuestro) desde el auténtico amateur hasta el profesional y, ahora, está emergiendo una nueva versión del profesional, el atleta comercial.[1]
Comercial viene de comercio, un fenómeno que en estos tiempos deriva, inobjetablemente, hacia el mercantilismo: “Tendencia a anteponer el interés comercial sobre cualquier otro valor”.[2]
En nuestro país las cosas no funcionaban así, ni funcionan oficialmente.El síndrome del dinero no había alcanzado la mente criolla, pero hoy el mundo es un mostrador y los mercaderes pululan en todos los confines tras el indudable talento cubano, cultivado a sangre, sudor y un alto costo. ¿Dónde está la razón? Nadie puede abstraerse de su vida social y la que le rodea.
Nuestros mejores jugadores, durante mucho tiempo han convivido enel exterior con todo género de promesas, rechazadas en su inmensa mayoría por estelarísimos como Omar Linares, Luis Giraldo Casanova, Orestes Kindelán, Braudilio Vinent y Antonio Muñoz (electos al Salón de la Fama).Otros más temprano que tarde,cuando se restaure definitivamente, escalarán el templo sagrado de los Inmortales: Jorge Luis Valdés, Víctor Mesa, Pedro José Rodríguez, Rogelio García, Changa Mederos, José Antonio Huelga, Pedro Luis Lazo… La cifra es infinita.
Ellos estuvieron sometidos a todo género de ofertas y prefirieron jugar para los suyos. Pero no nos tapemos los ojos, eran tiempos diferentes donde el compacto núcleo familiar abogaba por mantenerlos en casa, con un sin límite de beneficios sociales.Mas contra el deseo de todos, el Período Especial presentó un manjar exquisito a las puertas deaquel mercado.
Algunos triunfaron extra fronteras, solo algunos, pues según el mismísimo Hank Aaron, un hombre-jonrón de las Mayores, triunfa el 7%; los demás van a eliminarse en las orillas latinas de las Menores, o buscarán otras faenas; adagio incontestable.
Lo hasta aquí expuesto nos convoca a la reflexión colectiva, más bien diría que de masas, antes de tomar decisiones que intenten preservar nuestro deporte nacional y resulten anquilosadas. La comunión Pueblo-Federación-Comisión Nacional, debe presidir las serias decisiones, con una apertura total, limpia, clara. A veces pienso que la confección del equipo Cuba debe transmitirse por la tele. Y, además, eliminar los secretismos que tanto daño hacen.
Lo que más duele es cuánto se invierte en un atleta desde su captación para los deportes, hasta convertirse en talentos que vuelan, corren o nadan,para entretener a fanáticos de otras latitudes. La gente, en su mayoría, sufre tales escapes y desidias. Más de doscientos jugadores de las Series Nacionales se han marchado (por lo general clandestinamente) a otras tierras en los últimos dos años; urge detener el flujo. Algunos caen en las manos de verdaderas mafias.
Los tiempos cambian y con ellos se va (lo aceptemos o no) una buena parte del pensamiento. Cuba apostó por el deporte olímpico que se proclamaba sano, noble y puro. En ese extraordinario concierto hemos brillado como pocos, ningún país del III Mundo nos aventaja históricamente en títulos olímpicos y estamos por encima de una buena parte del universo desarrollado, pero hemos perdido terreno.
Quizás (tema para polemizar), repito,nonos adaptemos a los “nuevos tiempos”, que en realidad son “menos nuevos” que los nuestros en su concepción original, pero con una cultura económica que penetra hasta los tuétanos al mismísimo Olimpismo, casi desde su fundación. Veamos la siguiente expresión del barón de Coubertin, padre del Olimpismo Moderno, al abordar el original y cerrado concepto inglés del amateurismo:
Para mí, el deporte era una religión con iglesia, dogmas, culto, pero sobre todo con sentimiento religioso y se me antojaba tan pueril relacionar todo esto con el hecho de haber tocado algún dinero (…) No podemos aceptar en absoluto que un amateur pueda perder su condición de tal por el mero hecho de haber competido con un profesional, y menos aún por haber competido con un atleta suspendido por su federación o participado en un concurso “no autorizado” por aquélla. Pretensión sorprendente y absurda que más de una federación logró imponer.[3]
Algunos, con independencia de la buena o mala fe que profesen, piden a gritos un regreso mimético al pasado beisbolero de la Isla, cuando cada equipo era una empresa privada que obtenía fabulosos dividendos. Otros, menos radicales, aconsejan la cordura y el perfeccionamiento interno, donde se estimule a los jugadores en dependencia de su labor, sin igualitarismos que cada vez se alejan más de la sociedad en que vivimos.
Un lanzador como Lázaro Blanco (por poner un ejemplo) no puede obtener los mismos beneficios que los demás. Él, por sus resultados, debe ser mejor remunerado para tener una vida más desahogada que nadie cuestionará. Los demás deberán esforzarse para alcanzarlo y llegar a esos merecimientos. La estimulación de hoy no se corresponde con las necesidades. Algunos miran hacia un horizonte nebuloso y (a su vez) prometedor; extraña paradoja.
Hacia ahí deben ir las pupilas que deciden. La Comisión Nacional y la Federación, no tienen las condiciones ni los recursos necesarios para solucionar estos problemas. Sí necesitan retroalimentarse para alcanzar la eficiencia; sin curas de mercurocromo.
A grandes problemas, grandes soluciones. Se me antoja una estructura sencilla, que se adapte a un primer momento donde participen todos los jugadores, porque el ganado derecho provincial y de la Isla toda, es un logro popularmente vital. Después deberá concentrarse la calidad.
[1]Manual de Administración Deportiva del COI. Lausana, Suiza, 2000, p. 123.
[2]Microsoft® Encarta® 2009. © 1993-2008 Microsoft Corporation: Diccionario Real de la Academia Española.
[3]Pierre de Coubertin: Memorias Olímpicas II. Comité Olímpico Internacional. By Geoffroy de Navacelle, 1970, pp. 65-66.