Por: Benigno Daquinta
Fuerza en las conexiones y rapidez en el corrido de las bases son los atributos que más se persiguen en un bateador. ¿Quiénes han logrado colocar dos dígitos en los casilleros de jonrones y bases robadas, es decir, quiénes han logrado conectar diez o más jonrones y estafar diez o más bases en una misma serie en nuestros clásicos?.
La primera vez que ocurrió esto en series nacionales fue en la VII edición, protagonizado por dos atletas de Granjeros. Felipe Sarduy despachó 13 pelotas por encima de las cercas y robó 16 bases, y Miguel Cuevas disparó 12 jonrones y estafó 17 almohadillas. Un año después, en la VIII temporada, Tomás Valido, vistiendo la franela de Pinar del Río, fue el tercero en sumarse a la lista con 13 vuelacercas y 12 robos. Ambas series son las únicas que se jugaron a 99 encuentros.
Transcurrieron diez años para que apareciera el cuarto, cuando el pimentoso antesalista espirituano Osvaldo Oliva sonó diez palazos y estafó 11 bases, para ayudar a sus Gallos a titularse campeones por única vez hasta ahora. Oliva fue el primero en entrar al club 10-10 con bate de aluminio. Es un pelotero que se recuerda poco, pero poseía poder ocasional, si a eso unimos que era un buen bateador, rápido en sus desplazamientos, excelente fildeador y dueño de uno de los mejores brazos que han pasado por nuestros clásicos, podemos afirmar que fue uno de los primeros «cinco herramientas» de nuestras series.
Los cambios de estructura en nuestro pasatiempo nacional han traído más de un dolor de cabeza para los estadísticos, y aquí se da un caso concreto, porque existen récords para una serie y para la temporada. Debemos recordar (sobre todo para los más jóvenes) que desde 1975 se jugaron series nacionales y selectivas por espacio de 21 campañas, las 18 primeras con 48 juegos en la nacional y 63 en la selectiva, las últimas tres con 65 y 45 en el torneo élite, es decir, esas temporadas contaban de 111 y 110 juegos, mientras hubo otras de 90 sin incluir los play off, que fue la estructura que más duró en los últimos tiempos y resultó, en mi opinión, la mejor de todas.
Víctor Mesa fue el quinto en lograr dobles dígitos en las casillas de jonrones y robadas, y de paso, en la XIX campaña, se convirtió en el primero en integrar el club 15-15 con 17 películas de largo metraje y 19 estafas. Además, es el jugador que más veces lo ha logrado, pues en la serie selectiva de 1988 terminó con 16-35, en la de 1989 con 16-15 (primero en hacerlo en dos series seguidas) y en la de 1991 concluyó con 15-30; sin embargo, nunca logró en una temporada un 25-25 (recuerden que no es lo mismo series que temporadas).
El primero en lograr 25-25 en una temporada fue el jardinero de Las Tunas Ermidelio Urrutia, quien en la nacional de 1987-1988 terminó con 11-16 y en la selectiva con Mineros tuvo marca de 14-11 para sumar 25-27.
El otro en alcanzar esos números —y durante dos temporadas consecutivas— fue Omar Linares. En la temporada 1990-1991 con Vegueros logró 8-9 y en la Selectiva se convirtió en el segundo jugador que en una serie consigue ser miembro del club 15-15 al terminar con 18 y 26. Entre uno y otro torneo totalizó 26-35. En la siguiente temporada, con Vegueros, se fue con 11-14 y en el certamen élite, vistiendo el traje de Pinar del Río, dio 23 bambinazos y robó 11 bases, para una suma de 34 y 25.
La lista se incrementó por años (ver cronología) hasta la XL en la que Eduardo Paret se convirtió en el segundo en lograr 15-15 en series nacionales (el tercero de por vida) al terminar con 16-31 con los Naranjas de Villa Clara. En la XLV edición el espirituano Yulieski Gourriel fue el primero en una serie en tener marca de 20-20, al disparar 27 vuelacercas y estafar 21 bases; en la siguiente serie nacional, el granmense Yoenis Céspedes entra en el club 15-15 con 17 jonrones y 15 robos.
El XLVII torneo nacional marcó un hito, pues Alexei Bell logró por única ocasión un 25-25 en una misma justa, con 31 jonrones (en aquel momento récord) y 25 robos, por si fuera poco dos temporadas más tarde, en la XLIX serie hizo un 20-20, con 20 palazos y 22 almohadillas hurtadas. Él y Yulieski son los únicos que lo han hecho en una serie.
El club 15-15 ya incluye 11 hombres, gracias a que un año después del 25-25 de Bell, Alfredo Despaigne botó 32 pelotas y robó 16 (hay quien no se acuerda de la velocidad en las piernas del hoy slugger de la liga japonesa). En la XLIX, opacado por Bell, el antesalista avileño Adonis García sonó 21 batacazos y estafó 17, mientras en la Serie de Oro, otro avileño, Rusney Castillo, terminó con 18-29 y en la 51 tres hombres lo hicieron: se estrenó Yordanis Samón (15-17) y repitieron Bell (por tercera vez) con 18-16 y Rusney, quien fue el primero en lograrlo en dos nacionales seguidas con 16-22 (el segundo en la historia, pues Víctor Mesa lo había hecho en selectivas). Yurisbel Gracial fue el último al terminar con 15 y 25 en la LV serie nacional.
Omar Linares es quien más veces aparece en el listado 10-10, con nueve presencias, y es el único que en cuatro temporadas seguidas —y vuelvo con temporadas y series— logró 20-20 (1988-1989 con 36 y 21, 1989-1990 con 35 y 22 y las otras ya mencionadas con 26-35 y 34-25).
Nadie ha logrado un 10-10 en cuatro series seguidas, quien más cerca estuvo de llegar a esa marca fue el granmense Ramón Tamayo, pues terminó la XLVII con nueve y nueve y en las siguientes alcanzó 14-11 en la XLVIII, 17-10 en la XLIX y 15-11 en la L, en la 51 finalizó con 13-9, le faltó un solo robo. Después de Linares, Yulieski Gourriel aparece siete veces en el listado, delante de Ermidelio Urrutia y Víctor Mesa con cinco. En el largo escalafón figuran jugadores de todas las posiciones, pero Rolando Meriño es el único receptor; el único dueto de padre e hijo es Rusney Castillo y su fallecido papá Julio, quien en la Selectiva de 1992, con el traje de Camagüeyanos, firmó un 11-24.
Esperemos que la lista siga incrementándose, este año la lesión de Pedro M. León nos privó de ver quizá al tercero en ingresar el club 20-20, pues llevaba buen paso.