Por Benjamín Morales
La Habana, Cuba.- El béisbol en Cubaatraviesa un complejo proceso de readaptación que pasa por la ampliación de la apertura de su modelo al mundo del profesionalismo, un escenario en el cual cuenta con múltiples opciones en diversas ligas rentadas, pero cuyo acceso a lasGrandes Ligas continúa vetado por el bloqueo o embargo económico que Estados Unidos mantiene sobre la isla.
Así, Cuba ha comenzado a estrechar lazos con Japón para convertir el béisbol japonés en el destino principal de sus más cotizados peloteros, donde ellos pueden alcanzar el balance que buscan: ser pagados como profesionales de alto nivel, pero no perder el contacto con su país y su Equipo Nacional.
Algo parecido ha ocurrido con la Liga Independiente de Canadá, donde jugadores cubanos participan en sus equipos y el Equipo Nacional de Cuba lleva una novena de gira para partidos con los combinados que participan del torneo veraniego.
Otras ligas de menor calibre, pero donde los jugadores reciben pagas superiores a las que se dan en Cuba, también han comenzado a ser utilizadas por las autoridades cubanas para enviar sus atletas, como las de Italia, Panamá, Colombia o Nicaragua.
Por ejemplo, la Federación Cubana de Béisbol (FCB) anunció la semana pasada que llegó a acuerdos para la contratación de cinco peloteros para desempeñarse en los torneos profesionales de Japón, Italia y Panamá, un primer paso para un proceso que podría colocar en el 2018 a más de una veintena de jugadores en ligas foráneas.
Tenemos muchas conversaciones adelantadas y creo que estaremos entre los 23 y 25 jugadores contratados en esta temporada, para superar los 19 del año pasado”, aseguró Higino Vélez Carrión, presidente de la FCB, luego de que los lanzadores Raydel Martínez y Wilber Pérez prorrogaran sus acuerdos con los Dragones de Chunichi (Japón) y el Paterno Red Sox (Italia), respectivamente.
Además, allí se anunció que el receptor Ariel Martínez irá a Japón en conjunto con el veloz tirador Raydel Martínez, mientras que el también enmascarado Yosvani Alarcón y el pitcher Yoanni Yera se unieron al club Herrera, del campeonato mayor panameño.
Estas firmas elevaron a nueve los jugadores que integran el grupo de firmados para batallar fuera del país, encabezado por el recio toletero y cuarto bate del Equipo Nacional, Alfredo Despaigne, quien junto al lanzador zurdo Liván Moinelo, y el jugador del cuadro Yurisbel Gracial, estarán en nóminas de elencos nipones. Un número que, según dijeron a El Nuevo Día fuentes cercanas al proceso de negociaciones, aumentará próximamente con la firma de nuevos convenios con equipos de Japón u otras ligas.
“En estos momentos hay otros equipos de Panamá que se han interesado por nuestros jugadores. También equipos en Italia y en Japón, algunos que no son de la liga principal, con los que tenemos avanzadas las conversaciones. Hay interés también del béisbol de Australia y es un hecho que se mantiene también el vínculo con las ligas independientes de Canadá”, expresó Vélez Carrión. “Seguimos trabajando para ampliar los horizontes, no nos quedamos en casa para que nos traigan el plato de comida. En cada lugar, en cada torneo que estamos, buscamos establecer todos los contactos posibles para darle la oportunidad a nuestros jugadores de que crezcan y mejoren en todos los sentidos”, aseguró el dirigente federativo.
Su margen de maniobra, sin embargo, es muy reducido, sobre todo porque no se vislumbra una posible solución para que los jugadores cubanos puedan participar, bajo el manto federativo cubano, en las ligas invernales caribeñas, la liga de verano de México o las Grandes Ligas y su enorme sistema de fincas, el mayor del mundo.
A ello se suman ciertas dificultades políticas, pues los cubanos podrían participar en las competitivas y prolíficas ligas de Corea del Sur o China Taipei, pero la FCB ha preferido no tocar esa tecla hasta el momento, ya que Cuba mantiene relaciones diplomáticas cercanas con Corea del Norte y sostiene una amistad estrecha con China, país que es su socio comercial principal y que ve a China Taipei (también conocida como Taiwán) como una provincia rebelde.
Así, la política juega su rol y afecta el terreno en el cual los jugadores cubanos pueden desplegarse, sobre todo, en el caso de Estados Unidos.
El embargo o bloqueo económico impide que jugadores cubanos participen en ligas estadounidenses o en aquellas avaladas por las Grandes Ligas, pues sus limitaciones financieras impiden a terceras entidades hacer negocios con Cuba usando el dólar o empresas estadounidenses.
El problema fundamental con los jugadores cubanos es que la FCB funciona como una especie de agente para sus intereses en el extranjero y las Grandes Ligas están impedidas de reconocer ese rol, por ser una entidad del Gobierno de Cuba.
Además, las leyes estadounidenses exigen a los ciudadanos isleños renunciar a cualquier vínculo con su país para poder acogerse a los privilegios dentro de la Ley de Ajuste Cubano.
Lo mismo ocurre en Cuba, donde quienes dejan el país de manera irregular para irse a probar suerte al béisbol de Estados Unidos pierden todo tipo de privilegios y tienen que embarcarse en un complejo y largo proceso legal para poder volver a tocar tierra en su país. Representarlo a nivel competitivo se convierte en un imposible, sobre todo, para aquellos que se marcharon en medio de un torneo o una representación oficial.
Ese escenario complica la decisión para muchos de ellos, pues la realidad es que la mayoría opta por quedarse en Cuba para no sacrificar sus lazos familiares.
A pesar de ello, se estima extraoficialmente que entre 2013 y 2016 se marcharon sobre 200 peloteros cubanos de diferentes edades, niveles y posiciones, para probar suerte en Estados Unidos.
Ellos aprovecharon la relajación de las políticas de viajes al exterior del gobierno cubano para combinarla con la que doctrina de “pies secos-pies mojados” de Estados Unidos y provocar así un éxodo masivo en las filas de la pelota de Cuba.
En ese barco de montó el mejor talento del país, entre ellos las hoy estrellas Yoenis Céspedes (Mets de Nueva York), Aroldis Chapman (Yanquis de Nueva York), Yulieski Gurriel (Astros de Houston), José Dariel Abreu (Medias Blancas de Chicago), entre muchos otros. Todos ellos mantienen hoy contratos anuales por más de $10 millones al año.
Un giro inesperado en la política migratoria estadounidense acabó con la doctrina “pies secos-pies mojados” en enero pasado y acabó así con el trato privilegiado que tenían los ciudadanos cubanos que llegaban ilegalmente a suelo estadounidense, el cual les otorgaba permiso de trabajo de inmediato.
Si bien ese beneficio permanece bajo la Ley de Ajuste Cubano, lo cierto es que ahora deben esperar un año por sus papeles, lo que dificulta la película a los jugadores cubanos, pues su situación los obliga ahora a buscar ser firmados en un tercer país o perder valioso tiempo de desarrollo esperando en suelo estadounidense.
El sangrado se ha detenido, pero no por completo, por lo que la FCB anda en busca de alternativas para frenarlo de una vez y por todas.
La FCB y las Grandes Ligas sostuvieron conversaciones para llegar a un acuerdo que permitiera a los peloteros cubanos ser firmados y, al mismo tiempo, permanecer como nacionales en Cuba, pero la propuesta era compleja y fue detenida por la Asociación de Jugadores de las Grandes Ligas, la cual entendía no debía aceptar jugadores de “segunda categoría”, como supuestamente pretendía el pacto bilateral con los antillanos.
Otro intento para insertar a los jugadores cubanos en las ligas invernales del Caribe fue detenido, pues Puerto Rico entendió que se discriminaba contra su torneo al permitir que peloteros de Cuba jugarán en México, Venezuela y República Dominicana, pero no en la isla, a la cual le aplican por completo las leyes del bloqueo o embargo.
“La presencia en las ligas caribeñas está aprobada, pero sigue existiendo, por el estatus de Puerto Rico con respecto a los Estados Unidos y las leyes del bloqueo, el impedimento que lo hagan normalmente en la liga de esa hermana isla. Puerto Rico, con todo su derecho, ha planteado de que se trata de una sola organización, que ellos también quieren contratar jugadores cubanos y que su liga no debe ser discriminada. Esa es la situación actual y se sigue trabajando, pero todavía nada se ha resuelto”, explicó Vélez Carrión, quien espera que los acercamientos con Japón y otras ligas provoquen el interés de los equipos de las Grandes Ligas en contar con talento cubano, pero de forma consensuada.
“Estos acuerdos son algo positivo y creo que MLB también lo puede ver desde ese punto de vista. No es un secreto para nadie que hemos tenido conversaciones con su presidente, el señor (Bob) Manfred y, recientemente, en la pasada Serie del Caribe de México, pudimos hablar con la señorita Kim (Ng, vicepresidenta de Operaciones de MLB). Ellos siguen interesados, se sigue trabajando”, manifestó. “Estos contratos impulsan ese deseo, porque demuestran que los jugadores cubanos pueden insertarse como cualquier jugador del mundo a cualquier liga, tener resultados sin ninguna limitante. Pueden adecuarse, sin perder principios, a las características de cada liga, nosotros velando siempre por su cuidado para que nunca sean una mercancía. Así que todo esto es algo positivo, y teniendo en cuenta que el béisbol es el deporte nacional en nuestros países, puede ser un puente para mejorar las relaciones”, apuntó.
Mientras se aclaran las aguas con el tema del bloqueo o la participación de sus jugadores en otros equipos de la Serie del Caribe, Cuba intenta poner al día una estructura que por más de 50 años no reconoció el profesionalismo como mecánica para el desarrollo deportivo.
El profesionalismo en Cuba fue abolido a principios de los 60 por el presidente Fidel Castro Ruz, en medio de una cruenta batalla política con Estados Unidos que desembocó en que se decretara el “carácter socialista de la Revolución” que triunfó en 1959.
En 1962 nació la Serie Nacional de Beisbol, un torneo que sustituyó la popular liga de invierno, las ligas de verano y la participación de equipos cubanos en el sistema de fincas de Estados Unidos.
La Serie Nacional ha permanecido intacta desde entonces, con algunos cambios en su formato, y llegó a convertir a Cuba en la potencia invencible del béisbol aficionado global. Pero todo cambio cuando el profesionalismo tocó las puertas de las competencias federativas internacionales y con la aparición del Clásico Mundial de Béisbol en el 2006.
Las novenas cubanas lidiarían ahora con profesionales en casi todos los torneos que antes dominaban con facilidad, lo que provocaría dos cosas: podrían medir su talento verdadero y tendrían un escaparate para dará conocer sus capacidades a los cazatalentos de las mejores ligas del mundo.
El efecto inmediato fue que una gran tajada de la camada de jugadores del equipo cubano en el primer y segundo Clásico Mundial de Béisbol acabó marchándose a Estados Unidos. Sólo jugadores como Frederich Cepeda o Alfredo Despaigne decidieron quedarse en el país, lo cual fue premiado por las autoridades con sendos contratos en ligas japonesas. Yulieski Gurriel estuvo por mucho tiempo en ese barco, pero finalmente se decantó por abandonar el equipo en febrero de 2016 tras su participación en la Serie del Caribe de República Dominicana.
Ante este panorama poco prometedor, Cuba decidió poner manos a la obra, pero a paso lento y cauteloso.
Su primera gran movida fue conseguir contratos para los jugadores más top, sobre todo en Japón, pero un problema serio surgió a la hora de repartir el dinero, por lo que requirió importantes cambios en la mecánica como se hacían las cosas en Cuba, donde el Estado cubano retenía una buena tajada de los ingresos.
El asunto requirió de gran flexibilidad para un sistema que es poco flexible en términos de riqueza personal, pero Cuba entendió que esa maleabilidad se ha hecho necesaria para garantizar la propia existencia del béisbol, el principal deporte del país.
Una nueva política gubernamental que impulsaba la estimulación de los atletas y entrenadores cubanos fue aprobada por el Consejo de Ministros en septiembre de 2013 y así se abrió de manera definitiva la puerta a las contrataciones de atletas cubanos en el exterior, con el requisito de que siempre tuvieran, en las negociaciones y firma de contratos, a sus respectivas federaciones como representantes.
Esa política establece que entre el 80 y el 90 por ciento del monto del contrato irá a las manos del jugador y el restante a la FCB para mitigar los gastos de la Serie Nacional, financiar el Equipo Nacional y pagar otros gastos del organismo.
Igualmente, se fijó un sueldo mínimo de 1,000 pesos cubanos (unos 40 dólares) mensuales para todos los jugadores de la Serie Nacional. Esa suma puede alcanzar los 300 dólares si se cumple con una serie de requisitos de producción. En Cuba el sueldo base de un trabajador es de 30 dólares al mes.
Esa reclasificación salarial a todos los participantes en la Serie Nacional de Béisbol, si bien resulta mínima cuando se compara con lo que cobra mensualmente cualquier pelotero de una liga profesional de la región, representó un notable incremento con respecto a lo que percibían hasta entonces los jugadores en el campeonato doméstico, que rondaba los 20 dólares al mes.
Este proceso ha sido aliciente suficiente para que jugadores como Despaigne, Gracial, Raúl Camilo Morejón, Guilermo Avilés, Alexander Ayala, Yordan Manduley, entre otros, decidieran quedarse en su país, disputar la liga local, hacer el Equipo Nacional y mantener sus relaciones familiares intactas, a la vez que buscan algún contrato fuera del país.
Y no sólo los más jóvenes han podido beneficiarse, como es el caso del veterano el lanzador Wilber Pérez, quien a sus 41 años –casi la mitad jugando pelota en Cuba- repetirá su experiencia en una liga de Italia.
“Esto ha sido muy bueno. Sólo tengo que pensar que muchos peloteros de calidad nunca tuvieron esta posibilidad, que además de hacerte mejorar como atleta, y aunque se pude decir que no es contrato para hacerte rico, te permite también mejorar económicamente, para ayudar a la familia. Es la posibilidad de que uno cumpla algunas aspiraciones y para mí es muy buena oportunidad en los últimos años de mi carrera”, expresó Pérez, quien por tercera ocasión participará en un torneo que en el que se juega sólo los fines de semana y con un modesto presupuesto.
Claro, su caso es distinto, por ejemplo, a Alfredo Despaigne, quien cumplió con las expectativas tan pronto aterrizó en la liga profesional japonesa y, en la pasada temporada, justificó a palo limpio el multimillonario contrato de tres años y unos 16 millones de dólares firmado con los Halcones de Softbank, equipo campeón del torneo.
Congeniar la necesidad de contratar jugadores con los intereses de Cuba y la realidad del mercado ha sido un reto para las autoridades del deporte cubano.
“Es un trabajo complejo, porque tenemos que tener en cuenta la calidad de nuestros atletas para que ningún contrato los desvalorice. Al contrario, que reciban lo que merecen y para eso hay que estar al tanto de muchos detalles técnicos y jurídicos”, consideró Ramiro Domínguez, director jurídico del Instituto del Deporte y la Recreación (Inder), quien encabeza el grupo de negociación de ese organismo por la parte de los jugadores.
El directivo reconoce que se debe seguir creciendo en este proceso, sobre todo, porque no se había puesto en marcha durante más de cinco décadas y porque ahora se hace con ciertas particularidades que se dan solamente en Cuba.
“Lo más sensible es que estamos hablando de insertar a nuestros atletas en el profesionalismo y en el profesionalismo el deporte es un trabajo. Por tanto hay que tener el conocimiento de las leyes del deporte en cada país, que es singular en cada uno, al igual que la legislación laboral. Dominar también los reglamentos que establecen las ligas, tener presente cuestiones de ese tipo de actividad mercantil, para lograr cumplir con nuestros objetivos”, explicó.
Uno de los temas más complicados estriba en la participación de los jugadores en el Equipo Nacional. Además de exigir garantías sobre las condiciones de vida y de seguridad para los atletas en todos los órdenes, en cada contrato la contraparte debe comprometerse a cederlos cuando la FCB lo solicite para representarla en cualquier certamen nacional o internacional que considere necesario, una condición única en el mundo del deporte profesional.
Esa disposición, no negociable por mucho tiempo, ha tenido que se ser flexibilizada por la parte cubana para poder alcanzar acuerdos de alto calibre.
“Estamos consientes que debemos ser flexibles en casos puntuales, como el de Despaigne. Él tiene un contrato firmado por tres años y digamos que no sería imprescindible que participara en los próximos Juegos Centroamericanos y del Caribe. Se pudiera evaluar su participación en algún momento, a partir de los Panamericanos. Si se trata de un atleta de ese nivel, que está jugando de forma regular, se debe ser flexible. En este momento pudiéramos tener dos o tres jugadores en esa situación y es por eso que debemos evaluar cada caso y en el momento”, manifestó Vélez Carrión.
Hablar de profesionalismo, sinembargo, a nivel del torneo nacional es más complejo. La Serie Nacional es un espectáculo completamente solventado por el Estado y está muy distante de parecerse a cualquier liga de béisbol organizado en la zona.
Las oportunidades, sin embargo, son infinitas cuando se habla de comercialización. No hay publicidad, por ejemplo, a ningún nivel, por lo que no hay anuncios comerciales en uniformes, vallas, gradas, cantinas, memorabilia o transmisiones de televisión.
Hay, por lo tanto, mucho camino por recorrer, pero, como todo en Cuba, la marcha será lenta, aunque constante.