El Premier 12 no solo dejó a Cuba fuera de la élite del béisbol mundial, sino que confirmó lo que muchos venimos diciendo hace años: el béisbol cubano está en crisis, atrapado en un círculo vicioso de decisiones erradas, estructuras obsoletas y una desconexión alarmante con la realidad del deporte moderno. Más allá de los malos resultados, el torneo expuso las profundas grietas en el sistema y dejó claro que, si no hay un cambio drástico, la caída será irreversible.
El primer paso: la salida de Armando Johnson
El mánager Armando Johnson debe dar un paso al costado. Su designación, más política que deportiva, nunca fue la solución para los retos actuales del béisbol cubano. Johnson, aunque respetado y experimentado en los circuitos locales, no tiene las herramientas necesarias para liderar a un equipo compuesto por jugadores profesionales en el contexto del béisbol actual. Su nombramiento respondió más a su habilidad para mediar políticamente y asegurar la participación en el pasado Clásico Mundial de figuras clave como Andy Ibáñez y Yoan López que a su capacidad estratégica.
Sin embargo, su salida no resolverá el problema. El verdadero desafío radica en encontrar un sustituto capaz, y ahí es donde comienzan las dificultades. Actualmente, ningún técnico en Cuba cuenta con la preparación necesaria para dirigir en el nivel profesional que exige el béisbol internacional.
Una Federación atrapada en el pasado
La Federación Cubana de Béisbol (FCB) enfrenta un dilema crítico: no cuenta con entrenadores, tecnología ni estructuras capaces de preparar a un equipo competitivo en el escenario global. Mientras el béisbol moderno avanza hacia el uso de análisis de datos, tecnología avanzada y estrategias de desarrollo integral, en Cuba se sigue apostando a una fórmula obsoleta que se basa en el sacrificio y el talento bruto. Esto no solo afecta el rendimiento en torneos internacionales, sino que perpetúa el declive.
Los nombres que suenan entre los aficionados, como Alfonso Urquiola, representan más de lo mismo. Traerlo de vuelta al mando sería repetir los errores del pasado con un rostro distinto. La solución no está dentro del país, sino fuera: entre los muchos estrategas cubanos que trabajan en el béisbol profesional alrededor del mundo, algunos incluso bajo contrato con la propia Federación.
El verdadero problema: la política como trampa
Pero aquí está la raíz del problema: todo esto es fácil de decir, pero extremadamente difícil de ejecutar. ¿Por qué? Porque la Federación Cubana de Béisbol no es una entidad autónoma ni un organismo deportivo independiente; pertenece al gobierno cubano. El béisbol ha sido históricamente el brazo deportivo de la dictadura cubana, un medio de propaganda y control más que un proyecto deportivo genuino. Cualquier cambio que implique una reestructuración real choca directamente con los intereses del sistema político que utiliza al béisbol como una herramienta ideológica.
El gobierno no tiene interés en profesionalizar la pelota cubana si eso significa perder el control sobre sus narrativas y sobre los jugadores que, hasta hace poco, eran símbolos de su “superioridad deportiva”. Permitir que entrenadores que hacen vida en el extranjero dirijan al equipo, adoptar métodos modernos de entrenamiento o, peor aún, ofrecer sueldos competitivos a los técnicos y jugadores rompe con el esquema de control estatal que ha definido al béisbol cubano durante décadas.
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Un cambio necesario, pero improbable
Aunque la solución es evidente—buscar un mánager en el exterior, rodearlo de un cuerpo técnico profesional, invertir en tecnología y reformar las estructuras de base—es poco probable que algo de esto ocurra bajo las condiciones actuales. La FCB no tiene la autonomía para tomar decisiones radicales, y el sistema político cubano no permitirá una transformación que debilite su control.
Mientras tanto, el béisbol cubano seguirá sufriendo golpes de realidad, como el del Premier 12, que exponen su falta de competitividad y su desconexión con el mundo moderno. Los aficionados, cada vez más desencantados, entienden que el problema no está solo en el terreno de juego, sino en las oficinas y en el sistema que las respalda. Despedir a Armando Johnson sería un paso necesario, pero insuficiente. Sin un cambio estructural, los resultados seguirán siendo los mismos.
El béisbol cubano en la encrucijada
El Premier 12 nos dejó un mensaje claro: el béisbol cubano necesita cambiar, pero para hacerlo debe enfrentarse a algo más grande que un mal mánager o una Federación ineficaz. Debe desafiar un sistema político que ha utilizado al deporte como herramienta de propaganda en lugar de verlo como lo que realmente es: un juego que necesita estrategia, innovación y profesionalismo.
El futuro de la pelota cubana depende de su capacidad para romper con las ataduras del pasado. Pero, por ahora, esas ataduras parecen demasiado fuertes.
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