El béisbol cubano, siempre en el centro de las pasiones nacionales, acaba de sumar un nuevo capítulo, aunque este parece jugarse más en oficinas elegantes que en el diamante. Una investigación de Pelota Cubana descubrió la existencia de CurveBall Agency, una agencia de representación deportiva con sede en Madrid que promete “construir puentes” entre los jóvenes peloteros cubanos y las ligas profesionales internacionales. A primera vista, la propuesta podría parecer una oportunidad para el desarrollo del talento nacional, pero un vistazo más detallado revela un entramado que solo un régimen con décadas de experiencia manejando hilos estratégicos podría imaginar.
La figura detrás de esta agencia es Lourdes Dávalos León, una abogada cubana conocida por su papel en la defensa del régimen en tribunales internacionales, específicamente en el juicio por impagos millonarios que sacudió al Banco Nacional de Cuba en Londres. Dávalos, que se ha destacado tanto por su capacidad jurídica como por su afición a los lujos —bolsos personalizados, cenas en restaurantes exclusivos y una afinidad por las marcas de alta gama—, ha dado ahora el salto al mundo del béisbol. Al parecer, la conexión entre Prada y peloteros no es tan improbable como podría pensarse.
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¿Qué es CurveBall Agency?
CurveBall Agency se presenta como una herramienta para descubrir y promover el talento cubano, pero su estrecha relación con figuras que actualmente están bajo contratos estatales gestionados por el INDER sugiere que este “puente” tiene, al menos, un pie firmemente plantado en La Habana. ¿Acaso alguien esperaba que un proyecto de esta naturaleza floreciera sin la bendición del sistema que controla cada rincón del deporte en la Isla?
Lo interesante aquí no es solo la creación de esta agencia, sino el contexto en el que surge. Lourdes, quien no ha dudado en reconocer su “posición de privilegio”, parece haber encontrado una nueva misión: internacionalizar el talento cubano mientras mantiene intacta su conexión con los intereses estratégicos del régimen. Es casi poético imaginarla navegando con gracia entre cenas en Madrid, salas de audiencias en Londres y proyectos deportivos que, curiosamente, siempre parecen alinearse con las necesidades económicas de un sistema en busca de divisas frescas.
Por supuesto, no hay que ser un genio para conectar los puntos. El régimen cubano, maestro en la creación de estructuras aparentemente privadas que sirven a sus propósitos, parece haber encontrado en CurveBall una fórmula perfecta para mantener el control mientras proyecta una imagen de modernización. Una agencia de representación con sede en Europa, manejada por una figura con impecables credenciales internacionales y vínculos innegables con las altas esferas cubanas, es una jugada maestra digna de cualquier estratega político.
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El caso de CurveBall también plantea preguntas más amplias. Mientras Lourdes se lanza al mundo del béisbol, rodeada de lujos y exclusividad, en Cuba los estadios se caen a pedazos y los jóvenes talentos que no entran en la categoría de “controlados” por el sistema deben buscar otras vías, a menudo arriesgando todo por una oportunidad fuera de la Isla. Y mientras la agencia promete llevar a los peloteros “al siguiente nivel”, resulta evidente que ese nivel, como siempre, estará reservado para quienes juegan bajo las reglas no escritas del sistema.
Lourdes Dávalos León, con su estilo de vida que mezcla abnegación profesional y un gusto indiscutible por el glamour, es el rostro perfecto para este tipo de proyectos. Su capacidad para representar al régimen en Londres y, al mismo tiempo, ser embajadora de iniciativas como CurveBall demuestra que, cuando se trata de talento multifacético, ella juega en las grandes ligas. El único detalle es que, como en toda buena jugada estratégica, lo que parece un home run a primera vista podría ser, en realidad, otra maniobra del régimen para mantener el control sobre cada pelota que sale del terreno.
CurveBall Agency no solo promete conectar a los peloteros cubanos con el mundo, sino también recordarnos que, en el terreno del deporte cubano, las mejores jugadas siempre se diseñan fuera del estadio. Al final, la verdadera curva no está en el lanzamiento, sino en quién lo controla y hacia dónde quiere que vaya.