POR JORGE EBRO
Todo parecía tan fácil en el principio. Lázaro Blanco dominaba, la República Dominicana se empeñaba en cometer errores, Cuba anotaba tres carreras. La Final de la Serie del Caribe 2018 podía tocarse con la vista y el pensamiento. La felicidad duró cinco entradas. Después era otra cosa.
Cuba cedió a la presión de los quisqueyanos y cayó 7-4 el miércoles en la noche para despedirse de Guadalajara sin llegar a la tierra prometida, que este jueves pisarán los Criollos de Caguas y las Águilas Cibaeñas a partir de las 9:00 pm.
Después de haber jugado mejor que nadie la etapa clasificatoria, la escuadra de la mayor de las Antillas no supo imponer su bandera en el encuentro decisivo ante una Dominicana que, por segunda vez, le derrotó con la misma cantidad de carreras.
Cuba comenzó mejor. Yunesky Maya, inmerso en la controversia sobre su disponibilidad para enfrentar al seleccionado de la tierra que le vio nacer, no pudo pasar de la segunda entrada, desajustado emocionalmente. Al menos fue lo que dejó entrever.
Los de las cuatro letras le marcaron tres carreras, apoyados en un error del propio Maya en tiro a segunda. Ante la visión de su lanzador en apuros y desconciertos, el manager Lino Rivera no esperó más y le dio paso al relevo que contuvo la amenaza cubana, que desaprovechó varias oportunidades de hacer carrera.
Todo lo que debieron hacer los dominicanos fue esperar a que Blanco diera señales de cansancio. Un cuadrangular de dos carreras de Ronnie Rodríguez en la sexta entrada prendió la alarma y marcó el fin de la faena del abridor de la isla. Lo que vino después fue peor.
Las Aguilas tomaron el mando en la séptima y reafirmaron su vocación de finalistas con un par de anotaciones más en la octava apoyados en el naufragio del relevo cubano que hundió al resto del equipo.
Pudiera evocarse ahora el nombre de algunos jugadores -especialmente relevistas- que se dejaron en Cuba, el uso de Alfredo Despaigne sin necesidad alguna y sin que él pudiera contribuir de manera efectiva, de fallas en acciones puntuales como Roel Santos intentando robar base en la novena y contres carreras abajo, la impunidad total para robar base de los dominicanos, el no aprovechar los cuatro errores de los dominicanos, de cierta pasividad del dirigente Carlos Martí…
Ya no vale la pena. En un torneo chico las penas suelen ser largas, pero la memoria corta.
Aunque se lleva tres victorias, Cuba quedó en la orilla y eso no puede ser considerado menos que un fracaso. Porque esto que vimos, más o menos y a diferencia del resto de los participantes, es lo máximo que el país puede ofrecer como equipo nacional para lo que venga y para lo que sea.
Sin contar, claro está a los que juegan en Grandes Ligas, que igualmente tampoco hubieran venido a Guadalajara. Sus equipos no les habrían permitido viajar. Así que esto es lo que queda. Esto es lo que hay.