Autor: Oscar Sánchez Serra
En esta segunda entrega, el profesor José Manuel Cortina nos habla del pensamiento táctico, pero anclado en la personalidad del lanzador.
Nos llama la atención con un ejemplo que pone a flor de piel que esa cualidad necesita, como él mismo nos dice, de firmeza, sangre fría, determinación e independencia para salir airoso de los momentos más complejos en el juego.
Pedro Luis Lazo, todo un gigante en la lomita y hoy flamante director de Pinar del Río, es el monitor de este segundo lanzamiento del profesor José Manuel Cortina.
LAS HUELLAS QUE SE DEJAN EN CADA SALIDA A BOX, AL DECIR DE CORTINA
El pensamiento táctico no es más que la habilidad que tiene el lanzador para usar sus envíos con maestría y control, para romper las reacciones del bateador, basado en el estudio que adquirió de este premeditadamente.
Cuando usted presencia un juego de béisbol y se encuentra con lanzadores de reconocido prestigio, no importa si a favor o en contra de su equipo, se disfruta de igual forma la habilidad de los dos serpentineros. Porque no solo va a deleitarse con la victoria, también a disfrutar de los grandes jugadores, aquellos que lo hacen todo bien dentro del terreno.
Por nuestro béisbol pasaron grandes lanzadores ¿quién no recuerda a Braudilio Vinent, con aquella slider que metía miedo; a Omar Carrero, con sus lanzamientos laterales que tanto daño hicieron en los 80, o a Félix Núñez y sus controlados envíos hacia la parte más lejana del bateador? ¿Y qué me dicen de José Antonio Huelga, con el coraje que se le salía por los poros, y de Rogelio García, que automatizó el tenedor con un efectivo control tirándolo de strike, o de la fogosidad de Juan Carlos Oliva y la elegancia de Jesús Guerra; la velocidad y pronunciada curva hacia abajo de Julio Romero? ¿Cómo olvidar al «Curro» Pérez? En fin, a tantos que han pasado por nuestras Series Nacionales.
Pero estos atletas llegaron a la estelaridad con trabajo y dedicación. Y eso se logra con firmeza, sangre fría, determinación e independencia para salir airoso de los momentos más complejos en el juego. Voy a referirme a dos momentos grandes de un glorioso lanzador pinareño, que ostenta el récord histórico de más juegos ganados, Pedro Luis Lazo.
Recuerdo un partido de postemporada en el Latinoamericano, en el cual le enseñaron un fastidioso mono con su número en la espalda, buscando la forma de incomodarlo para sacarlo de concentración en su trabajo. Pero los que lo hicieron no conocían a Pedro, más que perjudicarlo, lo estimularon para esforzarse más en el juego y hacer saber que él era él.
Pedro Luis hizo gala de maestría, sangre fría y seguridad en sí mismo. Allí demostró, con una lechada de tres indiscutibles, que se había ganado por derecho propio ser el mejor de nuestro país. El otro episodio fue en el I Clásico Mundial, cuando vino a relevar contra los venezolanos, con hombre en primera y segunda sin out.
Le tocaron la bola por tercera y se quedó con ella en la mano, todos los que presenciábamos el partido teníamos el corazón en la boca. Pedro miró a su alrededor, recogió la pelota, se puso el guante debajo de la axila de su brazo de lanzar y comenzó a frotar la Rawling, haciendo un giro de 360 grados y se dirigió al montículo. Sabía que estaba en una situación extrema, bases llenas sin out. Los que lo conocíamos, cuando acercaron la cámara a su rostro, vimos que estaba frío, tranquilo y con una gran convicción. Era dueño del escenario, había que luchar con él para arrebatarle la victoria.
Nunca antes en mis años de entrenador vi jugar con tanta garra a nuestro equipo nacional, sus compañeros sabían que Lazo estaba preparado para enfrentar tal situación. Se inspiraron en él para ganar, cuando acercaron la cámara al director del equipo venezolano Luis Sojo, me daba la impresión que tenía la duda de poder hacerle una carrera a Lazo.
Sojo, un gran mentor, con vasta experiencia dentro de este deporte y además gran admirador de nuestros jugadores, no estaba equivocado. Lazo salió airoso, no le hicieron carreras y Cuba una vez más enseñó lo que es.
La categoría de lanzador estelar no se da por la situación de una noche, sino por las huellas que se dejan en cada salida a box.