Por:Jorge Ebro
Yoanner Negrín ha perdido la cuenta de los tantos aeropuertos del mundo que ha tocado su trayectoria de pelotero profesional, pero a donde quiera que vaya lleva consigo la promesa que le hizo a su padre: siempre dar el máximo.
El lanzador cubano es una suerte de guerrero del camino, que está dispuesto a tomar su guante e irse a trabajar donde el destino lo determine, ya sea de Matanzas a República Dominicana, de Panamá a Venezuela, de España a México.
«Así como redondo es el montículo, así es mi planeta de vida, ancho pero siempre alrededor de un punto de apoyo desde donde lanzar una pelota», filosofó un poco Negrín, quien creció en las afueras de La Habana. «Nunca he tenido miedo de ir a pitchear para mantener a mi familia y mantener dentro de mí la llama de superarme, de dejar algún tipo de legado en el béisbol».
Su última parada es la liga mexicana, con los Leones de Yucatán, con los cuales Negrín está logrando números de encanto al punto de ser el primero en victorias con foja de 14-1 y en juegos completos con cuatro, además de ser el cuarto en efectividad (2.45).
Pero esto no resulta nada nuevo, porque desde hace tiempo Negrín es uno de los lanzadores de cabecera de los Cardenales de Lara y de los Leones, quienes ocupan el tiempo laboral del serpentinero en invierno y verano.
«Gracias a Dios no me falta trabajo y me estimula el interés de estos equipos en mí», agregó Negrín, de 32 años. «Se que es un sacrificio para mi familia, el estar lejos de mi hijo pequeño Daniel Jesús, de mi esposa Orietta allá en Miami. Pero creo que las cosas pasan por algo, que todo tiene su explicación».
Durante algún tiempo, Negrín no se explicaba cómo si era de los mejores lanzadores de la antigua provincia de La Habana no lo premiaban con hacer el grado a Series Nacionales y se le relegaba a un segundo plano.
A punto de tirar la toalla, el manager de un municipio cercano, Unión de Reyes, le pidió que jugara dentro de los límites de Matanzas y ahí todo comenzó a cambiar para Negrín, quien fue ascendido al conjunto provincial.
La llegada al Matanzas fue tremenda satisfacción, porque yo sabía que tenía para lanzar en Series Nacionales», apreció Negrín. «Pero resultó, además, una especie de aviso de los obstáculos que vendrían por delante. La confirmación de que no hay nada fácil en la vida».
Tras temporadas con los Cocodrilos, Negrín salió rumbo a Estados Unidos en el 2009 y dos años después firmaba un pacto de Liga Menor con los Cachorros, pensando que las puertas del mejor béisbol del mundo se abrirían de par en par.
Sin embargo, Chicago se convertiría en una especie de prisión sin barras, donde las oportunidades escaseaban, donde ascendían otros lanzadores de menor calibre, mientras Negrín veía como se le escapaba el tiempo.
«No sabes mis luchas para que me dejaran lanzar en el Caribe y ganar algo de dinero», explicó Negrín. «No querían dejarme partir, pero tampoco me daban el chance de subir. Si yo podía sacar outs en México y Venezuela, cómo no iba a hacerlo en Grandes Ligas. Tenía que irme de Chicago, me estaba asfixiando allí, hasta que en el 2015 con la ayuda de los Leones, me liberaron».
En toda esta batalla personal en los equipos de granja de los Cachorros, Negrín lanzó para los Olmecas de Tabasco, los Leones del Caracas, los Cardenales de Lara, el Yucatán, y como si fuera poco integró la escuadra nacional de España al Clásico Mundial del 2013.
Pero todavía no ha dejado de pensar en las Grandes Ligas.
«Sigo creyendo que llegará otra oportunidad», recalcó Negrín. «Antes de que muriese mi padre, Francisco, le prometí que iba a luchar hasta el último de mis días por honrarlo a él, por aspirar lo más alto posible. Cada uno de mis éxitos está dedicado a su memoria. Los destinos han sido muchos en mi carrera, pero el sueño de triunfar es uno solo