Por: Joel García León
Diciembre va siendo un mes importante entre Cuba y Estados Unidos. En el 2014 se restablecieron las relaciones diplomáticas luego de una ruptura de más de cinco décadas y en el 2018 (específicamente el día 19) se puso, por fin, orden y regulación a la contratación de nuestros peloteros en el circuito de la MLB, a través de un acuerdo justo, beneficioso y de respeto mutuo.
Más allá de los términos generales, este hecho no es un gesto de caridad o bondad hacia nosotros por parte del sistema beisbolero más poderoso del orbe. Para ellos ya eran insostenibles las acusaciones continuas de tráfico de personas que comenzaban a implicar a directivos de clubes en Grandes Ligas; en tanto crecía con fuerza legal la presión del sindicato de jugadores profesionales sobre el tratamiento diferenciado que recibían los cubanos respecto a otros latinos, una vez que los primeros salían de la isla clandestinamente o abandonaban delegaciones oficiales.
Desde hace más de una década, el desangramiento de peloteros en nuestras temporadas era constante y creciente hacia un único horizonte económico y deportivo:
“llegar a las Grandes Ligas”. El nivel descendió y los resultados internacionales perdieron el rumbo acostumbrado de los primeros lugares en el podio. Solo un entendimiento de igual a igual, con el pago por derecho de formación a la FCB y todas las puertas cerradas en la MLB a quienes no vengan por el camino pactado, acabarían con ese fenómeno y devolvería cierta vitalidad al deporte nacional en la isla.
Y el acuerdo lo consiguió. Al menos en papel, pues todavía no contamos con nombres ya contratados hasta tanto no se divulguen las listas de la FCB y se desate el entramado nudo de una contratación en la MLB, que incluye visitas de scouts, selección de un agente de representación y como último paso la firma del peloteros. Es preciso aclarar que el efecto de lo rubricado hace alrededor de tres meses no se podrá apreciar de la noche al día, sino en al menos de dos a tres campañas y quizás hacia el Clásico Mundial del 2021.
Otro aspecto positivo ha sido el proceso hacia lo interno. La lógica alfabetización sobre estos temas a todos los integrantes de cada equipo en nuestras series nacionales y la necesidad de estar contratados por la FCB para aspirar a una posible elección da una mayor fortaleza institucional al proceso.
Para quienes piensan que solo Cuba salió mayor favorecida con el acuerdo nada más basta recordarles que en cuestiones de política y negocio los Estados Unidos, en especial la MLB, no realizan ningún movimiento sin sus respectivas tajadas. De ahí el gran aplauso por habernos puesto finalmente en sintonía con el mundo, pero tanto ellos como nosotros saldremos beneficiados. El reto del lado de acá es el impacto real, desde el niño hasta la categoría élite, de tantas horas de negociación.
Batazos por desclasificar
Por Ernesto León
Son muchas las proyecciones y esperanzas que deja el acuerdo entre la MLB y la FCB, como argumentos y razones justas propiciaron que ambas partes estuvieran más de dos años negociando términos hasta llegar al otorgamiento de la famosa licencia de la OFAC, para que nuestro jugadores puedan cobrar su contrato sin necesidad de renunciar a su terruño ni tomar el camino del contrabando o tráfico de personas.
Sin embargo, hay muchos batazos por desclasificar todavía (entendidos como temas pendientes entre ambas partes) de cara al futuro y que este documento histórico no contiene, pues como primer paso, no lo abarcó todo. Estas fisuras, inconformidades y oportunidades tocará pelearlas, con seguridad, en el camino que transcurra hasta el 31 de octubre del 2021, fecha en la que expira el acuerdo, aunque está contemplada la posibilidad de ser ratificado por tres años más con modificaciones en parte o totalmente.
Aunque el eje principal desde el inicio siempre fueron los peloteros, tanto jóvenes (18 a 24 años) como los más experimentados en nuestras series nacionales (25 años y seis campañas), es factible ampliar la negociación en próximos documentos para que sean beneficiados también entrenadores, directores y árbitros con contrataciones en la MLB.
Lo anterior traería retroalimentación de calidad y también frenaría la emigración de esos actores, que sin ser tan masiva como la de los jugadores han corrido igual suerte del tráfico humano, al tiempo que han ocasionado daños considerables en el béisbol cubano desde la base hasta la categoría élite.
El cobro de los premios que les corresponde a las selecciones nacionales en los Clásicos Mundiales, la posibilidad de acoger en Cuba partidos de los entrenamientos de primavera —el conocido Spring Training— y la formación de nuestros agentes de representación para que sean avalados luego por la MLB, son tres ideas más que no aparecen en el texto vigente, pero suenan definitorias si queremos respeto, desarrollo y justicia entre bolas y strikes, que por demás, inventaron ellos.
Lastimosamente, este acuerdo tampoco sirve de sombrilla para la entrada de la isla como miembro pleno a la Confederación de Béisbol Profesional del Caribe y organizar en Cuba una Serie del Caribe. Otra licencia de la OFAC para ese asunto particular parece más lejana que si logramos sumarlo en letra firma en este, a partir de la relación directa entre la oficina del Comisionado de la MLB y el Comisionado del Caribe.
No son lunares o sombras insalvables por sí solas. Obedecen a la lógica de un proceso complejo, matizado con leyes políticas y económicas; y sobre el que no podemos sentirnos con un solo paso, por muy grande y trascendental que haya sido.
La voluntad del tiempo
Fabio M. Quintero, estudiante de Periodismo
Al parecer la palabra irrealizable es enemiga del tiempo. Con más o menos tardanza sucesos que vemos muy distantes de nuestro contexto llegan a materializarse. Lo primero es superar las barreras mentales para luego, con voluntad y paciencia, derribar las trabas objetivas.
Un acuerdo entre la Federación Cubana de Béisbol (FCB) y la Major League Baseball (MLB) se antojaba imposible 10 años atrás. Si bien hubo que esperar demasiado, este convenio, perfectible aún, beneficia en gran manera a la pelota cubana. Constituye un primer e importante paso que, junto a otras reformas, debe mejorar el pasatiempo nacional.
En teoría, es fundamental para contener la pérdida masiva de talentos que temporada tras temporada abandona el país definitivamente, pues permite contrataciones de peloteros de la Serie Nacional hacia cualquier equipo de la MLB o al sistema de ligas del Caribe sin necesidad de renunciar a vivir en la Mayor de las Antillas. Pone al jugador cubano en igualdad de condiciones con sus similares en el mundo.
Incentiva a los jóvenes en formación y a peloteros hechos a incrementar su nivel y preparación para ser tenidos en cuenta por un combinado foráneo. Además, el dinero que reciba la FCB a razón de los contratos contribuiría a renovar la infraestructura y potenciar recursos para la práctica de este deporte en Cuba. Es un impulso económico y anímico para todo el sistema de béisbol del país.
Asimismo, insta a atletas nacionales diseminados en distintas ligas extranjeras que nunca han debutado en Grandes Ligas a regresar a la Serie Nacional para ser elegibles para la Gran Carpa, aunque hasta la fecha pocos peloteros han retornado a sus provincias de origen.
Este es uno de los aspectos polémicos porque algunos jugadores establecidos en otro país no pueden regresar a Cuba y jugar tres meses para esperar a ser contratados. El acercamiento con la FCB plasmado en el acuerdo como requisito, pudiera no obligarlos a estar en nuestra temporada beisbolera.
Por otra parte, el tratado se olvida de los beisbolistas antillanos ya insertados en la MLB. Al no tener carácter retroactivo los excluye, sin embargo, casos particulares pudieran analizarse para una posible inserción a las selecciones nacionales.
Para la Serie Nacional el convenio posee un carácter ambivalente: por un lado gana figuras, pero por otro las pierde, y sumadas a los firmados en Canadá y Japón podría debilitar aún más la competición. La temporada debe reestructurarse en función del histórico documento
La pelota en Cuba se contamina, en el mejor de los sentidos, con el ambiente de la MLB al establecer relaciones con el organismo más importante del deporte de las bolas y los strikes en el mundo. Sin ser la solución definitiva a nuestros problemas, el acuerdo pretende aliviar la herida del béisbol cubano. Solo el tiempo dirá si es o no posible.