Por: Javier Gonzalez
Por lo general cuando se habla de los mejores lanzadores cubanos de la historia, se traen a la mesa muchos nombres de diferentes épocas y niveles de béisbol: desde Adolfo Luque, pasando por Luis Tiant, Mike Cuellar, Camilo Pascual, Conrado Marrero, Braudilio Vinent, Changa Mederos, Jorge Luis Valdez, Rolando Arrojo, Orlando Hernandez, Pedro Luis Lazo, Jose Ariel Contreras, Jose Ibar, Norge Luis Vera, Maels Rodríguez y hasta el desaparecido jovencito de Caibarién Jose Fernández
Por cierto, hablando de Caibarién, no solo fue la cuna de aquel niño que en algún momento encandiló al mundo de las bolas y los strikes con su brillante talento. El norteño municipio cubano también vio nacer a uno de los grandes serpentineros que ha dado la Mayor de las Antillas en el último medio siglo: Aurelio Monteagudo. Es probable que el nombre de “Monty” no sea mencionado nunca en una conversación relacionada con los estandartes del montículo nacidos en Cuba, pero debería.
Nacido en noviembre 19 de 1943, e hijo del también lanzador René Monteagudo, Aurelio creció en un ambiente beisbolero. Su padre había alcanzado las Grandes Ligas en 1938 con los Senadores de Washington (hoy Mellizos de Minnesota) y a la llegada de Fidel Castro al poder en 1959, la familia decide emigrar de la isla y radicarse de manera permanente en Venezuela.
En 1963, con 19 años, el menor de los Monteagudo debuta también en Grandes Ligas, éste con los Atléticos de Kansas City, y al término de esa temporada, recala en la Liga Venezolana de Béisbol Profesional (LVBP) con los Leones de Caracas. Su paso por el máximo nivel de la pelota estadounidense fue bastante discreto (al igual que el de su padre), sin embargo en el circuito venezolano la historia fue muy distinta.
Monty jugó por 20 años en la LVBP, repartiendo sus servicios entre los propios Leones, Navegantes del Magallanes y Tiburones de la Guaira, incluso, fue parte de aquel invento surgido en la temporada 1975-1976, cuando Caracas y La Guaira unieron sus esfuerzos para convertirse en Llaneros de Portuguesa ante un inconveniente en las negociaciones de ambos equipos con la Universidad Central de Venezuela por el alquiler del estadio.
En 1983, a la edad de 39 años, el caibarienense se retira del béisbol venezolano como escualo, dejando en su palmarés un récord (79-81) y una efectividad vitalicia de 3.37 en 371 presentaciones (128 de ellas como abridor). Además completó 31 encuentros y propinó 897 ponches con 429 boletos en 1384.1 tercios de labor. Sin embargo, sus mejores estadísticas quedaron reservadas para instancias de postemporada. Allí, cuando los adultos se separan de los niños.
Monteagudo logró clasificar con sus equipos en 12 de sus 20 temporadas, y para su beneplácito, ganó cinco campeonatos, en parte gracias a su estupendo récord (11-3) y efectividad (2.57) en 48 salidas (10 aperturas).
A pesar de militar con varias franquicias de LVBP, fue en los Tiburones donde consagró su carrera en la nación sudamericana. Con los litoralenses, el cubano disputó 15 de sus 20 campañas y levantó 3 de sus 5 trofeos.
Aurelio fallece el 10 de noviembre de 1990 en Mexico a causa de un accidente automovilístico, apenas 9 días antes de su cumpleaños 47. En el año 2009, el Salón de la Fama y Museo del béisbol venezolano exaltan al cubano de manera postmortem, tomando como referencia su longeva y exitosa carrera.
Las 20 campañas de Aurelio en LVBP constituyen la quinta cifra más alta para cualquier lanzador de ese béisbol, además muchos de sus acumulados (mencionados previamente en este trabajo) aparecen en el top ten vitalicio de la competencia:
Juegos lanzador: 371 (cuarto)
Juegos completos: 31 (noveno)
Juegos relevados: 243 (décimo)
Juegos ganados: 79 (quinto)
Juegos perdidos: 81 (segundo)
Entradas lanzadas: 1384.1 (tercero)
Hits permitidos: 1410 (tercero)
Ponches propinados: 897 (segundo)
Boletos otorgados: 429 (cuarto)
Sin dudas un incombustible del montículo
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