Por ELSA RAMOS
Lo de Sancti Spíritus es literalmente un “apagón beisbolero”, al ser la única provincia que no tendrá presencia de ninguno de sus peloteros en la segunda vuelta, pues los restantes nueve elencos que quedaron fuera del festín lograron colocar al menos una de sus piezas entre los 30 elegidos como refuerzos, luego de que en la pasada campaña los Gallos fueron los máximos aportadores con ocho.
La lesión de Frederich Cepeda, elegible con sus 373 de bateo (séptimo) y sus 560 de slugging (octavo) y la falta de mirada hacia Daviel Gómez limitaron las opciones para Sancti Spíritus, que pagó así su nefasto desempeño. A este último le será muy difícil resaltar más allá de sus buenos números por jugar en los jardines, una posición que es de las menos favorecidas en la ronda de peticiones, pues los directores, como ocurrió ahora y como dicta la lógica, inclinan sus preferencias por los lanzadores.
Además, en un rango tan reducido de seis equipos, otros de buen rendimiento, incluido el propio Daviel, quedaron fuera de la fiesta. Los ejemplos más notorios resultaron hombres como el tunero Yordanis Alarcón, con 266 de average y 354 de slugging, y el pinareño Reinier León (253 y 287) o el lanzador pinero Wilber Pérez, que ni tomó parte en la fase clasificatoria, incluidos por encima de otros como el artemiseño Yariel Duque, líder jonronero con 10 y entre los primeros en slugging (597).
Así los peloteros nunca sabrán si rendir mucho es la garantía principal para ser elegido o si su talento corre la misma suerte que una bola de billar, con repercusiones en su futuro ahora que cerca del 60 por ciento de los peloteros cubanos estarán sin “hacer nada” por casi un año. ¿Hasta dónde los directores llegan a la instancia de reclamos con una idea sopesada de sus necesidades por posiciones a partir de sus puntos flacos? ¿Hasta dónde realizan una lista previa de varios “nominados” que puede o no cambiar en una puesta en escena?
Entre el nerviosismo que imponen las cámaras y el peso del reloj para pensar con argumentos en una propuesta donde el azar supera la lógica, no pocos mánagers exhiben inseguridad a la hora de las peticiones o al menos no justifican bien su voto, como el caso del villaclareño Vladimir Hernández, quien se hizo de los servicios de Yaifredo Domínguez, con balance de cinco fracasos sin victoria y más boletos que ponches, pese a su efectividad de 3.89 y del ya mencionado León. Habrá que ver si en materia de justicia beisbolera y estrategias para desarrollar nuestros mejores talentos, pesa más un show televisivo que el futuro del béisbol cubano
Y hablando de futuro, nos adentramos en la ruta de la segunda fase, que tiene, desde mi perspectiva, dos retos básicos: validarse como propuesta para mejorar el contenido cualitativo de nuestra pelota, al margen de la competitividad que realmente supone la lucha entre seis y lograr llenar estadios.
Tal como se ven las cosas, desde los números y desde el terreno, Matanzas y Ciego de Ávila parecen tener los pasajes seguros para los cuatro grandes. Luego de su paso arrollador y su récord galáctico de 42 victorias en 45 partidos, no tan increíble si se mira bien su nómina y se le compara con las del resto del país, nadie duda que los yumurinos se sentarán a esperar por sus rivales.
Aunque la entrada de nuevos miembros hace a Matanzas menos “matancera” de lo que es hace rato —cualidad que se enraizó en esta campaña con 17 “importados”— su desempeño es muy meritorio y ahora solo falta ver si pasa el examen de ingreso que ha desaprobado en los últimos años: los play off, para así dar a su tierra un título que merece.
Además de sus deudas de postemporada, otro elemento en contra pudiera interponerse en ese empeño: el exceso de favoritismo y de comodidad en la tabla que no le ha dejado conocer esta vez cómo se juega bajo presión.
Lo de Ciego es llover sobre mojado. Salió más fortalecido con hombres que le encajan en su dinámica y es candidato a su cuarto título. Villa Clara reverdece laureles, pero desaprovechó la oportunidad de quedar más sólido para luchar por volver a las discusiones de medallas, pese a que parece seguir teniendo mayores ventajas que Holguín y Granma.
Unas líneas obligadas para Camagüey, que ya ganó su campeonato por estar entre los seis, luego de remontar ante Las Tunas en un espectacular play off adelantado. Los agramontinos son los de menos presión entre el sexteto y con su propuesta de juego alegre, táctico y motivado pueden darle guerra al más pinto.
Vuelvo a la ronda de comodines que le dejó la escena caliente a la segunda vuelta, pues dejó entre sus lecturas una muy importante: que en Cuba sí se llenan los estadios.
Si algo hay que agradecerle a esta nueva estructura es que el contagio logró sobrepasar las fronteras geográfico-beisboleras de los cuatro territorios involucrados y regaló dosis de un buen espectáculo y la reafirmación de que en Cuba el béisbol es la felicidad nacional, por más que no pocos quieran engullir el fútbol como propuesta emergente de suplantación de gustos, cuando lo que debería estimularse es una coexistencia pacífica para compartir preferencias.
No hay espectáculo cultural ni suceso de ningún tipo que logre en Cuba lo que un buen juego de pelota, quizás sin estrellas, que incluso a veces no brillan a su altura, pero sí con la entrega pasional de otros peloteros que destilan el sudor identitario.
Se sabe que este deporte no vive hace rato su fiesta de quince porque se han desgajado cientos de peloteros por cuenta del bolsillo personal y familiar, por la limitación de opciones para competir a buen nivel y por otro rosario de razones en las que habrá que hurgar hasta el cansancio.
Es verdad que los estadios están vacíos casi todo el año y que no siempre hay juegos para atraer multitudes, como sucede en otras partes del mundo donde no todos los graderíos logran colmarse a toda hora. Por eso, en medio de las restricciones energéticas, habrá que valorar que el horario vespertino y los azotes del sol son hoy también un enemigo poderoso en detrimento de la fiesta nacional.
Los estadios sí se llenan, aun con equipos que no son, ni por asomo, los más mediáticos, lo cual destroza la teoría de que cuando no están los cuatro grandes no hay espectáculo posible.
Le faltan a la pelota varios ingredientes para subir los estándares de calidad. Habrá que seguirla esculpiendo en el ardor de estos jóvenes, en las esquinas o terrenos donde se juega silvestre, en los niños que optan en mayoría por los bates, aunque algunos les pongan un balón en sus piernas.